Hace dos semanas, el país se estremeció con la noticia de la detención de varios funcionarios de la fundación Peces Vivos, que prestaban servicios profesionales en Ibagué, por maltratar y torturar a los niños internados allí.
Ya se escucharon opiniones de todos lados, pero aún quedan vacíos y preguntas que pueden tener su explicación en un lucrativo servicio de atención a infancia y adolescencia que no importa si se presta mal.
Detrás de esto hay un negocio del que nadie quiere hablar y para entenderlo necesitamos formular algunas preguntas:
¿Dónde estaba el supervisor del contrato que tenía esta fundación con el ICBF?
¿Qué pasó con los defensores del ICBF de estos muchachos? ¿También miraron para otro lado?
¿Dónde está la respuesta oficial del ICBF sobre como sucedió esto? ¿Cuáles son los correctivos para que otras "instituciones" como esta no sigan teniendo prácticas así con los beneficiarios?
¿Cuándo nos van a contar cuántas fundaciones de atención Internado Discapacidad Mental Psicosocial hacen esto mismo, incluso con el aval del ICBF? Que nos muestren las actas de reunión con centros zonales, centros regionales o comités técnicos, a ver si es que el ICBF no sabía nada de nada en este tema.
¿Qué pasó con las redes de apoyo alrededor de esta fundación? Hospitales, clínicas, odontólogos, médicos, psiquiatras, todas aquellas instituciones que tuvieron contacto con estos jóvenes y que seguramente evidenciaron signos de maltrato o daños parecidos.
Y lo definitivamente más triste, ¿cuántos profesionales auxiliares y personas de apoyo presenciaron esto antes y se quedaron callados “prudente” o “convenientemente”? ¿En qué momento se olvidaron de que no se graduaron para terminar maltratando a otros?
En esto hay plata aquí y allá. Todos pueden sacar partido de una malísima atención como esta, por eso necesitamos que las autoridades y los entes reguladores vayan más allá del asunto técnico y los papeles bien llenados, y que por favor se fijen en el negocio lucrativo que hay detrás de esto.
Averigüen bien cuánto se le paga a una fundación por tener uno solo de estos muchachos, averigüen también cuánto vale la atención de todos los que están internados y peor aún si los atienden así de mal, ahorrándose lo que los dueños de las fundaciones necesitan dejar en el banco.
Por eso, es que estas fundaciones no hacen ningún ejercicio de inclusión social o de participación social, necesitan que el beneficiario viva encerrado, que nadie se entere de su maltrato, de su sufrimiento, que nadie pregunte, que nadie sepa.
Deberíamos ser consecuentes con nuestra propia sociedad y darnos cuenta de lo que estas fundaciones pueden devolvernos después de años de tortura y sufrimiento: personitas acostumbradas a infligir dolor a otros, con resentimiento de su propio encierro y maltrato y sobre todo, con la capacidad de replicar su propia historia con hijos, esposas y familia…
Triste futuro el que nos espera si no somos capaces de darnos cuenta el daño que estas malas intervenciones sociales pueden hacernos al final. Todo lo que se haga porque esta realidad cambie impactará positivamente en una sociedad con menos maltrato intrafamiliar, menos feminicidios, menos abuso infantil y sobre todo, menos capacidad de heredar las vulneraciones ocasionadas por otros.
