2015 Bicentenario de la carta de Jamaica

2015 Bicentenario de la carta de Jamaica

El año clave en las conmemoraciones bicentenarias

Por: LUIS ERNESTO LÓPEZ RUANO
enero 09, 2015
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2015 Bicentenario de la carta de Jamaica

“El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria”

Avanzan los años de conmemoraciones del bicentenario, iniciadas en el 2010, y con decepción vemos como los eventos continúan sin trascender el estrecho marco establecido por las oligarquías y burguesías latinoamericanas, quienes solamente se han remitido a la evocación de fechas y hechos despojados de cualquier análisis histórico, sobre todo si ese análisis corre el peligro de establecer relaciones con las condiciones en que nuestras naciones y nuestros pueblos se debaten hoy, y que por lo tanto muchas proclamas, reflexiones y hasta propuestas políticas de los duros años comprendidos entre 1810 y 1819 se mantienen vigentes, ya que sus desarrollos quedaron inconclusos.

Dos de estos eventos, que debían ser motivo de seminarios que trasciendan la academia para que los apropiemos desde los movimientos sociales y los partidos de izquierda, son el Manifiesto de Cartagena, fechado el 15 de diciembre de 1812, y la Carta de Jamaica que el próximo 6 de septiembre cumplirá 200 años de haber sido redactada por Simón Bolívar bajo el título: “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, Jamaica, donde el Libertador había tenido que exiliarse, tras sufrir incomprensibles derrotas políticas y militares, en el marco de los primeros cinco años de Patria Boba, que cíclicamente se repiten en nuestros países latinoamericanos.

Ya para esa fecha, Bolívar tenía claro el proceso de reconquista iniciado por España y sus angustias principales residían en la falta de preparación de los líderes y ejércitos americanos, para enfrentar al enemigo. En condiciones de miserable exilio, produce este documento que para muchos marcó el derrotero definitivo en la lucha por la independencia, en el cual queda perfectamente clara la visión de Bolívar, resultado de una definición ideológica y política, alcanzada en sus años anteriores de luchas, de incomprensiones, “ires y venires” entre concepciones que no unificaban cual debía ser el destino político de las naciones que se independizaban de las potencias europeas.

Sin pretender adelantar la discusión, si es que esta es aceptada por personas y colectivos con mayores conocimientos y argumentos, solamente llamaría la atención sobre algunos elementos que sobresalen en el histórico documento.

Empieza refiriéndose a los atropellos cometidos en tres siglos de colonia española como:

“Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades”,

Para Bolívar, era imposible imaginar que en el futuro latinoamericano, se impondrían prácticas peores que las que él conoció, agenciadas por un imperio diferente al que él combatió: bloqueos económicos a los países que no aceptan su modo de desarrollo, clasificación de terroristas a quienes asumen la defensa de sus soberanías, estrategias como el plan Cóndor, la Alianza para el Progreso, documentos Santa Fe y en las propias naciones liberadas, gobernantes y militares que se dicen herederos de su pensamiento, pero que solamente obedecen al imperio que reemplazó al español, prácticas como la desaparición forzada, la eliminación física extra juicio, peor aún con la pena de muerte abolida, la entrega de nuestras riquezas a potencias extranjeras, sin resistencia bajo la modalidad de Tratados de Libre Comercio. Pero donde además delitos de aquella época como el del pensar y opinar diferente o las componendas políticas, se perpetúan bajo prácticas directas o soterradas.

Continúa luego la carta con un diagnóstico de las condiciones en que se encontraban las provincias del Río de la Plata, Chile, Perú, la Nueva Granada, Venezuela, Guatemala, México, Cuba, Puerto Rico y en cada una reconoce lo que hacían por su libertad, identificando al mismo tiempo a la nación española como “impotente para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo”, llama la atención de la contradicción entre una Europa “amante de la libertad” pero que:

“permite que una vieja serpiente por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia?

Cínica contradicción que aún persiste entre las naciones poderosas que dicen ser defensoras de los Derechos Humanos, de la autodeterminación de los pueblos, pero patrocinan y ejercen todas las arbitrariedades que requieren para mantener sus condiciones de hegemonías políticas, económicas y militares.

Pero algo trascendental aparece en estas reflexiones, y es la forma como empieza a entender el papel de los Estados Unidos, y que luego reafirmaría en frases y sentencias conocidas y repetidas mil veces, incluso por algunos que ingenuamente le dan la categoría metafísica de profecía, pero que en realidad corresponde a la deducción dialéctica de los acontecimientos supeditados al interés de clase de las naciones, adelantándose inclusive a los desarrollos de la ciencia marxista, y son precisamente las actuaciones calculadas y oportunistas de las naciones desarrolladas, que como buitres esperaban el desenlace de los acontecimientos para luego caer sobre las naciones liberadas del imperio español, dice Bolívar:

“… nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanas del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad en el hemisferio de Colón?”

