La fórmula es demasiado sencilla, no existe un país desarrollado sin un aparato técnico científico de avanzada. Si revisamos año tras año los resultados del ranking de las mejores universidades del mundo según el índice Shangai, encontramos que no está encabezado por las universidades de la República del Congo, ni por las bolivianas y tampoco por las colombianas. Nuestras universidades no aparecen ni entre las 200 mejores del mundo. Las mejores universidades del mundo están localizadas precisamente en aquellos países que se han tomado en serio el tema de desarrollar su aparato productivo con base al desarrollo científico. Y cuyas economías, no dependen de las regalías del petróleo, sino de la exportación de carros, aviones, computadoras y demás productos de alto valor agregado.
Lamentablemente, bajo el analfabetismo científico de los políticos colombianos, encabezados por el presidente Santos y su ministro de Hacienda Cárdenas, se cree que el invertir en el desarrollo científico del país es un bien de lujo, que no nos podemos dar en tiempos de afugías económicas. No saben para que sirve desarrollar la maquinaria científica de un país. Pero se les olvida que trabajan y se divierten con celulares y computadoras Apple traídos de EE. UU, se transportan en carros de marca alemana y miran la hora en relojes suizos. Es bueno recordarles a nuestros ciegos gobernantes que nos divertimos con videojuegos, nos curamos con medicinas, nos transportamos en buses y carros y nos matamos con armas que son producidas por industrias de base tecnológica originarias de los países del primer mundo.
Rebajarle dramáticamente el presupuesto a Colciencias en plena era del conocimiento es vandalismo de alto nivel, es traición a la patria, es poner en riesgo el futuro de un país. Tal como no lo recuerda el científico y humanista Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios “[…] La ciencia puede ser el camino dorado para que las naciones en vías de desarrollo salgan de la pobreza y el atraso. Hace funcionar las economías nacionales y la civilización global.”
Reflejo de lo planteado por Carl Sagan es que los países desarrollados invierten todos por encima del 2 y 3% del PIB en ciencia, tecnología e innovación. De no hacerlo, saben que es el camino al mundo subdesarrollado en donde se es manipulado a nivel político y económico. Para dicho rubro, Colombia no invierte ni el 0.5% del PIB. Lo que evidencia por qué nunca despegó la locomotora de la innovación y el conocimiento propuesta por Santos; además pone a prueba el discurso vacío de esté gobierno de querer dar un salto y llevar a las empresas colombianas a un escenario de mayor innovación, con más impacto y desarrollo en el mundo de los negocios, pero ¿cómo lograrán eso?, ¿recortándole el presupuesto a Colciencias?
En pleno siglo XXI, en un mundo globalizado y una economía que avanza a través de la innovación tecnológica, no deberíamos seguir hablando de apoyar las inversiones en ciencia, sino apoyarnos en la ciencia, la tecnología y la innovación. Colciencias debería ser la niña mimada en el presupuesto de un país en vías de desarrollo y que pretende entrar a la OCDE.
