En algún momento de la vida, hay circunstancias que nos dan un empujón y nos obligan a salir de nuestra zona de confort, ya sea quedar sin trabajo, terminar una relación o alguna otra situación que nos desestabiliza emocionalmente.
Y tenemos dos opciones enfrentarnos a ella con coraje o caer en un estado de miedo y confusión.
Al principio todo parece ser nebuloso, complejo, nos irritamos, sentimos ira porque la vida nos dio ese tropezón, la incertidumbre nos atormenta y perdemos el norte.
En el caso de quedar sin empleo, ese puede ser el momento para cuestionarnos qué es lo que realmente queremos hacer en la vida, si tener un trabajo de 8 horas en una oficina, o dedicarnos de lleno a lo que nos apasiona.
El problema es que de sueños uno no puede vivir, se necesita un ingreso para pagar las cuentas, para poder comer y cubrir por lo menos las necesidades básicas. Y lograr dedicarse a lo que uno le gusta puede tardar mucho tiempo o jamás ocurrir, como en mi caso, escribir.
Entonces se tienen que buscar alternativas, porque los ahorros se van terminando. Y la presión mensual, que no se pase la fecha para pagar los servicios y el arriendo produce, malestares físicos y mentales.
Se envían miles de hojas de vida y nadie responde o si responden es para trabajar vendiendo enciclopedias o cursos de inglés, lo cual resulta desalentador, pues cuando uno aplica a ese trabajo es porque publicaron otro tipo de cargo. Y con esto no quiero decir que vender puerta a puerta sea algo malo. Lo malo es que ya nadie compra ese tipo de cosas y si uno no vende pues queda en las mismas.
Viene de nuevo la angustia, se siente uno perdido, no duerme porque el futuro es incierto. Empieza a pensar que no tiene el talento suficiente para dedicarse a lo que le apasiona, uno se derrumba.
Pasan los días, los meses y nada sale. Es agobiante no poder dedicarse de lleno a lo que a uno le hace feliz y que ni siquiera resulte un trabajo alterno. Tener un negocio propio podría ser la otra opción, pero de nuevo, se necesita dinero para poder invertir, en publicidad y materiales.
Las vacaciones forzadas se convierten en un tormento, y sin embargo uno sigue en la lucha y en la búsqueda, sería fabuloso que resultara algo antes de que uno se convierta en fósil o que le embarguen hasta el cepillo de dientes.
Uno de los motores de la felicidad es poder vivir haciendo lo que a uno le apasiona, pero esto resulta siendo el sueño no cumplido de muchos y realidad de pocos. Esa es la dura verdad.
