Los últimos días de su vida los pasó junto a Patricia Restrepo en el edificio Kordiki de Cali. El 4 de marzo de 1977 Andrés Caicedo tenía muchas razones para estar contento. Poco a poco se afianzaba como una de las promesas de la literatura colombiana y desde Buenos Aires esperaba con anhelo la copia de su Qué viva la música, libro que además había sido editado por el Ministerio de Cultura en Colombia.
Andrés en esos días escribió cartas, una de sus aficiones máximas y estaba contrariado porque el periódico el Pueblo de Cali le había negado ir a cubrir el Festival de Cine de Cartagena. La respuesta a su depresión fue tomarse de un solo sopetón 60 pastillas de seconal. “Se me explota la cabeza” fue lo último que le escuchó decir Patricia a su novio antes de caer sobre la máquina de escribir.
Fueron 25 años intensos. “Vive rápido y deja un cadáver hermoso” era el mantra de Andrés, una especie de Billy the kid de la literatura colombiana. En vida vio muy poco de sus libros publicarse. Gracias al cuidado de Carlos Alberto Caicedo, su papá y de su hermana Rosario junto a unos pocos buenos amigos como Sandro Romero Rey o Luis Ospina se ha podido desentrañar su legado sepultado en un baúl en su casa en el barrio Ciudad Jardín de Cali. Lo último que acaban de aparecer, después de 44 años de su muerte: 22 cuentos inédito. Escritos con el vigor juvenil de sus 14 y 15 años, momento en que escribió en 1966 los textos que serán publicados por Editorial Planeta en el libro Todos los cuentos el próximo junio. Se logró gracias al trabajo dedicado y exhaustivo de su hermana Rosario y Sandro Romero Rey quienes junto a Juan David Correa, Editor de Literatura de Planeta, la editorial que adquirió hace dos años los derechos totales sobre la obra .
Desde los 14 años Andrés Caicedo llevó sobre sus espaldas la pesada cruz de tener talento en una ciudad mojigata y atrasada como Cali, a la que le costó mucho trabajo aceptar su genio. Una vida torturada que encontró en las películas de forajidos jóvenes de Sam Peckinpah y en las canciones de los Rolling Stones y de Richie Ray el único consuelo. Pepe metralla le decían al jovencito que acompañaba a sus amigos mayores a las fiestas y en medio de la música atronadora sacaba su máquina de escribir y empezaba a teclearla de manera implacable.
Cuentos de Caicedo han salido publicado en 3 libros, ahora planeta hará la recopilación completa
Sus cuentos se empezaron a publicar tres meses después de su suicidio. Ese primer grupo de narraciones lleva el inspirado nombre de Angelitos empantanados. Siete años después, en 1984, sale Destinitos fatales. Andrés no paró de escribir, fue una vida entregada de lleno a una obsesión. Todo lo volvía literatura, hasta la crítica cinematográfica. El tomo de Ojo al cine que recopila sus comentarios sobre las películas que no se videó –término que él robó de La naranja mecánica-es un ejemplo continental de cómo se debería abordar de manera exhaustiva, erudita, una película y convertir una apreciación cinematográfica en una pieza literaria.
Sin embargo lo más importante que se ha publicado de manera póstuma de Andrés es Correspondencia. Los dos tomos publicados por Seix Barral con 198 cartas, son una autobiografía íntima, descarnada, que tuvo en Rosario Caicedo el aliado que el jovencito de aire Lewisiano necesitaba para que no fuera mutilada su esencia ni sus verdades durísimas.
Ese mismo niño genio que escribe las cartas como si fueran piezas de antología, es el mismo que es rescatado por editorial planeta en sus cuentos definitivos. ¿De dónde sacó Andrés el tiempo, la energía para convertirse en un monstruo y dejar un caudal que no se seca 44 años después de su muerte? En junio podremos tener en nuestras manos una nueva muestra de un talento que se fue muy rápido.
