Puntillazo al General Maza Márquez: a responder por el asesinato de Carlos Pizarro

Puntillazo al General Maza Márquez: a responder por el asesinato de Carlos Pizarro

El expediente estaba dormido pero su hija, la senadora María José Pizarro se encargara de logar que el director del DAS explique porqué dejó matar a su papá

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mayo 24, 2023
Puntillazo al General Maza Márquez: a responder por el asesinato de Carlos Pizarro

Los testigos aún recuerdan la zozobra que causó entre los pasajeros la llegada al avión del comandante del M-19 Carlos Pizarro con su figura inconfundible que llevaba a que lo denominaran popularmente el comandante Papito. El vuelo cubriría la ruta Bogotá-Barranquilla. Era la mañana del 26 de abril de 1990 y Pizarro había completado 46 días desde que envolvió su pistola en la bandera de Colombia y se unió a la vida civil. Además estaba convencido de que un ex miembro de la guerrilla del M-19 podría llegar a ser presidente, algo que se haría realidad 32 años después con Gustavo Petro.

Por eso había emprendido una ambiciosa gira a pesar de que el entorno familiar le desaconsejaba lanzar su candidatura cuando el 18 de agosto de 1989 habían matado en una plaza de Soacha a Luis Carlos Galán y a Bernardo Jaramillo Ossa, candidato de la UP, lo habían masacrado en el Dorado unas semanas antes. Pero Pizarro, a sus 38 años, era demasiado joven para pensar en la muerte.

Incluso sus hijas, Maria José y Maria del Mar, le preguntaron un día antes del vuelo fatal por qué, si era uno de los hombres más amenazados de Colombia, no llevaba chaleco antibalas

-Porque si me van a matar no me van a disparar al cuerpo sino que me van a dar en la cabeza, así que ¿Para qué incomodarme?- El sabía que lo iban a matar pronto y lo único que pedía es que no lo olvidaran.

El DAS, quien fue descrito algunos años después por Iván Roberto Duque, mejor conocido con su alias de Ernesto Baez, como “La institución más paramilitar que ha tenido este país” Le había asignado a Pizarro un esquema de seguridad liderado por el detective Jaime Ernesto Gomez Muñoz, quien había sido designado por el exjefe de protección del DAS, Manuel Antonio Gonzalez Henríquez.

El avión alcanzaba los 17.000 pies de altura cuando se escucharon los disparos. Desde Montecasino, la ostentosa mansión de los hermanos Castaño, se tomó la determinación de matar al comandante del M-19. Carlos Castaño, quien tenía gran ascendencia en el DAS, contrató a Jerry, un joven de las comunas de Medellín dispuesto a dar la vida en uno de esos atentados Kamikaze que se acostumbraban a hacer en la Colombia de finales de los ochenta. Pablo Escobar los describía con un nombre cruel, Suizos, en referencia a lo suicidas. Algunos de los escoltas intentaron disminuir al sicario pero la reacción de Jaime Ernesto Gómez sorprendió a la mayoría de los testigos: sin previo aviso, a quemarropa, ejecutó a Jerry. Sin su testimonio se perdía buena parte de la evidencia que tendría la justicia para esclarecer el crimen.

El capitán de la nave, en medio de la histeria general, conservó la calma y viró la ruta del avión devolviéndose a El Dorado. Cuando aterrizaron había poco qué hacer, Pizarro había recibido balas en el cuello y la cabeza. Lo intentaron revivir en la sala de urgencia de Cajanal pero ya era muy tarde. Era el tercer candidato a la presidencia asesinado en 8 meses.

El general en sus años gloriosos, antes de entrar en su laberinto

El 4 de septiembre del mismo 1990 el general Maza Márquez fue condecorado por la Asociación Internacional de Oficiales Antinarcóticos por su valor al enfrentar al Cartel de Medellín. Su nombre era reconocido en todo el mundo e incluso el entonces embajador de Estados Unidos, Thomas McNamara, lo consideraba uno de los agentes más valientes del mundo. Y es que Maza Márquez se había creado la fama de cazador de narcos y un hombre de mil batallas a prueba de balas.

