Hace unos 20 años, existió en la ciudad de Cartagena un grupo al que llamaban el G-5. Una denominación que generalizaba las acciones de trabajadores de medios de comunicación, quienes a través de relaciones públicas extorsivas conseguían favores de funcionarios públicos, contratos de publicidad de la administración de turno, empleo para familiares y amigos y dádivas de una variedad de surtidos.
Con el tiempo, se fue construyendo una reputación del gremio periodístico de La Heroica, que se alejó de las virtudes de una actividad regida por principios de honor como mantener la mirada sobre el horizonte de la verdad; escuchar las voces involucradas en una misma situación; presentar los contextos necesarios que expliquen el origen y el desarrollo de temas complejos; y filtrar opiniones como si se trataran de primicias informativas, entre otros asuntos.
Mercadear con el oficio se ha generalizado.
La Tercera Encuesta Nacional a Periodistas, cuyo informe fue presentado a finales de 2015, establece que un 63 % de periodistas, conoce a “colegas” que cambian sus ideas y posiciones por pauta publicitaria.
El periodismo se deslegitima y la credibilidad se pisotea.
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Cuando el periodista Campo Elías Terán presentó su candidatura, el público creyó en él, más que un político, era un periodista con la mejor de las audiencias. Sobre el alcalde Manolo Duque podemos contar una historia más de semejanzas que de diferencias. La gente creyó en él como el periodista capaz de administrar la ciudad, así sus detractores descrean de sus virtudes.
La euforia por el triunfo de Manolo Duque se propagó entre sus colegas, quienes con los dedos contaban cada nuevo periodista o comunicador que entraba al gabinete o al equipo de Primero la gente, como si se tratara de un triunfo del gremio periodístico de Cartagena.
La relación entre los comunicadores de la Alcaldía, que antes ejercían el periodismo, y los periodistas que deberán estar atentos, vigilantes a las actuaciones de la administración, están signadas por viejas relaciones de amistad que terminará minando o robusteciendo los principios de honor referenciados. ¿Cómo se entrega la pauta oficial? ¿A quiénes se les ha entregado? ¿Quiénes quedarán por fuera y por qué razones? ¿Cuál es la posición del Alcalde sobre este tema? Es apenas un tema.
Se plantearán dilemas éticos ante el hecho de que un grupo de periodistas se haya convertido en vocero de la administración, pero lo ideal sería que cumplan sus encargos bajo los principios de ese periodismo que ya no ejercen. Si esos mismos comunicadores construyen estrategias para velar, ocultar, mentir, maquillar o callar información y los periodistas repiten esas informaciones en sus medios, la ciudad se hundirá con la vergüenza del gremio.
La coherencia con la profesión que han ejercido, debe prevalecer ante cualquier hecho.
Es el momento para construir una nueva imagen
de comunicadores y periodistas en Cartagena
Más allá de esos supuestos, está la honestidad inherente a la persona, sin importar el título que tenga o el cargo que ostente. Es el momento para construir una nueva imagen de comunicadores y periodistas en Cartagena, más allá de establecer o señalar el antiperiodismo o preguntarse si existen o no los miembros del G-5, o el grupo que sea, existe aún un sistema de prácticas periodísticas extorsivas que esta administración tiene la oportunidad de combatir y acabar.
Manolo me va a entender muy bien, es como si un equipo de fútbol contrata al mejor de los goleadores para salir de la cola, y termina haciendo un autogol. Esperaremos.
