Que nadie es profeta en su propia tierra es un refrán y una verdad bastante reconocidos. Se aplica así en el caso del Padre Francisco de Roux con el interés y con las sucesivas entrevistas que aparecen en el periódico El País de España. De hecho su condición de provincial de los jesuitas en Colombia y sus gestiones anteriores como fundador y director del Programa para el Desarrollo y Paz del Magdalena Medio señalarían su altruismo y aún más su extraordinario valor humano puesto al servicio de nuestro país.
Ahora estamos a la expectativa de la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad el próximo 28 de junio por parte de él y sus compañeros comisionados de la JEP. No hay duda que si alguien tiene autoridad para tratar el tema de lo que significa la guerra para la población sería el padre De Roux, lo cual hace que sea lamentable que no tenga el poder para imponer soluciones. Pero ojalá los candidatos asumieran como prioridad el análisis de este trabajo para que sirva de guía en la etapa que comienza a vivir el país.
Lo esencial es que esa dedicación y ese esfuerzo -más de 4 años para buscar el objetivo encomendado de “Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición- logren producir un resultado que vaya más allá de los relatos.
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Lo esencial es que la dedicación y el esfuerzo de más de 4 años logren producir un resultado que vaya más allá de los relatos
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De ahí la importancia de algunos elementos propuestos por el Padre de Roux como diagnóstico para iniciar un proceso de catarsis: “Con el Acuerdo de Paz de la Habana se buscó terminar la confrontación militar pero dejó una sociedad tremendamente dividida”. “Para nosotros es importante el contraste de los distintos puntos de vista.” “El informe es muy duro con (…) y todos aquellos que tienen responsabilidades en el conflicto. Se entiende las responsabilidades que surgen en contextos muy complejos”. (…) “Son seres humanos actuando en colectivos”. “Los que siguen en modo de guerra tendrán problemas para acoger la verdad”. “Son muchos los muchachos que murieron en batallas como guerrilleros o paramilitares sin tener idea de porqué”.
Pero vale la pena destacar que no son opiniones emitidas por ‘analistas’ o periodistas para desplegar sus opiniones con argumentos efectistas. Asombra a cualquiera que los ciudadanos de un país donde se está viviendo una ‘guerra civil no declarada’ voten mayoritariamente en contra de la Paz. Difícil -y más necesaria- parece la misión asumida de profundizar en las condiciones de esa guerra para despertar reacciones al respecto. Por eso, para apreciar la razón y la necesidad de entender el enfoque propuesto es necesario compartir el origen de sus reflexiones. Nacen de lo que conoció o conocieron durante su trabajo, lo que desborda la capacidad de la imaginación pero incomprensiblemente corresponde a la realidad.
Un victimario le contó cómo mataron a una amiga (de las 24 asesinadas mientras trabajaban con él en el Magdalena Medio): “ Los paramilitares la tomaron y viva le serrucharon las manos, después los brazos, las piernas y cuando murió, le tajaron la cabeza y la tiraron al río.”
Oyó a un niño relatar como se lo llevaron a la guerra y “a la semana de estar allí, trajeron a otro que quiso escapar y delante de ellos le cortaron la cabeza. Hicieron que los 30 o 35 niños que estaban allí se la pasaran entre ellos. Dos niñas se desmayaron y entonces el jefe paramilitar ordenó que les quitaran el vestido y con la cabeza ensangrentada le recorrieran el cuerpo. De ahí los llevaron a comer”.
Es el realismo mágico, en el que por vía de la exageración se confunden lo que la imaginación crea y lo que pudiera ser un evento ordinario, pero es el cual se insertó entre nosotros al revés: tanto en cuanto a que es la realidad convertida en algo inverosímil, como en que lo que lo caracteriza no es lo maravilloso sino lo pavoroso.
