Aún recuerdo las enardecidas alocuciones previas al "simulacro": "a ningún habitante de Bogotá le faltará techo ni comida", "ningún bogotano pagará servicios públicos", "los ubicaremos casa por casa hasta cubrirlos a todos durante la emergencia sanitaria", etc... Todas estas aseveraciones se pueden constatar fácilmente en la tan publicitada etiqueta #BogotaSolidariaEnCasa.
Sin embargo, los trapos rojos que hoy cubren las puertas y ventanales del muy colorido barrio Arborizadora Alta (Ciudad Bolivar) no son otra cosa que el reclamo de cientos de familias por el incumplimiento de tan desmedidas promesas, las cuales sembraron una falsa ilusión en estas personas: creyeron que sobrellevarían la cuarentena obligatoria cuan vacaciones remuneradas.
Un mes después, según el criterio distrital, los únicos vulnerables parecen ser los que habitan en las zonas más empinadas de la ciudad (con el respeto que se merecen). Para nada tomaron en consideración que luego de más de 30 días de confinamiento, sin empleos ni ingresos de ningún tipo, todos pasamos a engrosar la extensa lista de "familias en condición de vulnerabilidad". ¡Es obvio!
Bajo estas premisas no es nada extraño que a la alcaldía distrital se le haya enredado la cometa. Las cifras emanadas de las ya famosas ayudas para muchos resultan más que dudosas. Al parecer no se corresponden con la contrastante realidad.
Los trapos rojos también ondean en los estómagos de las demás comunidades que habitan la inmensa sabana de ocho millones.
