El Estado Colombiano atraviesa por una de las crisis de legitimidad más profundas en su historia reciente. El malestar de la opinión pública se expresa específicamente contra la clase política tradicional, como expresión de una crisis que no es solamente económica y política, sino moral y cuyos rasgos y causalidad tienen componentes en los principios y valores éticos básicos que han desaparecido por completo de las estructuras mentales y el comportamiento de aquella casta de dirigentes que hoy por hoy conduce los hilos de nuestro país.
El problema ya no es de apatía, porque los ciudadanos quieren hacer algo y así lo expresan. Lo que realmente sucede es que la ciudadanía en general considera que la descomposición moral ha alcanzado niveles tan altos y ha adquirido tal poder en las más importantes instituciones del país que hacer algo al respecto resulta “perder el tiempo”. En otros términos, ha desaparecido el vínculo emocional que permite el compromiso efectivo de los asociados con las instituciones, cercenando la participación ciudadana activa como cimiento de la democracia en un Estado Social de Derecho.
En este sentido, parafraseando a Jaime Garzón: Resulta imposible pensar que la solución a la crisis nacional provenga de la misma casta que la ha provocado, si nosotros los jóvenes no asumimos la dirección de nuestro propio país, nadie va a venir a salvarlo, punto.
Los jóvenes tenemos la responsabilidad histórica de ser la chispa que encienda la esperanza, el entusiasmo y el palpitar en las entrañas ciudadanas, la clase política tradicional no puede continuar en sus posiciones, la juventud debe ser poseída por el anhelo democrático de una sociedad más justa en contra del estado infame e inmoral del actual sistema político, ser joven es entusiasmo, pero también es capacidad, es energía, pero también responsabilidad.
Según cifras del estatuto juvenil de Colombia (Ley 1622 de 2013), la población joven de Colombia es cerca de 13 millones, representa el 27% de la población, muchos de ellos pueden votar y por tanto, tienen capacidad decisoria para construir un mejor futuro para la nación. Animar la participación activa juvenil es un objetivo prioritario.
Llegó el momento de construir un nuevo país y existe un clamor por la renovación que ofrecen los jóvenes, lo cual debe suscitar una ruptura inmediata con el régimen representado por la clase política tradicional del país.
