Salve usted la patria, dijo Simón Bolívar a Juan José Rondón el 19 de julio de 1819. Bolívar y sus tropas debían evitar que los refuerzos del ejercito realista llegaran a Bogotá. El ejército del libertador estaba muy reducido, pues la travesía para llegar a lo que hoy que se conoce como el Pantano de Vargas había reducido el ejército casi a la mitad y los hombres que habían logrado llegar hasta allí estaban agotados y muchos enfermos, Bolívar daba la batalla por perdida, sin embargo, él sabía que ganando esa batalla la victoria libertadora sería inminente, era una oportunidad que no podía dejar pasar. Es en ese momento cuando aparece Juan José Rondón y su tropa de 14 lanceros. Bolívar, agotado, le entrega el liderazgo del ejército libertador y junto con la tropa de Rondón logran vencer en la famosa Batalla del Pantano de Vargas.
Casi 200 años después se vuelve a presentar una oportunidad histórica única, en la que un líder con el apoyo de pocos, pero valientes escuderos, deben cambiar el rumbo de Colombia. Son millones de colombianos que no quieren elegir entre dos bandos que, aunque se encuentran en orillas políticas totalmente diferentes, representan casi lo mismo: polarización y populismo.
El que dijo Uribe es un hombre sin ideas propias, de forma tal, que nunca ha ocupado un cargo de elección popular, si bien es cierto que fue senador de la República, su elección fue por lista cerrada del partido de Uribe, Centro Democrático. Este candidato presidencial, al igual que el resto de integrantes de su partido, se lo deben todo y no son nada sin Álvaro Uribe y están obligados seguir con su legado. Un legado que está manchado con más de 300 investigaciones, muchas de ellas por crímenes de lesa humanidad: masacres, torturas, desplazamiento forzado, entre otros. Colombia no se merece un presidente que representa en la forma más literal a un hombre que tanto daño le ha hecho a Colombia.
En la otra orilla tenemos a Gustavo Petro. Un hombre que pone por encima su ego y aspiraciones personales sobre el bienestar del país. Petro fue excelente congresista, con sus investigaciones y debates reveló varias organizaciones criminales que habían logrado llegar hasta el Congreso de la República. Sin embargo, su desempeño en la alcaldía de Bogotá estuvo muy por debajo de lo esperado, dedicó gran parte de su alcaldía a crear una lucha de clases en la ciudad, creando una polarización que aún continúa. A pesar de tener buenas ideas, su capacidad de ejecución es casi nula, pues entiende muy poco de diplomacia y prefiere el individualismo, fue ese individualismo lo que lo sacó de la alcaldía de Bogotá por casi un mes. A pesar de sus grandes habilidades como orador, como pensador, no tiene lo necesario para ser presidente de un país como Colombia.
La esperanza de no seguir sumidos en la corrupción y de no tener a Álvaro Uribe otros 4 años en el poder, no es Gustavo Petro. Es imposible que el exalcalde venza al títere de Uribe en segunda vuelta, pues el país está profundamente dividido y en el escenario de la polarización el único ganador posible es Uribe. El ascenso de Petro al poder generaría una gran incertidumbre económica que terminaría en una profunda crisis no solo económica sino también social, muchos colombianos saben esto y preferirían dar su voto a 4 años más de lo mismo.
Es en este contexto y en esta oportunidad histórica es donde debe aparecer un hombre como Sergio Fajardo. Un hombre que ha demostrado tener grandes habilidades de liderazgo, que ha ejercido dos cargos de elección popular, cuya vida política ha sido intachable y sin maquinarias. Fajardo y su movimiento no polarizan, unen, no producen miedo sino esperanza. Además, es el único presidenciable capaz de vencer al títere de Uribe en segunda vuelta, pues es el único candidato, junto con Humberto de la Calle, que no genera polarización extrema alrededor de su figura.
Fajardo, por favor, salve usted la patria.
