Dice Mark Zuckerberg que está haciendo un mundo más abierto. “I´m trying to make the world a more open place”, asegura su muro. Pensará que puede meter toda la gloria del mundo en una aplicación: Facebook. Y que todo el mundo cabe allí. Por eso, se expresa así.
¿Cuál es la diferencia entre el modelo de Adolfo Hitler y Facebook? Las lágrimas, porque las personas se encuentran concentradas en la app que desarrolló Zuckerberg. Allí se alimentan, se enamoran, sufren, ríen, comparten su vida personal y duermen, es decir, no se desconectan, dado que existe la posibilidad de que el usuario navegue sin conexión a Internet. Esta es la moderna y refinada forma de dictadura: digital y sin sangre.
En nuestros días todo el mundo se siente informado o, mejor dicho, saturado de información, y todo gracias a la irrupción de las redes sociales. Facebook es la fuente de conocimiento más importante para mucha gente, pues es la aplicación que más tiene al alcance.
Es una realidad frente a la cual no podemos cerrar los ojos para que desaparezca por arte de magia. Al contrario, hay que aprovecharla para despertar la crítica. Es imperativo generar conciencia. En el pasado Encuentro de Intelectuales en Defensa de la Humanidad el escritor y exministro de cultura de Cuba Abel Prieto refería que la discusión la hemos perdido en el plano de la cultura. La discusión ideológica no se puede descuidar en las redes sociales. El ciberactivismo no es una cosa estólida. No.
He visto en Facebook a los intelectuales Ignacio Ramonet, Fernando Buen Abad, Atilio Borón, Juan Carlos Monedero, sacudiendo las mentes con sus aportes al debate por el destino del hombre, lo cual alienta con creces la esperanza de un mundo realmente libre (sin barreras reales ni electrónicas), donde los hombres volvamos a ser hermanos, como anhela la canción.
