De Vietnam a Lorica

De Vietnam a Lorica

Campesinos y pescadores mostraron sus saberes sinuanos para enfrentar el cambio climático

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diciembre 15, 2014
De Vietnam a Lorica
Foto: Natalia Orduz

Apoyada-oxfamDe Vietnam, Tailandia, Malasia e Indonesia llegaron funcionarios a un pequeño mercado en Lorica, Córdoba. Patricio Payares, a la víspera de cumplir 72 años, les mostró la papaya, el coco, la calabaza, la ahuyama, y los ajíes pimentón y criollo. Los asiáticos, que fueron invitados por el gobierno nacional para una experiencia exitosa de adaptación al cambio climático, estuvieron de suerte porque era jueves y las frutas y verduras acababan de llegar. Robustas, brillantes y sin químicos, se venden a precio de producción. Un visitante de Montería compró un colmado racimo de plátano a 5 mil y su compañero comentó, eso es barato, se van a quebrá, por eso no progresan.

Patricio Payares hace parte de la Asociación de productores para el desarrollo comunitario de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú, Asprocig.

Patricio Payares hace parte de la Asociación de productores para el desarrollo comunitario de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú, Asprocig.

Si fuera la lógica del comercio, estaríamos compitiendo. Nosotros conservamos la vida, así no dé utilidades, explicó Patricio. Todo lo que se vende aquí son los excedentes de los productos agroecológicos para consumo propio que cultivan las familias que viven alrededor del Río Sinú. La Asociación de Productores para el Desarrollo Comunitario de la Ciénaga Grande del Bajo Sinú (Asprocig), una organización de campesinos y pescadores que tiene más de veinte años, entrega a final de año a las mujeres el ahorro de todas las ventas, porque ellas son las que han demostrado que saben hacerlo rendir para las fiestas y los útiles escolares.

Esta abundancia agrícola es posible justo en Córdoba, en donde las sequías y las inundaciones oscilan cada vez con más impulso. Entre 2010 y 2011, los desbordamientos duraron ocho meses en algunos municipios costeros. En 2007, hubo más de 100 mil damnificados en todo el departamento.   En los noventa, fueron el motivo de la súplica de la dirigencia regional para la construcción de la represa de Urrá al sur del departamento en donde viven los Embera Katío. Los dirigentes consideraban que tan importante como producir energía en la época del racionamiento de luz, la represa era necesaria para controlar el flagelo de las inundaciones.

En retrospectiva, hay desbordamientos que datan de épocas coloniales -por eso en Lorica las edificaciones antiguas están construidas sobre andenes altísimos-, e incluso precolombinas. Las prácticas y conocimientos de los antiguos zenúes han sido llamados “cultura anfibia” porque manejaban a través de canales los ciclos de las inundaciones para provecho agrícola. Los desbordamientos que ahora son vistos como un castigo divino o un coletazo del cambio climático tienen un antídoto natural: los humedales absorben el exceso de agua y la liberan poco a poco. Pero en Córdoba, la ciénaga, que tenía 54 mil hectáreas, ahora solo tiene 25 mil, explica Patricio. Los espacios acuáticos fueron rellenados a las malas y ahora hay ganado.

Asprocig entendió que en vez de luchar contra las inundaciones y los humedales, hay que promover agricultura en diques altos y entre ellos, proyectos piscícolas. El bocachico volvió a la dieta y a la vida luego de que en 2003 la gente de Lorica le diera un entierro simbólico en el cementerio, porque no volvió a aparecer luego de que el muro de Urrá no lo dejara poner los huevos arriba en la selva del Paramillo. Por más que llueva, no hay hambre.

 

Los Sistemas Agroecológicos en Diques Altos producen alimentos para las familias de Asprocig incluso en épocas de inundaciones.

 Desde el histórico embarcadero de Lorica, La Muralla, los asiáticos tomaron una lancha en dirección al mar. Arribaron en la comunidad de Río Ciego, en la margen derecha del río. Esto es un paraíso, anunció Patricio.   Bajo inmensos árboles, en Río Ciego siempre se anda a la sombra. Las casas están rodeadas de patios florecidos y aromáticos. La agricultura que la gente practica en sus patios, en las parcelas o en los diques se parece más a un bosque que a un cultivo moderno. Al menos debe haber plantas de seis tipos distintos. Las ornamentales, frutales, medicinales, las que agarran el suelo con fuerza y lo protegen, las energéticas porque dan ñame, plátano o yuca, y las hortalizas.

