En una sociedad como la colombiana, la importancia de crear esas puertas dimensionales, fragmentadas en estanterías y pasillos cubiertos de tomos y archivos, que nos permiten viajar al pasado (en el caso de Verne y otros tantos más al futuro), nos brindan la posibilidad casi espiritual, energética, de comunicarnos con nuestra propia historia por medio de las páginas frescas o viejas de un libro que al abrirlo, perfectamente puede cambiar la vida de quien lo lee.
Una biblioteca se ha vuelto una necesidad fundamental para que los civiles del común, los ciudadanos de a pie, salgan de la ignorancia inculcada, porque no nos mintamos: ante el roto espejo de nuestra realidad contemporánea, Colombia no es un país lector, Colombia es un país de telenovela y comerciales.
En días recientes y gracias al proyecto de acuerdo 021, se dio inicio al debate en el Concejo de Rionegro para cristalizar este sueño intelectual, cultural y cívico.
Sin embargo, según uno de sus artículos, la biblioteca llevaría el nombre del padre de nuestro actual presidente Iván Duque Márquez. Es decir que este rincón del conocimiento se llamaría Biblioteca Pública Municipal Iván Duque Escobar.
¿Qué tan acertado es ese nombre para una biblioteca ubicada en el municipio Rionegro? Pues la respuesta es que tiene un acierto del 0,0 %, porque aunque la misma subsecretaria de Cultura de la ciudad Santiago de Arma, Manuela Ocampo Cañas, expresó en medios de comunicación que el padre del presidente es una persona que ha aportado a la cultura y a los círculos intelectuales de la nación en diferentes cargos públicos, habría que mostrar muestras fehacientes de esas palabras tan categóricas.
En Rionegro, hay muchos personajes ilustres que verdaderamente, y según los libros de historia, han puesto su grano de arena para el avance social e intelectual no solo de Rionegro, sino del país en general: ¿Entonces por qué ponerle el nombre del padre de un presidente desafortunado? Un presidente cuyo gobierno ha sido casi dirigido por una entidad política antigua, que cree él se mantiene en la sombra, pero que ahora todos sabemos quién es. Las protestas, los gazapos, las fallas y tropezado discurso tembloso de Duque demuestran claramente que no hay méritos para que esta biblioteca se llame como su padre.
Varios miembros del recinto del Concejo Municipal de Rionegro manifestaron, en su calidad de concejales, que preferirían que se escogiera otro nombre que, en verdad, pertenezca a la idiosincrasia del municipio.
Valdría la pena preguntarle a la comunidad universitaria, la comunidad estudiantil, a los docentes y a los ciudadanos en general: ¿Qué nombre debería llevar esta biblioteca pública? Que al ser pública es de ellos, de nosotros, los habitantes de este territorio.
