Duermo con la ventana abierta de par en par, con las manos latiendo del calor y siento el ambiente tibio por el aire que me circunda, es la temperatura del aire que exhalo y que me envuelve como si estuviera expuesta al pavimento del medio día. Doy vueltas en la cama, como si tuviera fiebre, y el sueño se siente infectado con historias que se revuelven en pesadillas en las que combino las imágenes de películas y documentales, vivencias propias y un jardín sediento debajo de mi ventana. Tengo que levantarme para tomar un poco de agua. A lo lejos, en mi duermevela, grita desde el fondo de mi cabeza Immortan Joe, de Mad Max Fury road: “Amigos míos, no se vuelvan adictos al agua, se adueñará de ustedes y se molestarán con su ausencia.”
Hice un viaje por Boyacá al inicio del año, mientras tomaba una cerveza que me resguardaba del calor en Ráquira, apenas vestida en mangas de camisa, con el carro polvoriento y las chaquetas guardadas, descubro que hace ocho meses que en esa parte de la tierra no llueve y que tal vez por eso siento hervir una tierra que hace poco era fría. Llamo a Medellín y aquí tampoco cae agua del cielo. Ya llevamos tres meses del año y apenas si contamos cuatro lloviznas en todo estos meses. Todas las noches bajo a ver mis plantas, a darles de beber, las riego con muy poco y cuando termino la tarea regreso a mi habitación hirviente, de vuelta a las historias y documentales en donde todo me recuerda que hemos transformado la tierra, que todo está mutando, que hervimos de a poco como una sopa que se hace a fuego lento.
En el libro Esto lo cambia todo de Naomi Klein
se cuenta que las proyecciones indican que la tierra estará sometida
a un incremento de seis grados de temperatura
En el libro Esto lo cambia todo de Naomi Klein se cuenta que las proyecciones indican que la tierra estará sometida a un incremento de seis grados de temperatura, lo cual es una inmensa alerta que titila cada vez más fuerte y que tiene que ver con la pregunta sobre el papel que tiene la especie humana en la existencia de todos a partir de los pactos colectivos que somos capaces de hacer para lograr la transformación de aspectos claves que tienen que ver con el progreso económico y nuestra cotidianidad. Al respecto dice: “Así que lo que tenemos ante nosotros es una dura elección: permitir que las alteraciones del clima lo cambien todo en nuestro mundo o modificar la práctica totalidad de nuestra economía para conjurar ese escenario. Pero hay que ser muy claros al respecto: por culpa de todas esas décadas de negación colectiva transcurrida, ya no nos queda ninguna opción gradual o gradualista viable.”
La narración apocalíptica me atemoriza… voy entonces lejos de las hojas amarillas de mis plantas, del libro que ocupa la mesa de noche, y prefiero ir al cine. Me refugio en la ilusión que es donde me siento mejor, pero allí también me da cacería el tema que me ronda. “Mientras el mundo caía, cada uno de nosotros, a nuestra manera, estaba quebrado. Era difícil saber quién estaba más loco. Yo o todos los demás”: dice Max Rockatansky, el protagonista de la última película de Mad Max: Fury Road. Esta cinta se llevó algunos de los premios Óscar más importantes de este 2016. Al principio no entendí de que se trataba el interés que todos mostraban por ella, fue una de las más taquilleras y era obvio que continuaba una saga después de casi treinta años de la última película que se hizo bajo el mismo tema. Luego de verla quedé enganchada como todos, pero sobre todo por Furiosa y el papel de las mujeres en ese mundo pos apocalíptico, sediento y polvoroso, enloquecido y violento.
Su director, George Miller dice de la película: “Cuando rodé la primera de la saga en 1979 pensé que no se estrenaría porque tenía un presupuesto muy pequeño. Sin embargo, llegó a Japón y dijeron que trataba de "un samurái solitario"; en Francia lo entendieron como "un vaquero sobre ruedas"; en Escandinavia, como "un vikingo solitario buscando el sentido de la vida en medio del campo yermo". Inesperadamente, dimos con un arquetipo que cuajó muy bien dentro del imaginario colectivo y una vez fui consciente de ello, lo pude extender a las otras entregas. Fury Road es un poco más de lo mismo y funciona en casi todas las culturas porque es un arquetipo”. Y sí, para mí lo cumple, pero ya no en lo masculino sino en lo femenino, lo que lo hace aún más interesante bajo mi punto de vista.
Aunque el título privilegia al personaje masculino, Furiosa es la diosa, la suma sacerdotisa, guerrera y visionaria, que sabe que en la semilla está la razón para proteger un nuevo mundo que podría emerger desde la leche, del líquido amniótico y la fertilidad. No se trata de hombres o mujeres, no es un asunto de género aunque se exprese superficialmente de esa manera. Para mí sobre todo es la expresión de la tierra y sus ciclos, del principio eterno de la creación y como lo dice la misma Klein, de un mensaje que nos trae sobre la tierra, sobre la necesidad imperante de que debemos evolucionar, lo cual, posiblemente implica devolvernos, como Furiosa, del camino hacia la batalla sin fin, para regresar al agua profunda, al verdor que reside en la razón más profunda de nuestra humanidad, que reposa en la naturaleza misma de nuestros cuerpos.
Doy punto final a mis pensamientos para embarcarme en la siguiente idea, pero como una carcajada lejana canta en un parlante de la casa vecina Tina Turner: “…We don't need another hero/ we don't need to know the way home/ all we want is life beyond the thunder dome….”
