Un réquiem por la salud en Colombia

Un réquiem por la salud en Colombia

"Ir al médico puede convertirse un libreto casi planeado: el recorrer tan seguido el hospital te convierte en un adivino del futuro"

Por: Sebastián Giraldo Aristizábal
mayo 04, 2016
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Un réquiem por la salud en Colombia

El señor sacerdote, como pide cordialmente que lo llamen – tal vez sea por su conexión con Dios que lo eleva una escala más arriba de nosotros los pecadores- no mencionaba palabra alguna mientras uno a uno le contaba el peso de mis pecados. ‘’Yo te absuelvo de todas tus mortificaciones, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu santo Amén. Basto solo tres padres nuestros y un ave maría para poder andar de nuevo sobre el asfalto, limpio, sin peso alguno sobre este cuerpecito que está cada vez más cerca al paraíso, eso creí haberle escuchado al señor sacerdote.

No son ni uno ni dos, fueron tres médicos en realidad que, como el señor sacerdote, creyeron que con dos tabletas de Acetaminofén y una de Naproxeno podría estar más cerca al paraíso.  Y no es precisamente por la libertad de pecados dentro de mis entrañas, sino por el contrario: aquí en Colombia – donde miles de pacientes mueren en la puerta de los hospitales y nuestro sistema de salud recibe a diario decenas de tutelas para poder lograr ser atendidos-, te deben ver con un tiro en la cabeza, el abdomen , o tal vez una pierna para siquiera echarte una ‘’ ojeada’’ ya que puedes morir.

Los médicos te miran fuerte, son pocas las palabras que siquiera llegan a tartamudear – como los sacerdotes -, solo se sientan en su escritorio y escriben infinitamente sobre el teclado de la computadora, escriben y escriben sin ni siquiera mirarte a los ojos. A veces pienso que mientras lo hacen, su mente se pierde en el horizonte, pensando tal vez en unas ligeras vacaciones en Cartagena o en lo verdaderamente agobiante que puede llegar a convertirse su empleo. Lo digo por el reflejo es su rostro que es casi inerte, tosco, sin emoción alguna. No debe ser muy agradable que tu vida sea sinónimo de enfermedades, dolor y depresión. Como para terminar con el ‘’ deber cumplido’’ simplemente te piden sentarte en un camilla para tomarte el pulso, la presión y el ritmo cardiaco. Y ahí estamos nosotros los pacientes, confesándoles   al doctor todas nuestras desgracias, les contamos como es nuestra alimentación y en qué cantidades, si somos consumidores de sustancias psicoactivas; o si por el contrario el alcohol es nuestro mejor amigo, les decimos si somos unos completos sedentarios y no realizamos ningún tipo de actividad física; y como si fuera poco les confesamos cuando fue nuestra última relación sexual; cómo se practicó y el género de la persona.

Ante esto, solo queda encomendarnos a Dios, nosotros los que por fortuna no hemos terminado abaleados en la ciudad; vamos a la iglesia los domingos, recorremos Girardota, Copacabana o Barbosa esperando que un milagro divino resuelva lo que no pudieron hacer especialistas en medicina egresados de las mejores universidades del país. ¿Con la salud no se juega? Pues tal parece que nuestro sistema no logra entenderlo, no asimilan la idea que acá en nuestro país hay más enfermos que pobres, sin contar los que padecen de ambas. Juegan con nosotros poniéndonos a saltar de un lugar a otro sin contar con la mala suerte que puede tener usted si decide enfermar un viernes después de las 7pm, pues deberá cargar con todos sus padecimientos  todo el fin de semana esperando que el lunes abran nuevamente su agenda.

Ir al médico puede convertirse un libreto casi planeado. El recorrer tan seguido el hospital por culpa de sus negligencias te convierte en un adivino del futuro. Simplemente ya puedes recitar el discurso que va a emplear el doctor, las posibles causas, y el proceso a seguir: "¡Vuelva en ochos días!" Mientras tanto la enfermedad ya hizo metástasis y ha invadido todo tu cuerpo. Así pues, los médicos y los sacerdotes no están tan lejos de formarse juntos para servir a la sociedad, después de todo son ellos los nos dan el pase directo al más allá, dictaminando la hora del deceso del paciente y posteriormente haciendo la liberación de todos nuestros pecados – entre esos, querer llevar a la hoguera nuestro sistema integrado de salud- con una voz en coro diciendo: ‘’ Dale señor el descanso eterno, y brille para él la luz perpetua’’.

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