Bolívar, sin proponérselo, trascendía la esencia de la filosofía europea que hasta el momento se centraba en los conceptos e ideas y no aterrizaba sobre hechos concretos de la historia y las motivaciones, tema este que convoca discusiones filosóficas posteriores.

Ante algunas preguntas de su interlocutor, Bolívar reflexiona buscando dar una respuesta sobre quienes somos realmente los americanos? Y concluye con las siguientes palabras:

“… Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. No obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que América siga, me atrevo aventurar algunas conjeturas que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable”.

De esta forma, El Libertador reclama un auto reconocimiento de nuestra identidad americana, critica la tendencia separacionista de las nacientes repúblicas y deja abierta la pregunta sobre cuál debía ser el sistema político que le corresponde seguir a América, pregunta que aún no ha sido completa ni debidamente resuelta y que en los desarrollos del siglo XXI convoca nuevamente el pensamiento de las fuerzas progresistas de estos países, mucho más a quienes hoy se debaten en la construcción de modelos diferentes al que hegemonizaron las burguesías durante 200 años.

Pero sus reflexiones abarcan también el análisis del desarrollo económico que como colonia nos fue adjudicado, que semejanzas con lo que los últimos gobiernos colombianos han facilitado para beneplácito del nuevo orden establecido desde el FMI, el Banco Mundial y la OMC. Veamos lo que dice al respecto:

“Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta”.

¿No hay similitud con lo que hoy nos toca vía los TLC firmados con las potencias industriales y agrarias? Y sobre todo no es el mismo rol extractivista de riquezas mineras que aceptan los gobiernos actuales, sometidos a la imposibilidad de tener desarrollo industrial y agro industrial independiente, condenando a nuestros pueblos a continuar en el papel de eternos consumidores?

Continúa Bolívar haciendo un balance de las formas de gobierno que empezaron a adoptar las naciones que se declaran independientes, reconoce sus debilidades y sobre todo la inexperiencia que lleva a cometer múltiples errores, estas incertidumbres lo llevan a citar la frase de Montesquieu: “Es más difícil, sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre”, pero gana el optimismo en sus reflexiones cuando advierte que:

“… A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad”.

Los párrafos siguientes evidencian la angustia del libertador en la definición de cuál sería el modelo institucional más adecuado, destruye con anticipación a aquellos que encabezados por Santander quisieron proyectarlo en la historia como un enamorado de los estados monárquicos y un ambicioso del poder dictatorial, Bolívar diserta sobre las monarquías, sobre los modelos de república, sobre las posibilidades de federación, busca lo que él considera bondades de cada sistema y concluye con estas expresivas y controvertidas palabras:

“No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de América; no la mejor, sino la que sea más asequible”.

Sueña con que todo el mundo nuevo sea una gran nación, a pesar de reconocer las dificultades objetivas para ello y concibe en ese sueño al istmo de Panamá como lo que fue el Corinto para los griegos donde: “Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo”.

Finalmente, desde esta carta histórica, tal como él lo manifiesta en otros documentos, Bolívar convoca a la unidad, tal como la necesidad del momento actual la convoca, como única posibilidad para alcanzar la libertad, explícitamente dice:

“¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?”

Hablando entonces de la consigna de “luchar por la segunda y definitiva independencia”, vale la pena preguntarnos si dicha consigna que políticamente es acertada y convocante, no requiere llenarse de contenidos que alimentaron lo que fueron las luchas por la primera independencia, que como proceso revolucionario evidentemente quedó incompleto frente a los sueños de un puñado de ilustrados del nuevo mundo que tuvieron en Bolívar a su más claro exponente?

El tema está en la mesa, espero que este sencillo documento convoque al debate. Consideremos que no se trata de declararnos ciento por ciento bolivarianos, porque es obvio que las ciencias sociales avanzaron mucho desde entonces, y más bien desde una posición dialéctica busquemos que el bicentenario no continúe siendo la evocación ahistórica de fechas y eventos, sin que los mismos trasciendan en nuestro quehacer del siglo XXI, porque de lo que se trata es de culminar una obra que quedó inconclusa.

Luis Ernesto López R.
Militante de la izquierda colombiana, afiliado al PDA – Cauca.

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