La presente es una respuesta a la columna de opinión que escribió el 4 de febrero Antonio Caballero en la revista Semana titulada "El invento de los antitaurinos":
El señor Caballero, en primer lugar, dura medio artículo diciendo que los antitaurinos somos ignorantes que rechazamos las corridas porque no entendemos de lo que en verdad se tratan y escondiéndose y perdiéndose en diatribas nostálgicas (que tan solo para ese puñado de viejos anquilosados tendrán significado), cuando al fin, casi en la mitad exacta del artículo, presenta las famosas razones que nosotros no entendemos, y que pretenden sacarnos del pantano de nuestra patética ignorancia, resultan tan pobres y tan comunes que un bostezo del lector exclama: "¿En serio? ¿Esta era la brillante epifanía con la que ibas a abrir mis ojos de ignorante?".
Pues Caballero dice que las excelsas "razones" por las cuales se debe disfrutar del toreo son:
"el arte del toreo. La belleza del juego, el valor del combate, el sentido del sacrificio".
Y ya. Toda una columna de opinión para esbozar estás cuatro pobres y clichesudas "razones" que, supuestamente, los antitaurinos no somos capaces de comprender. ¿Y entonces? ¿Qué hizo con el resto del espacio de la columna? Pues bien, lo dedicó a decirnos ignorantes y chabacanos a través de diferentes anécdotas que pretenden demostrar su "erudición", ese típico imaginario clasista y esnobista que rige a los colombianos... Como si distinguirse de la plebe a través de los privilegios de clase como educación o viajes, los hiciera mejores personas o portadores inexorables de la antorcha de la verdad que escapa a los tenebrosos ojos de esa chusma que poco se distingue de los animales.
Pues déjeme decirle, señor Caballero, que si lo que quiere es arte, puede ir a museos, galerías, teatros, bares de salsa, blues, rock o jazz. Si quiere disfrutar de la belleza del juego, practique algún deporte, y si lo que quiere es emborracharse con sangría mientras lo hace para incrementar su panza y lustrar su calvicie decadentes, pues entonces juegue póker o vaya a un casino. Pero si lo que quiere es entender y vivir es el valor del combate: búsquese una buena pelea a lo "Fight club" con sus propias manos de cobarde y entienda lo que exalta (porque le aseguro que en medio de sus comodidades de niñito rico, nunca supo lo que es estar en una verdadera pelea callejera, no las del colegio en las que se pelea como con un aleteo de polillas envalentonadas, sino una en la que de verdad la vida hubiera estado en riesgo, de esas de las que hablaba Arthur Miller al decir que no se bebía pelear limpio con un extraño jamás), vaya hágalo sostenga ese tipo de combate y vuelva y dígame qué es lo que hay de glorioso en ello, pero no nos diga que pretende descubrir el valor del combate por medio del morboso facilísimo de ver cómo otros torturan y pican a un toro desde la seguridad de su grada, aunque sea disfrute del boxeo o de las MMA como tantos otros cobardes, dónde por lo menos los que brindan el sangriento espectáculo son dos personas conscientes que DECIDIERON entrar al ruedo para divertir a un puñado de "heroicos" nerds o viejos borrachos y panzones que se jactan de conocer "el valor del combate".
Pero si lo que quiere es conocer el sentido del sacrificio, como afirma su última "razón", mi estimado Antonio, para eso no necesita ir a ver cómo desangran a un animal en una plaza, para eso lo único que tiene que hacer es lo que los de su clase jamás han querido: amar.
