Descarados. Cuando llegaron las primeras dosis, el 15 de febrero, Hassan Nassar tuvo el mal gusto de sacar pecho. Y eso que apenas eran 50 mil, que en realidad venían siendo la mitad. En el caso de que hubieran llegado millones de dosis tampoco tendrían que restregar el supuesto triunfo del gobierno no contra el virus sino contra los opositores, los que no nos aguantamos un segundo más la soberbia de la primera dama y su proyecto de autobiografía, el programa diario de un presidente que no es capaz de leer ni siquiera un telepronter, de Diego Molano y su llamado constante a la guerra. ¿Qué es lo que quiere Hassan? ¿Que nos pongamos de rodillas como mendigos por las migajas que nos dan? No señores, necesitamos que vacunen a nuestros papás ya, que tengan el ritmo de vacunación que esgrimen no las grandes potencias sino países parecidos al nuestro como Chile, como Argentina.
Releo lo que acabo de escribir, tengo un momento de fiebre, estoy en el pasado y me sorprendo al ver que Hassan Nassar, esa nulidad, tiene un cargo tan alto. ¿Qué nos espera? ¿Jorge Cárdenas presidente en el 2026? De incapaces tecnócratas está lleno este gobierno. Y de cínicos también. Hassan no es el único, ¿cómo les parece que el señor Victor Muñoz, el director del Departamento Administrativo de la Presidencia y uno de los hombres que le habla al oído al presidente, fue entrevistado en los últimos días por una radio regional y, olímpico, estuvo lejos de reconocer la ineficiencia de este gobierno a la hora de vacunarnos: para él todo va sobre ruedas, todo es espectacular, no hay motivo a la réplica y el que lo haga es un vulgar castrochavista.
Veo con preocupación cómo, sin atenuantes, nos internamos en el Tercer Pico de pandemia. Los muertos, como los contagios, crecen. A diferencia del último pico de diciembre ya no hay miedo, hay es cansancio, hastío, nos sabe a basura el tapabocas y los policías del tapabocas. Las medidas se relajan y el abuelo y la abuela, cansados del encierro, se suben a un bus en plena semana santa y van apeñuscados en Villa de Leyva. Les aplicaron la primera dosis pero aún no saben si tendrán la segunda. Entonces, a esperar que el nieto preferido llegue a saludarlos después de sudar entre una masa de gente durante horas de fiesta electrónica y los infecte, mejor hacerlo por sus propios medios. Ni bobos que fueran para no morirse por sus propios medios. Las cifras de Semana Santa van a tener el impacto de las de diciembre.
A partir de ahí, señor presidente, los muertos que vengan van a ser responsabilidad suya. Después de Semana Santa, cuando los contenedores vuelvan a estar rebozados de cadáveres y su gobierno nos haya metido impunemente la reforma tributaria con la que el uribismo piensa terminar su tarea de acabar con la Clase Media, tendrá que aguantarse a la gente en la calle. No nos queda de otra, nada nos quitará esta rabia, este nudo en la garganta. Nuestro consuelo será la calle y la protesta y se llenarán las plazas y el terreno estará abonado para que sobrevenga lo que ustedes más temen: una presidencia de Petro.
Presidente, le quedó grande salvar a nuestros papás. No sería tan inmoral si no hubieran salido, Hassan y sus otros muchachos, a restregarnos ese número miserable de dosis que han llegado al país.
