Henos aquí, otra vez luego de 16 años de no clasificar a un triste Mundial y 24 de no pasar a octavos de final. Es tanto el tiempo que ha pasado que pretendo ponérselo en números; la última vez que Colombia clasificó yo tenía 10 tiernos años y apenas si estaba en quinto de primaria, hoy que pasó esa gavilla de muchachos emprendedores, tengo 26 y fenece mi vida universitaria.
SÍNDROME DE NOVIO VERANEADO
Y la cosa puede explicarse de manera más terrenal, teniendo en cuenta que Colombia es como el novio arrecho prepuberto que hace rato no tiene una noche de relaciones cachondas con la novia hace 16 años tenía en el colegio y hoy teniendo 32 años, se entera de que ella estuvo enamorada de él en secreto... esa noche no se espera decencia ni condescendencia.
ME DEJÉ CONTAGIAR POR EL PATRIOTISMO
Yo sí lo acepto, yo era de esos que le echaba la madre a la Selección Colombia simplemente porque tantas derrotas me hacían una clase de profeta mezquino y rabón que quería y decretaba que perdieran no más para darme la razón a mi mismo, pero hoy les vengo a confesar, casi queridos lectores y menos despreciados enemigos, que la tricolor me ha sabido callar la boca y por lo mismo es que hoy en día soy de los que me animo a poner pollas, traer cerveza y tomarla en compañía de la familia, e inclusive a pagar por el petaco.
LEY SECA
Lo último, ha sido digamos que no ha sido tanto problema para mi, porque digamos que soy de esos a los que les gusta beber, beber como una guapucha, pero tampoco soy ni de los que se desespera por estar sobrio ni de los que se descontrola cuando no lo estoy tanto, así como asumo que es la mayoría de la humanidad con quien comparto este cochino pero simpático terruño llamado Colombia. Sin embargo, es por esa indeseable minoría que siendo jayanazos sepan tomar menos que un bebe de teta, haciendo alborotos y destrozos de los cuales se van a quejar después cuando sean arrestados por la policía porque no los deja celebrar en paz. Y muy cierto, la policía es tan descarada que no los deja delinquir ni volver escombros la ciudad. ¡QUE DESCARO!
FÚTBOL Y LEY SECA
Pero no es una diatriba contra el fútbol ni la selección sino contra los hinchas ramplones y desadaptados que intentan mostrar ser felices, cuando lo único que hacen ver es responderle al presidente "Sí señor Presidente, yo prestaría a mi hijo para la guerra para que coja peso en la huevas" y muy bien harían en prestarlos, ya que por ejemplo los hinchas de Millonarios han mostrado tener un talento innato para emboscar vehiculos de transporte masivos y detenerlos a voluntad hasta con conductores a bordo.
Por esos desadaptados es que empezaron a casi que proliferar las leyes secas tan recurrentes en estos días, porque Millonarios estaba cumpliendo años, 68 tiernos añitos creo, y la celebración iba por lo grande, tanto así que había un mar albiazul en la Avenida Jiménez, la bloquearon.
LA CAMISETA NO LE GARANTIZA FIABILIDAD
En ese momento, que pasaba yo por ahí, no me sentí intimidado ya que soy hincha de Millonarios y esa era mi póliza de seguros de turno, pero así como una modelo pedorra, algo me olía mal dentro de tanta belleza, y vea usted que no me equivoqué precisamente porque la camiseta no le garantiza a usted que esa o esas personas que la llevan puesta, sean lo pilares más recios de la sociedad. De ser así, nadie le echaría la madre a los políticos ni a los evangélicos.
NO ESTAMOS ACOSTUMBRADOS AL TRIUNFO SINO AL FRACASO
¿Se ha preguntado usted porque Colombia es un país que estrañamente aparece como uno de los países que está entre los más felices del mundo y a la vez como uno de los más violentos en los infinitos rankings mundiales en los que a Colombia le encanta figurar y puntear? Yo sí y tampoco lo entendía pero luego vino a mi esa revelación en forma de fútbol, alcohol y delincuencia.
Nuestro país sueña tanto con triunfar y salir de esta miseria generacional que no está acostumbrada a que los sueños se hagan realidad, el pueblo violento sueña tanto con la paz y felicidad que cuando se asoma un vestigio de eso, suelen ponerle el "toque de realidad" para que no se vea tan irreal y por eso es que en el Día de la Madre, el Día de la Mujer, el Día de la Independencia, en Navidad y Año Nuevo, épocas felices, terminan siempre en tragedia, escoja usted cual; heridos, niños quemados, muertos de todas gamas y colores.
