En la mitología griega la Hybris o la Desmesura y la Insolencia insaciables eran castigadas con violencia por las Erynías, perras furiosas que mordían y azotaban sin piedad a los enfermos de soberbia para proteger el orden social. Castigaban en el mundo terrenal y hasta en el Más Allá, en especial a aquellos que afectasen el equilibrio del universo por solazarse en una desmesura que les llevara a olvidar su condición de mortales o por la pretensión de querer ser iguales a los dioses. Era tal su crueldad que hasta el propio Zeus les temía. Ellos, en castigo, eran enviados al fondo del Tártaro. En el mundo romano tomaban el nombre de Furias, por haber nacido de las gotas de sangre que habían caído de la mutilación genital de Uranos.
Ejemplos de desmesura e insolencia son muchos en esa mitología. El prototipo es el colérico Aquiles. Belerofón, cegado por el orgullo de querer derrocar a Zeus. Prometeo, transgresor de los límites impuestos por los dioses de no entregarles el fuego a los humanos. Ícaro, orgulloso de querer volar más alto que los dioses y castigado en lo profundo del mar al ver derretidas sus alas por el sol. Salmoneo, rey orgulloso que pretendió burlarse de Zeus, cayó fulminado con todo su pueblo por el rayo vengador del dios del Olimpo. Chelone, convertida en tortuga por haber despreciado a Hermes. Laógoras, muerto por Heracles a causa de haber profanado el santuario de Apolo. Licurgo, rey de Tracia, castigado con la locura por Zeus al ofender al pequeño Dionisos. Pirineo, castigado por las Musas en su intento de violarlas. Esténtor, sancionado por Hermes al tratar de vencerlo en un estruendoso concurso de gritos. Creso, rey soberbio, vencido por Ciro y castigado por las Némesis en su intento de ofender a los dioses. Caenis, lleno de orgullo al creerse invulnerable, y sancionado fuertemente por Zeus. Ayax el Menor castigado en su soberbia por el rayo de Zeus, al pretender desafiarle.
En la mitología griega y romana se encuentran decenas de casos de Hybris de aquellos poderosos gobernantes que fueron castigados por la Némesis, al pretender igualarse a sus dioses. Estos y Yahvé, se oponen a los altivos (Santiago 4:6). Sobre todo a aquellos que se habían desviado de su destino o que hubiesen tomado una parte mayor de felicidad o de fortuna que la que les correspondía en consonancia con la posición social ocupada; o en la relación señalada con los otros mortales. El hybristés, entonces, se hacía culpable de aquella desmesura que le hubiese llevado a arrebatar a los demás aquella parte que le había sido asignada al destino personal.
En castigo los dioses devuelven cruelmente al "excedido" a los límites que había osado cruzar, por jactarse de una condición que no le correspondía. Ellos, los dioses, le castigan esa falta de mesura, de moderación y sobriedad que debe adecuarse al mesotés, al siempre término medio aristotélico.
Ya en la Historia, la Hybris de los gobernantes soberbios ha sido igualmente castigada. Bastaría citar, de una lista bastante extensa, algunos nombres: Ramsés Segundo, el supuesto Dios Viviente; Nabuconodosor; Belsazar, rey de los caldeos; Tarquino, el Soberbio; Claudio; Caracalla; Nerón; Calígula; Servus Públicus; Moctezuma II; Benedicto IX; los mexicanos Iturbide, Porfirio Díaz y López de Santana; Mussolini; Hitler; los soviéticos Lenin y Stalin; Franco; Honnecker; los latinoamericanos Trujillo, Somoza, Stroessner,Perón, Machado y Batista, Pérez Jiménez y Rojas Pinilla, Videla, Pinochet, Bordaberry, Geisel, Fujimori, Bucaram, Noriega; Khadafi y Hussein; Pol Pot; Román
Avramovich y Saparmyrat Nyazov; Kim Il-sum y su hijo Kim Jong-un. A todos ellos la diosa Hybris los castigaría, auxiliada por las Erynias.
El gobernante hybristés hace gala de su insolencia, arrogancia, desmesura, soberbia, orgullo desmedido, osadía, violencia, insulto, prepotencia, impulsividad, desprecio, temeridad, falta de control, pasión, irracionalidad, desequilibrio, locura, furia, orgullo, mesianismo, paternalismo, abuso y arbitrariedad de poder, culto a la personalidad, caudillismo providencial, autismo, auto exaltación, narcisismo, petulancia externa, sed de poder, desenfrenada autoafirmación, voluntarismo, personalidad paranoide, transgresión, egomanía, delirios de grandeza, gozo de la adulación y la lisonja, megalomanía y ”heroísmo”. Vicios y posiciones siempre execrables que desatan ebria violencia contra los débiles. Lo que siempre debe ameritar un castigo tanto moral como jurídico a los abusadores del poder.
La Colombia actual sufre de hybris nacionales desmesuradas y soberbias. También su capital y un poco en otros de sus lares. Sin necesidad de llamar a los dioses para que restablezcan el equilibrio, ¿bastaría a este propósito hacerle un llamado a la razón, a la cordura o a las tradiciones de aquella que fuera en su tiempo la “democracia más antigua de Latinoamérica”?
