Guillermo Alfonso, un luchador de toda la vida
Opinión

Guillermo Alfonso, un luchador de toda la vida

Hoy aspira a la alcaldía de Bogotá, soñando con una invencible coalición de fuerzas, un Frente Amplio, capaz de ganar en la primera vuelta

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marzo 03, 2023
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Después de veinte años, por casualidad, volví a encontrar a mi amiga Sandra. La había conocido en los tiempos del proceso de paz del Caguán, en Los Pozos, cuando nos acercó una curiosa identidad intelectual. Coincidimos en el mismo restaurante del sector de Teusaquillo, en Bogotá, y bastó con una mirada encontrada desde mesas distintas, para reconocernos y volver a dialogar como en los viejos tiempos. La misma locura de siempre.

Fue ella quien llevó a mi oficina, en el Centro de Pensamiento y Diálogo Político CEPDIPO, al doctor Guillermo Alfonso, de quien oí hablar por primera vez en mis tiempos en la Nacional, cuando Jorge, un compañero de la facultad de derecho, me invitó a la fiesta de cumpleaños de su hermana, en el Líbano, al norte del Tolima. Allá, a comienzos de los años 80, en medio de una inolvidable celebración de tres días, escuché por primera vez ese nombre.

Un joven político, hijo de políticos, que estaba logrando una proeza. Por entonces, gobierno de Turbay Ayala, el nombre de Alberto Santofimio Botero dominaba el panorama nacional desde el Congreso. Un hombre inteligentísimo y gran orador, que había hecho una carrera política prodigiosa en el Tolima. Pues bien, lo que oí aquella vez, era que a Santofimio le había salido un gallo capaz de vencerlo, el doctor Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez.

Lo decían así, en medio de los tragos y la música. El doctor Guillermo Alfonso lo pisaba, le ganaba electoralmente, nadie quería saber ya de Santofimio y sus mañas. Ese mismo hombre, con un larguísimo historial de luchas, cuatro décadas después, se hallaba sentado en el sillón de mi oficina. Representante a la cámara, senador, dos veces gobernador del Tolima, alcalde de Ibagué, alto funcionario y secretario de gobierno de Gustavo Petro en Bogotá.

Su energía resulta envidiable y se refleja en un contagioso sentido del humor, acompañado de una clara visión del panorama político nacional y mundial. Con sus gafas puestas o sin ellas, sus cabellos grises contrastan de modo interesante con la juventud de sus pensamientos. Su profesión de médico especializado en Suecia en cardiología infantil completa el cuadro. Aunque ahora no cura corazones, se ocupa solo de otros males, de naturaleza social.

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Preferiría definirlo como un liberal puro, de los clásicos, de esos que han empuñado siempre las banderas de libertad, igualdad, fraternidad que esgrimió la revolución francesa

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No sé si definirlo de izquierda, pero sin duda su pasado político y sus proyecciones se caracterizan por una visión progresista, de avanzada y profundamente humana. Preferiría definirlo como un liberal puro, de los clásicos, de esos que han empuñado siempre las banderas de libertad, igualdad, fraternidad que esgrimió la revolución francesa. Un pensador que jamás se ha dejado arrebatar por el anticomunismo, un excelente administrador que cree en el cambio.

De hecho, en su pasado político se encuentra la osadía de nombrar el primer alcalde de la Unión Patriótica en el departamento del Tolima. Virgilio Barco había prometido que durante su gobierno, el primero tras el fin del Frente Nacional, los alcaldes pertenecerían al partido político que mayor votación obtuviera en sus municipios. Guillermo Alfonso, por entonces gobernador encargado del departamento, cumplió esa promesa.

Designó a Nelson Tovar en la alcaldía de Coyaima, lo cual le valió un duro pulso político. Los votos solos de la Unión Patriótica no superaban los del protegido de Santofimio, pero Guillermo Alfonso hizo valer audazmente que un sector liberal del municipio había respaldado a Tovar, por lo que los votos de uno y otro sumaban una cantidad mayor. De remate, Guillermo Alfonso se alió sin vacilar con la UP para las elecciones parlamentarias en 1986.

Lo cual despertó el repudio del liberalismo santofimista del Tolima, que solicitó su expulsión del partido. Barco se negó, lo cual terminó por llevar a Guillermo Alfonso al Senado. Uno de los pocos sobrevivientes de esa hazaña de mártires, como lo acaba de declarar la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pedro Nel Jiménez Obando, senador por la Unión Patriótica, que se sentaba a su lado en el parlamento, fue uno de los primeros asesinados.

La máquina criminal del Estado colombiano, que cercenó la vida a miles de militantes de izquierda, obligando a muchos a tomar el camino del exilio o la guerrilla, empujó a Guillermo Alfonso a Suecia. Años después, a su regreso a Colombia, volvió también a la política, separado del partido liberal y sumándose a las causas justas. Hoy aspira a la alcaldía de Bogotá, soñando con una invencible coalición de fuerzas, un Frente Amplio, capaz de ganar en la primera vuelta.

Sus firmes ideas apuntan a enfrentar la creciente pobreza en la capital, en gran parte determinante de sus muchos problemas, a solucionar de modo práctico y definitivo el nudo ciego de la movilidad, mediante intrépidas alianzas y concesiones, a generar, gracias a un concierto entre la administración, la Policía y las comunidades, un ambiente nuevo de seguridad ciudadana. Su entusiasmo resulta inagotable. Sinceramente, Bogotá, vale oírlo.

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