Aunque fue nombrado director del DAS por el presidente Belisario Betancour, quien vio en el general la mano dura que se requería y lo promovió del F-2 al departamento de seguridad, fue bajo el mando de Virgilio Barco cuando se convirtió en un superpoderoso que, no solo controlaba la seguridad del mandatario y de su familia, también era el cerebro detrás de los esquemas de protección de las figuras políticas más importantes del país.

Sus ojos estaban en todos lados y no se movía una hoja en el círculo inmediato del poder palaciego sin su autorización. Nada parecía tocarlo, ni siquiera el temible brazo armado de Pablo Escobar, que le había puesto precio a su cabeza: dos millones de dólares. En 1989, un año negro para Colombia, se salvó de dos carros bomba que le estallaron en sus narices. El primero fue el 30 de mayo, cuando Maza Márquez se desplazaba por la carrera Séptima con calle 57, la ola explosiva no lo tocó pero dejó a su paso decenas de heridos y seis personas murieron. El segundo fue el 6 de diciembre, cuando un carro con 500 kilos de dinamita explotó frente al edificio del DAS, un búnker impenetrable que lo protegió a él, pero destruyó 11 pisos y mató a 54 personas. El general parecía imbatible.

Durante treinta años el militar guajiro se dedicó a combatir el crimen. Asestó varios golpes: en la a década del 60 desbarató la banda de Hernán Valero, conocido como el Doctor Secuestro, pionero de esta modalidad de crimen; desmanteló varias bandas de asaltantes bancarios y, en 1978, decomisó los primeros mil kilos de cocaína que se veían en el país, en un envío del hondureño Ramón Matta Ballesteros, el más poderoso narco de la época.

Maza Márquez también se convirtió en la pesadilla de las guerrillas urbanas de principios de los años ochenta cuando desde el F2 golpeó usó todas las técnicas posibles para doblegarlas: las infiltró, detuvo a sus milicianos y los mandó a torturar.

El entierro en 1984 de Rodrigo Lara Bonilla, ministro de justicia

Después del asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, en 1985, Pablo Escobar y el llamado Cartel de Medellín quedaron en la mira del país. El presidente Betancur le encargó al general cazar al narco a toda costa. Comenzó la persecución de raíz: los laboratorios de Puerto Boyacá y La Dorada desde donde salía la coca de exportación fueron su primer objetivo. Él mismo bautizó, coordinó y estuvo al frente de dos importantes operaciones: Paime y Primavera. Su nombre empezaba a convertirse en una leyenda que aparecía reiteradamente en la libreta que cargaba en el bolsillo de sus camisas Pablo Escobar Gaviria como el blanco de todas sus batallas.

Sin embargo la política del líder del Cartel de Medellin de plata o plomo torció a más de uno, entre ellos a Maza Márquez quien, como confirmó la justicia con su condena de 30 años, cambió la escolta de Luis Carlos Galán para que las balas del paramilitar Henry Pérez, uno de los duros de las Autodefensas del Magdalena Medio, le descargó el proveedor de una mini uzi al candidato liberal.

Pero no sería el único candidato asesinado en las elecciones de 1990. Las sospechas siempre vinieron de la hoy senadora Maria José Pizarro a quien la reacción de Jaime Ernesto Gómez, de matar al asesino de su padre fue harto sospechosa. En el 2020 estas sospechas de Pizarro hicieron eco en el entonces procurador delegado para asuntos penales de la Fiscalía, el controvertido Gabriel Jaimes quien informó tener un arsenal de pruebas contra ex miembros del DAS entre los que se contaban Gómez y el ex jefe de Inteligencia del Departamento Administrativo de Seguridad, Alberto Romero quienes tenían ascendencia con Carlos Castaño. Jaime Ernesto Gómez fue admitido en la JEP pero este órgano lo expulsó en marzo del 2023 por el poco aporte a la verdad.

Tres años después las investigaciones apuntan hacia la cabeza mayor de la época. La Fiscalía acaba de llamar a dar una versión libre a Maza Márquez quien a los 83 años paga su condena interminable en el Centro de Oficiales de la Policía Nacional en el Norte de Bogotá, deberá darle la cara a otro de los magnicidios terribles de este país.

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