 

A principio de este año, diez municipios de Córdoba declararon calamidad pública por sequía. Representantes de la gobernación le contaron a los visitantes asiáticos su enorme inversión de varios miles de millones de pesos para surtir a la gente con agua y alimentos, a través de kits alimentarios, carrotanques, motobombas y ayuda humanitaria de emergencia.

Pero 609 familias con las que trabaja Asprocig como las de Rio Ciego no sufrieron ni un día de sed, por un sistema de succión de agua del río, bombeada con energía solar y filtrada en cada hogar en vasijas de barro y plata coloidal hasta ser potable. Las aguas grises pasan por tubos subterráneos que la liberan gota a gota para hidratar los cultivos agroecológicos en los patios. Los baños están por encima de la cota de inundación y así no hay riesgos sanitarios en épocas de lluvia. Por este servicio de acueducto, cada familia paga 2 mil pesos mensuales. Si hay un daño, la misma comunidad lo repara.

Este proyecto comenzó hace seis años y fue diseñado por Asprocig y Oxfam, organización que puso 122 millones de pesos iniciales. En 2012 ganó un concursó de la Unidad de Gestión de Riesgo del gobierno nacional que invirtió otros 263 millones durante 2013. Con una pequeñísima fracción de lo que el gobierno regional destina para ayuda contingente, estas comunidades resolvieron las amenazas de la sequía y las inundaciones de forma sostenible y permanente.

 

La organización comunitaria de Río Ciego que gestiona el proyecto se llama Dios con Nosotros

Con el auge de los cultivos uniformes y la moda de los pastizales inmensos, los conocimientos agrícolas antiguos quedaron tan arrinconados como gran parte de la población de Córdoba, uno de los departamentos con mayor concentración de la tierra en Colombia. A pesar de todo, los saberes no se han sofocado. Un día al mes convergen mujeres y hombres de todas las edades en las escuelas espirales agroecológicas. Negros, mestizos y descendientes de indígenas comparten sus saberes sobre el temperamental ecosistema cordobés que a pesar de una y otra estocada ambiental sigue siendo muy generoso.

Tanto, que en solo seis años crecieron los bosques que Asprocig sembró en las orillas del río para evitar la erosión de sus riberas. Naduel González, el representante legal de Asprocig les mostró a los asiáticos desde la lancha cómo en el río Sinú ya no hay playas. Desde que funciona la represa Urrá, la apertura y el cierre de sus compuertas gobiernan la corriente del río. Cuando baja mucha agua, la tierra en los bordes la absorbe como una esponja. Las orillas quedan tan pesadas, que una vez baja la corriente, se caen al río. En los primeros años de operación de la represa, el caudal del río bajó tanto, que las orillas se llevaron postes, vías y casas.

 

Las orillas del Sinú, algunas erosionadas, otras con bosque de galería y los restos de los espolones construidos hace seis años.

 Para evitar la erosión, el gobierno regional construyó unos espolones de concreto y hierro rellenos de llantas con la ilusión de contener la erosión. Un proyecto que costó más de mil millones de pesos. Hoy solo quedan los esqueletos de la obra, las llantas están estorbando río abajo o contaminando el mar. En la orilla contraria, en cambio, Asprocig insistió en sembrar árboles que amarraran la tierra, como el guamo de mico. Asprocig los llama bosques de galería y como están siendo la estrategia más apropiada para enfrentar la erosión, algunos propietarios de esas tierras se han dejado convencer de ceder un poco de pastizal para sembrar árboles. En el trayecto por el río, hay riberas cubiertas de bosque y fragmentos desiertos.   Ya van 20 kilómetros de bosque y Asprocig espera sembrar más.

 

Tras calurosas despedidas con fandango, cumbia y mapalé que las comunidades de Nicolás de Bari y el Playón les ofrecieron, los asiáticos tomaron su avión de regreso. La Agencia Presidencial de Cooperación espera concretar con ellos proyectos sobre adaptabilidad climática, como parte de una gran estrategia que busca compartir conocimientos y experiencias con países del sur del planeta. Los visitantes encontraron en el caribe paisajes y dificultades similares a las que se viven en sus países. De esta visita se llevan el optimismo de que es posible conjurar algunos riesgos climáticos con la sabiduría del Sinú.

 

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