Esta es una frase inspirada en lo que dice el apóstol Pablo en su carta a los romanos (8,22), que adquiere una gran connotacion en esta situacion de violencia en que se encuentra inmersa la humanidad.
Para muchos es aterrador ver esas escenas dantescas que se vivieron en México a causa de la intolerancia de unos mal llamados hinchas que, dando rienda suelta a su barbarie, ocasionaron la muerte de varias personas, a las cuales desnudaban, como parte de un rito, para mostrar sus vestimentas como el trofeo obtenido en una guerra fratricida.
De igual manera, pero por diferentes causas estos actos se perciben en la guerra Ruso-Ucraniana, en la que conglomerados humanos huyen de sus hogares en búsqueda de salvación, que se suma a los demás éxodos existentes en el planeta.
Bien decia Freud que "la civilizacion está permanentemente amenazada por la desintegración debido a la hostilidad primaria del hombre", dándonos a entender que el ser humano lleva en sí el germen de su destrucción.
En la teorías del Estado uno de sus doctrinarios manifestaba que el hombre, al ver ese estado de destrucción, entregó su voluntad individual a la voluntad general para que esta controlara sus conductas.
Mucha agua ha corrido debajo del puente desde esas épocas y desde entonces se han sufrido los efectos devastadores de dos guerras mundiales y las confrontaciones regionales e intestinas por la lucha del poder.
El Estado y sus leyes son desbordados en sus anhelos civilizadores y el hombre cede ante su propia naturaleza del homos hominis lupus (el hombre es lobo para el hombre) a que se referia Thomas Hobbes.
En los diferentes medios de comunicación las noticias más relevantes son la que se relacionan con la violencia y sus catastróficas consecuencias. Aunque Atila es cosa del pasado, las hordas salvajes penetran cada vez más a una sociedad, que, impávida, mira cómo se cierne en el horizonte un futuro nada alentador para las generaciones venideras.
