"Me expropiaron la reputación", una frase que dicha en el momento que fue dicha, deja entrever la poca empatía, la frialdad de un discurso que parece creerse sus propias mentiras.
Ante las implicaciones jurídicas que actualmente debe enfrentar el señor expresidente Álvaro Uribe, queda la duda de si en algún momento las respuestas tendrán mayor coherencia que una simple defensa inconexa y empeñada en perdurar una imagen sólida de sí mismo.
Solo queda esperar el avance del juicio y añorar un resultado del lado de la justicia y consecuente con el daño experimentado por tantas víctimas, del mal más primigenio del hombre: la corrupción del espíritu y su manifestación en el actuar cotidiano.
¿Qué pasa por la mente del profesional en salud mental que escucha a nuestro personaje ilustre?
¿A qué se debe la tos seca que remata la respuesta del consultante?
Vale la pena pensarlo.
