Anoche me pasó algo interesante. En medio de las malas noticias, tomé un break en las redes y vi varios artículos que hablaban de un video que subió Alejandra Azcarate a IG, me ganó la curiosidad y lo vi completo. También vi su justificación.
Aunque no soy dada a comentar en redes sociales, este video en particular me pareció extremadamente ofensivo y completamente desubicado. Le escribí algo así como “La próxima vez no sea amarrada y compre un tiquete en business y así puede pedir que le cambien de puesto para que el pobre señor no tenga que viajar con una persona tan desagradable como usted”. Tengo muy claro que no fue la reacción con más clase, pero sentí una necesidad de insultarla tanto como ella insultó al señor japonés que viajaba con ella.
Horas más tarde la señora Azcarate me contestó por mensaje privado “me prestas? Es que no me alcanza”, a lo que le contesté que si ella se siente en la capacidad de insultar a alguien por qué no es capaz de recibir ella misma el insulto. La cosa quedó ahí y luego vi que borró mi comentario y me bloqueó de su cuenta.
El tema por el cual encontré esto tan aberrante es porque estamos viviendo un momento en donde neonazis, supremacistas blancos, grupos xenófobos y racistas, creen que está bien salir a las calles y expresar su odio públicamente. Donde el troglodita de Trump considera que los grupos antifascistas están en el mismo nivel que los protestantes fascistas y que se deben condenar por igual.
Estamos en un mundo donde niños y jóvenes se suicidan a cuenta del matoneo en los colegios y en las universidades. Donde matan ciudadanos de raza negra sólo por pertenecer a esta minoría. Donde los latinos están siendo sistemáticamente atacados por su origen geográfico. Donde los musulmanes son atacados por su religión y por algunos radicales que llevan a cabo ataques terroristas, un pequeño grupo que no representa ni su etnia ni su religión.
La justificación de la señora decía que era un asunto publicitario con Aviatur, una empresa manejada por inmigrantes judíos que deberían tener un poco de compás moral y saber que incitar violencia hacia un grupo racial está sencillamente mal. No sé quién fue el desubicado que decidió que violentar un ciudadano japonés por su “chucha” era algo gracioso que iba a ayudar a vender tiquetes. Por favor, alguien dígale a esa persona o a esa agencia, que les debería dar vergüenza solo pensar que esto es aceptable.
En mi juventud yo fue una de las peores bullys de mi colegio y de adulta he tenido mucho tiempo para arrepentirme y darme cuenta de lo ridícula y peligrosa que era mi actitud. Si pudiera pedirle disculpas uno a uno, lo haría. Aunque aprovecho ese momento para decirles a todos y cada uno que siento mucho haber colaborado en hacer su vida un poco peor. Créanme, he pagado.
Violencia, así sea verbal y en “chiste”, solo va a generar más violencia. Y las figuras públicas deberían dar ejemplo en vez de fomentarla.
Señora Azcarate, póngase en los zapatos de las personas que son víctimas de su matoneo. Después piense qué tan terrible sería que la víctima fuera usted o alguien allegado a usted. ¿Ya no sería tan agradable verdad? Si va a sacar una disculpa, hágalo de verdad y no racionalice sus errores echándoles tierrita y diciendo que es solo un tema de publicidad.
Señores de Aviatur, los invito a replantear su estrategia publicitaria. La de ahora no es más que una payasada.
