Esta bella e irreemplazable ciudad ha parido criaturas enorgullecedoras. Aquí nació el Grupo de Barranquilla, el fútbol colombiano, el Júnior, se creció la música vallenata y ha reinado per sécula seculórum el José Asunción del acordeón, Dolcey Gutiérrez; fueron célebres Marcos Pérez y Édgar Perea, y en política han brillado con luz propia y de los gobiernos centrales el gerleinismo, el martinleyismo, el slebismo, el namismo y en los recientes años se ha regado como la verdolaga por el suelo el charismo.
A excepción del primero de los movimientos mencionados, los restantes han militado en el grupo de los mudos en su paso por el templo de la democracia. Pero obstáculo eso no fue para que dejaran su impronta en la historia bipartidista de antaño y multiempresarial del presente.
El grupo dominante de estos días, como sus antecesores, se nutre de sectores de profesionales universitarios pertenecientes al Poder Judicial, abogados litigantes, docentes de educación media y superior, organismos de control, etcétera, lo que hace que sus actuaciones estén revestidas de cierto lustre.
La intelectualidad, sin embargo, parece valerle tres tiras de sapo seco, según apostillaba con alguna frecuencia el líder campesino sucreño, Lácides Benítez, al grupo de marras. Hará de esos unos cinco años cuando se destapó el potosí del tanque elevado de agua de Siete de Abril, el más grande del mundo, en palabras del Major y del vicepresidente de la época, destinado a resolver el problema de agua en el sector y los periféricos, pero...
Como el caldo no es nuestro plato favorito, el charismo decidió endonarnos dos nuevos joyeles del surtido collar que carga en sus curtidas espaldas y apareció el contrato del MinTIC, entregado por la ministra Karen Abudinen a una empresa inepta para ejecutarlo, cuya destinación era resolver los problemas de conectividad de buena parte del territorio nacional, con el agravante de haber dado un anticipo de 70.000 millones de pesos sin que hasta el sol de hoy el contratista haya dicho "esta boca es mía", a pesar de la admonición ministerial que sostiene que no permitirá que alguien se robe un peso de su presupuesto.
Al exalcalde de Magangué, Marcelo Torres Benavides, lo denunciaron los inconformes con su gestión por haber suscrito un contrato con una entidad supuestamente ineficaz para el cometido del contrato, pero el contrato se ejecutó y finiquitó. Sin embargo, Marcelo enfrenta desde entonces un martirio judicial que lo ha mantenido entre la reclusión carcelaria y el arresto domiciliario. ¿Acaso la Fiscalía de Barbosa en el caso MinTIC mostrará la misma diligencia que la de NHMN en el de Marcelo, o tendremos otro Chirajara?
Pero el charismo no descansa, y fiel a la tradición del mejor alcalde del mundo, que por la administración distrital haya pasado, suscribió otro leonino entuerto contractual mediante el cual nuestra capital, por la modesta suma de un billón de pesos, recibirá durante los siguientes 20 años la siembra sostenida de árboles, con una empresa que sería de un hermano de la gobernadora Elsa Noguera.
Tal parece que la idea es seguir tirando por el camino del medio, tal como lo hizo Alejito, cuyas trapisondas administrativas no han sido censuradas por los organismos judiciales, fiscales y disciplinarios, dada la vigorosa chequera del padrote Fuad, que hasta harán diez años había dejado caer en las cestas de basuras que hay en las oficinas de los entes en mención más de 50.000 millones de pesos, y no son palabras mías sino de MJD, en Semana.
De modo pues que bien representados sí hemos estado y, por lo que se ve y oye en los lares alternativos, lo seguiremos estando. Los sucesos narrados bien lo ilustran.
