Para nadie es un secreto que la situación social, económica, política y cultural del hermano país de Venezuela, desde hace unos años para acá, es escandalosa. Miles de personas muriendo de hambre, millones de exiliados y escasez de productos de primera necesidad son solamente algunas de las herencias que le dejó a Venezuela el dictador Hugo Chávez.
Por eso, frecuentemente, los colombianos manifiestan dolor al ver cómo el país vecino se está deshaciendo a pedazos. Millones de colombianos dicen sentir pena por ver cómo en Venezuela, por ejemplo, las personas de a pie no pueden ir al supermercado a comprar azúcar o harina. Y, de hecho, los más osados han hecho plantones en Colombia para que la comunidad internacional meta las manos en el asunto, y saque de la miseria a un pueblo que por su petroleo debería ser el más rico del continente.
Sin embargo, cada tanto, el deporte más popular del mundo hace que 11 colombianos y 11 venezolanos midan fuerzas en una cancha de fútbol, tal y como ocurrirá el día de hoy. Y, justamente en ese momento, a los "buenos colombianos" se les olvida que el pueblo venezolano está viviendo una crisis más grave que la nuestra. Y, justamente en ese momento, el colombiano promedio expone una de sus caras más nefastas, la de burlón desgraciado.
Si Venezuela llega a ganar el partido de fútbol de hoy, tal y como ocurrió en la Copa América que se realizó en Chile en el año 2015, cuando la vinotinto venció a Colombia 1 a 0, las burlas de mis paisanos no se van a hacer esperar en las redes sociales.
"Ganaron, pero nosotros al menos tenemos papel higiénico" , decía un meme miserable, ofensivo y grosero que creó algún colombiano desocupado el día que Venezuela venció a Colombia en un partido de fútbol. Recuerdo que esa imagen, atiborrada de estupidez, circulaba minutos después del desenlace del juego por los perfiles de mis paisanos, quienes se burlaban de que los hermanos venezolanos no pudieran, al menos, acceder a una hoja de esas que nos sirven a los humanos para limpiarnos las nalgas.
Estoy prácticamente convencido de que los venezolanos hoy ni siquiera le prestarán atención al partido de fútbol, pues sé que ese pueblo hermoso en este momento está preocupado por conseguir comida y no triunfos deportivos banales, como el de clasificar a un mundial de fútbol o colgarse una medalla olímpica en el cuello.
En cambio, a la mayoría de mis ignorantes compatriotas, hoy les dolería tanto que los 11 adultos que los representan corriendo detrás de una pelota pierdan el partido de fútbol, que no les quedaría más arma para atacar que la de perder su dignidad atacando a los vecinos con ofensas tan ruines como la que, por ejemplo, vi hace pocos meses reflejada en un cartel: "Prefiero perder un partido de fútbol y no tener que caminar 15 kilómetros para comprar una cebolla y un tomate".
