Nunca hemos sido más dependientes en 200 años de república; dependientes de la clase dominante que a sangre y fuego ha eliminado toda oposición. Basta ver las cifras de asesinatos de líderes sociales y ambientales, y de excombatientes de las FARC-EP para evidenciar la extrema posición permisiva de los políticos. La nación se ha vestido de sangre y nadie responde, los colores que representar el oro y el mar ya no destacan porque todo está perdido.
Aquellas gestas de los criollos no tuvieron incidencia en nuestros días, ya que la lucha independentista no fue más que un cambio de régimen, una élite fue excluida (la española) y otra asumió este vacío con mayor dominación (en nuestro caso, la capitalina, que se autodenominó la líder de la nación). Todo en un mix de engaños (como el de Simón Bolívar a los afrodescendientes e indígenas, que les prometió que cuando se acabara la guerra serían libres, pero al lograr tal objetivo les dijo que libres serían sus hijos) y aciertos. Pues bien, ya vemos de dónde vienen esas viejas prácticas de "jugaditas", que hoy ya no se hacen en la Nueva Granada sino aquí, 200 años después, en el Congreso de la República.
Estos antivalores han sido heredados, los políticos que eligen las riendas por donde se traza la nación así lo demuestran. Siendo el nuestro el país más corrupto del mundo y el quinto más ignorante, ahora más que nunca es que se deben replantear estas prácticas, ya que ni en plena crisis mundial se dejan de desviar recursos públicos a arcas privadas, nada más miserable. Estos comportamientos putrefactos generan indignación en la mayoría de colombianos y una invitación al cambio, uno que no se realiza por arte de magia, ni votando por los mismos, ni aceptando prebendas, ni haciendo las mismas prácticas.
Sí, es que los ciudadanos han replicado a menor escala lo que hacen las grandes élites: si pueden, no pagan los recibos; si pueden, hurtan alimentos y accesorios en centros comerciales; si pueden, no pagan las mensualidades en los colegios; si pueden, hurtan recursos en los trabajos; si pueden, se apropian de predios de manera ilegal; si pueden, cometen un homicidio; si pueden, se vuelan de la justicia y así un millar de situaciones que no ayudan en nada a la reconstrucción del tejido social altamente roto. Sin embargo, ¿qué se le puede pedir a un país en donde el presidente de la república utiliza el avión presidencial como juguete personal, donde el fiscal general se va de paseo a San Andrés con su familia y con su llave, el procurador general, usando los recursos públicos y burlando el aislamiento preventivo obligatorio, mientras que cientos de ciudadanos se mueren de hambre al respetar el aislamiento preventivo obligatorio?
Además de este derroche presupuestal de parte de funcionarios públicos, también se premia a la vagancia y a la vacaneria. ¿Cómo un senador que casi nunca iba a las sesiones y que está involucrado en el caso de Aída Merlano será presidente del Senado ?, ¿cómo le piden a la ciudadanía actos éticos y capacidad profesional si se premian a estos nefastos funcionarios públicos?, ¿qué esperanza motiva a los jóvenes que se matan estudiando si en la práctica eso no sirve, si lo que funciona es estar ausente y solo ir para votar por el que te digan sin criticar ni proponer nada?
La invitación es replantear las viejas y malignas prácticas y ser un mejor país. Eso no se logra maquillando cifras, sino construyendo ciudadanía y quitando del pensamiento ideas como que con las pistolas se cambian las decisiones, que el pobre es pobre por que quiere y que el que piense distinto es guerrillero. Lo que determinará que seamos independientes será la capacidad de manejar crisis con el menor índice de fallecidos posibles, eso sí, con el respeto a las comunidades indígenas y afrodescendientes, a los ecosistemas y sus protectores, a la libertad de prensa, a la participación política de los menos favorecidos, a las víctimas del conflicto y a los excombatientes, a nuestros pequeños y medianos comerciantes, etc. Mientras eso no ocurra, seguiremos dependiendo de la nefasta élite criolla que prefiere llenarle los bolsillos a los bancos que salvar vidas.
