En una reciente nota ciudadana, Alberto Díaz califica como imbéciles y desadaptados a quienes han criticado a Nairo Quintana por haber hecho público su voto por el uribismo. Además, señala que muchos de los críticos de Nairo son petristas de izquierda que lo atacan por no asumir esa misma posición política. Para él nuestros gladiadores no deberían tener posición política y si la expresan no debería cuestionárseles. Lo anterior pone de presente un debate importante: los deportistas pueden ser criticados por sus posiciones políticas o estas son irrelevantes y se les debe considerar solo en razón de su gloria deportiva.
Los deportistas de primer nivel, así como los escritores periodistas, actores, etc, son personajes públicos. Esto los coloca en un nivel diferente a los colombianos anónimos, por cuyas opiniones y posiciones, incluidas las políticas, nadie se interesa. Son personajes que, para bien o para mal, influyen sobre miles o millones de colombianos. Justamente por eso las agencias de publicidad y las grandes compañías comerciales les pagan millones, en ocasiones miles de millones de pesos, para que transmitan un determinado mensaje comercial a la sociedad.
Sin embargo, estas estrellas también tienen la capacidad de transmitir otros mensajes, sean religiosos, ambientales o políticos. Considerando que la sociedad desde siempre se encuentra embarcada en la búsqueda de un mundo mejor, cada individuo de la misma tiene la responsabilidad de hacer su aporte a ella en la medida de sus posibilidades. Ahora, las estrellas, incluidas las deportivas, tienen una mayor posibilidad de aportar en la discusión y toma de decisiones en sus sociedades, por ello no pueden ser indiferentes frente a temas como la paz, la protección de las selvas y el ambiente en general, la lucha contra el cambio climático, el proceso de paz, la lucha contra la corrupción, los derechos de las minorías y otros temas de gran trascendencia para la sociedad. Es imperativo que asuman posición frente a los temas señalados.
No hacerlo es quedarse en el mero farandulismo y la lógica del mercantilismo que reduce al deporte a la condición de empresa comercial y publicitaria. De esa manera el deportista de elite se convierte en el florero que adorna la casa, el bufón que divierte a la corte y distrae a los ciudadanos de los problemas de la sociedad. Sería limitarse a asistir a los cócteles y fiestas de los poderosos, ese trabajo ya lo tienen los políticos y periodistas de renombre.
Ahora, es fácil comprender por qué la mayoría de los deportistas, artistas y estrellas en general, optan por el silencio político. Debe entenderse que los deportistas de elite, como todos en la sociedad, se mueven en un mundo de poderosos intereses que deben tener en cuenta para no afectar su futuro. Nadie patea la lonchera. Así como un periodista difícilmente crítica los negociados que benefician al grupo económico propietario del medio de comunicación para el que trabaja, muchos deportistas consideran las consecuencias que les puede acarrear el asumir posiciones políticas o en relación con temas polémicos en la sociedad. Qué podría decir Egan Bernal frente al rey mundial del fracking, Jim Ratcliffe, quien estaría dichoso con destruir el medio ambiente en Colombia para favorecer su industria petrolera, de nombre Ineos, y que a la vez es dueño de su equipo de ciclismo, el Ineos, como lo señaló una publicación de Las2orillas.
Es conocido cómo otros deportistas han asumido su compromiso con su sociedad, su país o su grupo social. A diferencia de lo que se podría pensar, deportistas de distintas disciplinas asumieron posiciones políticas difíciles. Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, el famoso Sócrates, fue partícipe activo en la lucha contra la dictadura brasileña. Los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos, medallistas en las olimpiadas de México 1968, reivindicaron en el podio la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, gesto que les costó ser expulsados de las olimpiadas. En el libro Futbolistas de Izquierdas, el español Quique Peinado cuenta las historias de una serie de futbolistas de todo el mundo que asumieron posiciones políticas en defensa de lo que consideraban era lo correcto. Es decir, nada impone que deporte y política no se relacionen. Al contrario, decir que la figura deportiva no haga pronunciamientos políticos es reducirla a la condición de legitimador y afianzador del poder de la elite política que le pide al resto de la sociedad que no asuma posiciones políticas, para dejarle a ella el monopolio del ejercicio político, con los resultados desastrosos a los que ha llevado a Colombia. Posición que legítimamente pueden asumir los deportistas, pero frente a la cual se les ha de poder criticar.
Adenda: solicitar que no se asuma posición política frente a temas controvertidos, como reclama Díaz, lo lleva al absurdo de defender la actitud del presidente Duque, quien como jefe de gobierno tiene el deber de tomar medidas contra los asesinatos de líderes sociales y perseguir a los asesinos, en lugar de participar de manera oportunista y absurda en marchas que protestan contra su gobierno, el que no hace nada al respecto.
