Cada vez resulta más incómodo para el gobierno la actitud del fiscal Eduardo Montealegre y más incomprensible para los colombianos. Se la pasa metiendo sus narices donde nadie lo ha llamado, haciendo ruedas de prensa para anunciar detenciones que después debe reversar, contratando asesorías inútiles y pontificando sobre el proceso de paz y la justicia transicional.
Ya lo dijo el propio Enrique Santos Calderón en entrevista con María Isabel Rueda: “Uno de los momentos de crisis, cuando estábamos en la etapa confidencial, se produjo cuando el fiscal Montealegre salió a decir desde Bogotá que los comandantes guerrilleros no deberían pagar cárcel. Eso nos redujo de entrada el espacio de negociación. Nos dejó casi sin piso. Más allá de sus evidentes ganas de ayudar, o de consagrarse como el ‘Fiscal de la paz’, Montealegre debe entender que no puede entorpecer la negociación ni limitarle al Gobierno su capacidad de maniobra. A veces parece una rueda suelta, creando un ruido que desconcierta y confunde”.
Más claro no canta un gallo. El hermano del presidente e inspirador del acercamiento con las Farc recomienda educadamente al fiscal que se calle la boca. Hasta podríamos llegar a sospechar que esas palabras no son de Enrique sino de Juanpa. Parece estar entregando un mensaje del propio presidente para que no complique más las cosas. Porque eso fue lo que hizo inmediatamente después del anuncio del acuerdo sobre Justicia Transicional al afirmar que en el Tribunal Especial de Paz se contemplaría el juzgamiento del expresidente Álvaro Uribe. Afirmación a todas luces incendiaria, que puso más a la defensiva al Centro Democrático y mucho más furioso a Uribe.
Frente a tanta injerencia en lo que no le corresponde cabría preguntarse ¿Qué es lo que está buscando el señor fiscal? La respuesta ahora parece relativamente clara, Eduardo Montealegre está buscando puesto para cuando se le termine su período. Y las alternativas son pocas pero muy importantes.
Primera alternativa: Candidatura presidencial, para lo cual necesita apoyos políticos y aval partidista. En este caso resaltar su pensamiento de izquierda resulta conveniente, de ahí que favorecer iniciativas como la de aligerar las cargas a las Farc puede darle algunos dividendos. Ya suspendió los procesos contra los miembros del secretariado sin ser él quien otorga amnistías o indultos, ya dijo que no deben pagar cárcel y por el contrario alentó la idea de meter en la cárcel a Uribe. Con estas señales esperaría que lo tengan en cuenta como candidato presidencial o por lo menos figurar en la baraja de opciones para un frente amplio de izquierda y socialdemocracia.
Segunda: Integrar el grupo de veinte juristas que conformarían el Tribunal Especial de Paz. Es posible que el gobierno no lo considere entre sus candidatos por lo que ya dijimos que dijo Enrique Santos, pero viendo que ha sido tan buen aliado por lo menos no lo vetaría si fuera propuesto por las Farc. Y ese oficio de juez supremo de la paz es un cargo nada despreciable para su enorme ego.
Tercera: Si ninguna de los dos alternativas anteriores funcionara le quedaría la opción de pelear porque lo dejen completar (o más bien le amplíen) su período, que hasta la fecha deberá concluir en unos cinco meses.
Cuarta: Por supuesto tendría como última opción el premio de consolación que sería volver a ser magistrado ahora en la Corte Suprema o ser nombrado en algún ministerio del posconflicto. En todo caso lo que no quiere por ningún motivo el señor fiscal es perder poder y/o presupuesto para contratar asesores y amedrentar enemigos.
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