El peso de los elegidos de extrema derecha en Francia, Italia, Hungría o Reino Unido tendrá influencia en el nuevo Parlamento de Estrasburgo, no decisiva, pero sí introducirá diversos equilibrios. La primera fuerza del nuevo parlamento seguirá siendo la centroderecha pro-UE del Partido Popular Europeo, PPE, que gana por quinta vez consecutiva, por delante de los Socialdemócratas, S&D, de centroizquierda, de nuevo en segunda posición. Pero los dos grupos perderán por primera vez su hegemonía en el hemiciclo y no tendrán la mayoría absoluta. Ambos grupos, PPE y S&D, necesitarán buscar aliados para poder gobernar. Según los primeros resultados, la votación otorga al PPE 180 escaños (217 en 2014), frente a los 152 que lograría S&D (187 en 2014). La cifra mágica para gobernar son 376 votos. La llave para que el Parlamento Europeo no se paralice puede venir de la sorpresa de la jornada electoral, Alianza de los liberales y demócratas, ALDE, uno de los ganadores, con 105 puestos (68 en 2014), que consigue el tercer lugar. El aumento de sillas de ALDE se explica porque se le suman los aportes de LREM de Emmanuel Macron y Ciudadanos de Albert Rivera. La coalición de estos tres grupos haría que los puntos de la agenda europea tengan camino expedito.
Los próximos meses serán ricos en remezones, estrujones y volteretas. Grecia ha sido de los primeros en actuar. El partido de centro derecha, Nueva Democracia, ND, derrotó ampliamente a Syriza, del primer ministro Alexis Tsipras, este había convertido las elecciones del domingo 26 de mayo como un plebiscito a su acción de gobierno. De inmediato, el líder de ND, Kyriakos Mitsotakis expresó: Tsipras perdió, debe renunciar. Cosa que hizo: disolvió el Parlamento griego y adelantó las elecciones, debían celebrarse en octubre, a 30 de junio. De nada le valió a Tsipras tomar medidas antes de las elecciones: aumentar el salario mínimo, utilizar superávit presupuestario para reducir impuestos (IVA). Grecia viene en caída libre desde 2010. Su antiquísima grandeza cultural, quedó devaluada con el paso de los siglos y por las nefastas gestiones gubernamentales desde la junta de los coroneles en 1967, la tienen arruinada. La salva la Acrópolis, el gran reclamo turístico; y la compra que hizo China del puerto ateniense de El Pireo, el mayor del Mediterráneo.
Otro porrazo fuerte fue el descalabro del partido conservador de Theresa May en Reino Unido, que se quedó con los crespos hechos. El Partido Brexit del populista Nigel Farage se alza victorioso con 31.6%, seguido del Partido Liberal Demócrata con 21,1%, los laboristas de Jeremy Corbyn fueron lanzados al tercer lugar con 14%. El partido de May queda en 5° puesto con apenas 8,7%. Gran Bretaña profundiza en la sima. Farage es partidario de un Brexit duro, de una salida sin acuerdo. Tanto se ha dicho sobre este punto que ya no se sabe si será una catástrofe o una bendición, que no haya acuerdo. Cuando Trump puso los pies en el aeropuerto de Londres, dijo: Brexit es Brexit. Lo dijo ante la incertidumbre que se vive en Inglaterra desde junio de 2016 cuando se votó el Brexit y ganó por exigua minoría el leave, salir de Europa. Tony Blair ante la incertidumbre pide un segundo referéndum. Los duros dicen no. Lord David Trimble, exprimer ministro de Irlanda del Norte, es partidario del abandono porque el intercambio con Europa no beneficia a los británicos y se recupera el poder de decisión sobre los propios asuntos. Si hubiera otro referéndum, el leave ganaría con una mayoría muy amplia, afirma. En las próximas semanas, podría venir el cataclismo. Por ejemplo, la empresa automovilística, Ford, dijo en enero pasado que, si Reino Unido deja la UE sin acuerdo, eso le costaría 800 millones de dólares. Pero el rompecabezas británico se complica porque la participación ciudadana del domingo 26 no llega al 40%, aunque sube en relación al 34% de 2014.
Otros eventuales ganadores son los llamados verdes. Esos partidos ecologistas cuya preocupación básica es el cambio climático. En Bélgica los ecologistas avanzan en detrimento de los socialistas, pero en medio de un país polarizado. El norte ha votado más a la derecha y el sur más a la izquierda. Bélgica hizo elecciones, además de para el Parlamento, federales y regionales. El panorama político belga se complica después de las elecciones, porque se avecina una lucha de facciones fuertísima. Hay 12 facciones, la mayoría absoluta para gobernar se torna brumosa. En Francia los verdes hacen sonar las alarmas. El grupo Europa Ecológica-Los Verdes llega a 13,4%, se sitúa en tercer lugar, por delante de Los Republicanos de Nicolas Sarkozy. Francia ya no quiere saber nada de los dos partidos tradicionales que, en su momento, encabezaron Chirac y Mitterrand. ¿Serán ciertos estos cambios?, ¿mismos rostros con nuevas máscaras?, ¿una nueva política almacenada en viejos odres? O la lampedusiana broma de, cambiarlo todo para que nada cambie.
Y como para complicar aún más las cosas, en Cataluña eligieron al Parlamento Europeo a los líderes secesionistas de 2017, Carles Puigdemont, exiliado en Bélgica, y Oriol Junqueras, que lleva un año en la cárcel. Vamos a terminar este artículo pensando en que soplarán vientos favorables en Europa. El populista italiano, Matteo Salvini y su partido la Lega, ganó según lo previsto, un 33%. Salvini, según su costumbre, sacó foto después del triunfo. Se le ve en su biblioteca, con una amplia y jubilosa sonrisa, sostiene en sus manos un letrero donde se lee: 1° Partido en Italia, Grazie. Y declaró a los cientos de periodistas reunidos en torno a él: continuamos el contrato de gobierno (mientras besa el rosario que tiene en su mano derecha). Se cumplió lo que él había dicho: ganaré con ayuda de la Virgen María. ¡Cómo rebatirlo, si estamos en la tierra de Pedro, el sucesor de Jesús! Las palabras de Salvini confirmando su lealtad al primer ministro italiano Giuseppe Conte aportan algo de calma. Pero Italia se expone a una multa de $3.500 millones de euros por parte de la Comisión Europea por no poder controlar su deuda pública. Como se ve, son vientos favorables en tiempos tormentosos.
