Es para muchos politólogos, territorio común, encontrarse con una consigna que parece “díscola”, al intentar hacer análisis de realidad política y de poder en nuestro país.
El presidente constitucionalmente elegido en Colombia, siendo por disposición de la Carta Política, investido como jefe de estado, jefe de gobierno, suprema autoridad administrativa y comandante supremo de las fuerzas armadas de la república, por su conocido origen y trasegar político, se ve abocado a tener, no solo la controversia de sus detractores políticos derrotados en la contienda electoral que lo ungió como presidente, sino también a un estado de cosas sociales, morales, éticas, políticas, judiciales y económicas que tienen su conjugación manifiesta en una sola herramienta que bien, identificó Álvaro Gómez Hurtado.
Esto es, 'el régimen', “…un enmarañado sistema de compromisos adquiridos”, dice el inmolado político conservador, “Forma parte del establecimiento y es el vehículo contaminante de todo lo que a este pertenece: el Congreso, los partidos, la prensa, los grupos económicos, los sindicatos, la policía y la enseñanza”, es a esto, a lo que se está enfrentando Gustavo Petro, quien fue favorecido por el voto ciudadano para ser Presidente y lo logró con aliados que hacen o hacían parte del mismo Régimen, pero hoy está solo y sin una cohesionada y cualificada camaradería de afectos a sus convicciones.
Si que es compleja la situación del presidente Petro, tiene el primer cargo ejecutivo del estado, pero parece no tener el poder del estado. Visto ello, la puesta en escena de todas las acciones que permitan su caída podría asemejarse al tan estudiado caso de La Paradoja de Protágoras, pues hay quienes se resisten a aceptar que ganó y utilizan todo lo que a bien puedan, incluso la justicia, para sus propósitos de desconocimiento.
Sostengo que la verdadera oposición que se ejerce contra el primer mandatario de los colombianos viene del Régimen, los partidos o movimientos políticos en franca rebeldía que lo vituperan, le repelen, son apenas un fragmento del establecimiento que mediante varias tácticas de ataque coordinado con estrategias goebbelianas entre otras, para la búsqueda del deterioro persistente de su imagen y gestión, que les recree el escenario consecuencial de una defenestración, mediante lo que algunos suelen denominar Golpe Blando.
Su estrategia está signada en debilitar al presidente, bajo la narrativa del coyunturalismo geopolítico, de la derecha mundial, que hoy acude a herramientas variadas, incluso de orígenes militares como el llamado Lawfare.
El Lawfare de sonado uso reciente en España, tras los acuerdos políticos del PSOE Y JUNTS, es una expresión inglesa que se utilizó en el siglo pasado, como estrategia militar para acabar con el oponente, utilizando distintas herramientas, no solo judicial y mediática, sino también la difamación, movilizaciones coordinadas y agendadas entre otras, en un plan único.
El lawfare en Colombia toma una connotación especial, no solo es una guerra política por la vía judicial-mediática, lo han convertido en una macondiana trinca, a la usanza del “Flecha”, (de David Sánchez Juliao), todo para ocultar los verdaderos intereses económicos, políticos y geopolíticos ocultos, a los que la manipulada opinión pública no tiene acceso y la escasa o ninguna información al respecto les permite su comprensión.
Aun cuando en sus propósitos de gobierno, tenga la razón en lo que diga o haga, el complejo y bien organizado, poder mediático le hará ver a la opinión pública que no es así.
Parte del error del presidente Petro, que ha hecho del escenario un lugar común de linchamiento permanente, es su equivocado accionar quijotesco que le hacen entrar incluso en contradicción, con lo que, si se me permite, diría que una moraleja quijotesca que es oportuno recordar, es la de “tener los pies en tierra”.
Es que el jefe del estado colombiano, debe estar por encima de la doméstica perorata del discurrir nacional, no es acertado estar ocupándose ni un segundo de su tiempo, en situaciones como las que nos topamos a diario, que si una periodista asevera, dice u opina de algo, o un descentrado miembro del variopinto congreso colombiano, se le ocurra vociferar al Jefe de estado, éste deba directa e inmediatamente ripostar sin meditar siquiera que la rigurosidad de la narrativa del gobierno, deba estar dispuesta prioritariamente, para lo fundamental, que no es otra cosa, que producto de su gobernanza se tenga que presentar con detalle un informe permanente de las resultas de su gestión.
Al régimen se le enfrenta desde adentro, no se puede dar lugar a que se fije su atención en molinos de vientos distractores del establecimiento, el presidente tiene que no caer en su juego, para ello, debe delegar, crear un equipo integrado por los mejores en su oficio, o por lo menos, que el poder con que cuenta el estado, así lo haga parecer y que ellos polemicen, den informes y así se muestre lo que nos oculta el establecimiento, que se hace por parte del gobierno, en cabeza de su presidente.