No es la primera vez, ya que antecedentes hay muchos; en el célebre 5-0 hubo varios muertos cuando le ganamos a Argentina, en la Libertadores en la época en que vivía Escobar y Gacha, y ni hablar de las barras bravas que se matan entre sí independientemente si gana su equipo o no.
La cosa es que tantos años de quedarnos varados, nos han hecho buenos perdedores porque nos acostumbramos a no clasificar y cada que perdemos, la sensación no nos es de mayor impacto, pero al mismo tiempo, al conocer una victoria importante, nos hemos vuelto malos ganadores, enloquecidos y cegados por un resplandor que nos nubla la razón, como si nunca hubiéramos ganado.
Al que hay que aprenderle es a nuestro rival de primera fase, Japón, que al perder contra Costa de Marfil, lejos de indignarse por la descalificación, eran ellos quienes recogían la basura y colaboraban con el orden y el aseo del estadio. A ellos sí los respetos, y en su propia cultura la media venia.
LA DELGADA LINEA ENTRE LA CELEBRACIÓN RESPONSABLE Y LA JUERGA DELICTIVA
Aquí, en cambio, la celebración es sinónimo de recocha y descontrol, todo se justifica en medio de la multitud; unos celebran (que son muchos), salen a la calle, ensordecen a todo mundo con las vuvuzelas, paran el tráfico y se mandan en hordas a entorpecer el orden público, y claro como los policías se hallan plagados y superados en números, no pueden hacer nada y aprovechando esto, aprovechan para agredirse y echarse harina en las ñatas, tanto entre ellos mismos como a los transeúntes inocentes, y ¿por qué no? delinquen también, pero no tienen la culpa porque están "celebrando". Y los otros (que son la inmensa minoría) esos a los que nos gusta tomar a gusto y moderadamente en la casa, sí nos toca pagar los platos rotos como consecuencia de ellos borrachos vivos y ordinarios, por ejemplo de emborracharnos tranquilos en la casa sin causar mayores destrozos.
HECHA LA LEY (SECA) HECHA LA TRAMPA
Por supuesto, la idiosincrasia colombiana es una amalgama de vivismo, creatividad, egoísmo y corruptelas, en las que una ley seca no nos significa mayor amenaza, y digo "nos" porque yo ,como he dicho, gusto de mi lúpulo y cebada en botella. Cual Homero Simpson, siempre sabemos de dónde sacar la cerveza, especialmente si nos la prohiben, y es que así nos toca, porque seamos sinceros, muchos negocios se perjudican con estas leyes arbitrarias. Fenalco y el gremio de bares, tiendas y licoreras mueven mucho dinero siendo que el licor es literalmente una droga legal.
La cosa que al genio del mamerto e "inmaculado" burgomaestre, Petro Picapiedra, se le ha ocurrido es que hay que cortar de raíz el mal, como si por prohibirlo de sopezato automáticamente la gente fuera a hacer caso, así como a los millones de fumadores los que los que no fuman les dijeran "deje de fumar" si fuera así, o si hubiera personas así, preséntenmelos que también llevo 10 años con ese vicio como para que me lo quiten de raíz, gracias.
Además de poco sirve si es que usted es de los que se abastece un día antes de su buen petaco de cerveza y Whisky ¿Quién le dice algo?
MEDIDAS QUE DEBERÍAN TOMARSE
Las borracheras son menos peligrosas y menos fastidiosas que pitarle a alguien en el oído con una vuvuzela, dispararle o la harina en la nariz (no hablo de cocaína esta vez). Es legal, y como a los hijos irremediablemente perdidos, la cosa no se soluciona prohibiendoles sino limitandoles.
Por ejemplo, en los días de partido, sería mucho más aconsejable subir los precios de las bebidas espirituosas. "¿Qué se quiere emborrachar hoy que juega Colombia?, claro señor, hoy le cuesta un poco más para que le duela más la cruda del bolsillo que del canazo". Se emborracha usted, o se alcanza a prender según su bolsillo, ganan los comerciantes y no tiene la necesidad de salir.
Es solo una propuesta, vaya usted a ver si la recibe o no, si va a tomar decisiones, tómela en las rocas, o lo que es lo mismo, con cabeza fría.
