“Estamos enfrentando en estos tiempos, que pueden ser los del comienzo de la extinción humana, lo dice la ciencia, también los tiempos de lucha entre la humanidad y la codicia entre la humanidad y su vida y un poder mortal que se cifra alrededor de la acumulación”. Esta no es una frase del Libro de las Revelaciones es la visión profética de Gustavo Petro. “Codicia” y “acumulación” que según este credo nos llevarán a la “extinción”, extinción que él está dispuesto a evitar. Un Salvador, un Elías sin Mesías que predica en el desierto, un visionario.
El socialismo bajo cualquiera de sus formas es una fuga de la razón. La narrativa del gobierno tan similar a la prédica apocalíptica de los cristianos primitivos es un ejemplo extremo de esa fuga que trae consigo graves consecuencias para la democracia, porque esta requiere de un discurso racional para ser posible y porque la puesta en practica de semejante visión profética destruye las bases mínimas del desarrollo. A una visión no se le puede oponer una razón, de ahí que los intentos de explicar que cancelar la exploración de hidrocarburos es sentar las bases de un desastre económico y social no tengan el menor resultado. La interlocución entre actores racionales ha terminado, ahora nos dirigimos a individuos atrapados en el pensamiento mágico que imaginan la creación de una granja medieval de idiotas “descarbonizados” que guiados sabiamente por los profetas y las sacerdotisas del Pacto se salvaran del inminente colapso del mundo.
La imposibilidad para entender a esta secta apocalíptica ha marcado los primeros meses de su llegada a poder. Para los actores económicos, para los políticos tradicionales y en general para la opinión ha sido una experiencia traumática intentar traducir la imaginería narrativa del Pacto Histórico. La retórica política ha sido cambiada por el sermón y la prédica, la estrategia por la paranoia, la razón por el mito y en medio de ese confuso silencio avanza un proyecto colectivista radical y liberticida.
En su libro En Pos del Milenio, Norman Cohn plantea que las sectas milenaristas medievales ““fueron en ciertos sentidos auténticos precursores de los movimientos revolucionarios de nuestro siglo”. Difícil imaginar que acabaríamos en Colombia llevando una de estas sectas al poder.
