¿Una “democracia” en la que parece obvia la pena de muerte para los que piensan distinto... realmente es una democracia? Para la muestra: ¿cuántas masacres han ocurrido en Colombia en este joven 2021? ¿Cuántos excombatientes y líderes sociales, y cuántos indígenas y campesinos han sido asesinados? Y que no venga ahora el lector atravesado a decirme que mi opinión es sesgada, porque yo mismo doy fe de las ejecuciones extrajudiciales, de la tortura y la desaparición forzada, herramientas terroríficas de la ultraderecha colombiana desde hace décadas.
Por denunciar esta situación ante Colombia y el mundo sobrevivo en el exilio. Dos de mis hermanos, y un cuñado y un tío y una prima fueron ejecutados por paramilitares en connivencia con las fuerzas del orden. Y me vi obligado a solicitar que mi causa legal tenga una oportunidad en máximo tribunal de la humanidad, porque en Colombia la justicia no existe. Es así que estas y otras atrocidades para el actual gobierno son como quien dice pecado venial, cosa sin importancia, asunto baladí o parte sin novedad mi teniente.
Entonces, ¿en qué quedamos?, ¿en Colombia existe una dictadura o una supuesta democracia? Recordemos por enésima vez las evidencias a los desmemoriados y a los sordos y a los invidentes y a los sin alma ni corazón: falsos positivos, torturas, desapariciones forzadas, exterminio de excombatientes que le apostaron al proceso de paz, genocidio a cuenta gotas, bombardeo a niños y niñas, abusos sexuales y violaciones también a menores de edad por parte de las fuerzas del orden. Además, corrupción a una escala demencial, salarios de miseria, persecución y represión a los sindicalistas y a los que no compartan el ideario del actual gobierno. Así mismo, la vergonzosa injerencia del narcotráfico en todas las esferas del poder, la tal ñeñepolítica, carruseles de la muerte, hambre, pobreza, injusticia extrema.
Y por si lo anterior fuera poco, el negocio diabólico de institucionalizar la guerra. La estratagema consiste en presionar a quienes dejaron las armas para que las retomen, o que quienes protestan pacíficamente se vean tentados por la pésima decisión de optar por las vías de hecho, al fin y al cabo pensarán que en este país optar por las vías legales o ilegales genera el mismo resultado: la muerte. Ese es el oscuro sistema que sostiene al uribismo en el poder: poner contra la pared a los que piensan distinto para perpetuar la guerra. Y piense usted lector que es tan inteligente, si en un país reconciliado Uribe y su séquito no desaparecerían del mapa político. Dejo constancia de que yo jamás he caído ni caeré en esa pérfida trampa del uribismo. Mi arma es la pluma de escritor y mi noble arma los tiene en jaque desde hace unos años, y llevaré mis convicciones democráticas hasta las últimas consecuencias. Que la Corte Penal Internacional o la comunidad internacional escuchen mi causa, que no es propiamente mi causa sino la del pueblo colombiano.
Me dirá otra vez la fanaticada del innombrable que soy un hombre de izquierda. Como diría su jefe: falso de toda falsedad. Por el contrario, detesto el marxismo-leninismo, y jamás he simpatizado con el comunismo ni con ningún ismo. En muchas columnas de opinión y en mis libros he dejado eso muy en claro. Mis convicciones son profundamente espirituales, cristianas, humanas y demócratas. En este sentido no dudaría en abrazar al mayor de mis enemigos en aras de construir entre todos la reconciliación. El perdón es la venganza de los buenos. Por otra, parte, en tanto periodista, siempre he denunciado el terrorismo de extrema derecha como el terrorismo de extrema izquierda: todos los extremos son perversos y usan la misma metodología.
Ahí les dejo la inquietud compatriotas, y también a ustedes, amigos demócratas de Estados Unidos y del mundo entero. Mi lucha consiste en la búsqueda de justicia por los crímenes en contra de mi familia, las injusticias contra mi pueblo… Las muchas injusticias que yo mismo he padecido. Es mi manera de contribuir con un sueño en el que todos los colombianos tengamos oportunidades en el ámbito de una democracia, no de una dictadura.
