Los actores educativos: firmes contra la pandemia y contra el olvido del Estado

Los actores educativos: firmes contra la pandemia y contra el olvido del Estado

Vivimos en un país en que es “subversivo” denunciar, de “mamertos” quejarse y de “mediocres” pedir garantías al Estado. La educación debe transformar esta idea

Por: Milton
abril 04, 2022
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Los actores educativos: firmes contra la pandemia y contra el olvido del Estado
Foto: Cortesía

Tenemos una obligación mayor: transformar la educación. Sin la conexión que se robaron, con los mismos precarios recursos, con menos material humano, pero con muchos más estudiantes.

La pandemia nos ha dejado profundas reflexiones, múltiples enseñanzas y muchas sensaciones tanto positivas como negativas; una de ellas, la que a mí parecer es más pertinente para abrir este pesimista artículo, es que nuestros ilustres gobernantes aprovecharán cualquier ocasión adversa para malversar los recursos, digo malversar a propósito como eufemismo decoroso para las actuaciones de algunos personajes como los involucrados en la pérdida de los 70 000 millones que eran destinados a darle un viraje positivo a la educación rural de nuestro país y que por el contrario, constituye un infame ejemplo de impunidad y de consolidación de la miseria a la que condenan a las instituciones educativas colombianas.

“Yo no paro, yo produzco”, “yo me reinvento” fueron frases habituales de aquellos capitalistas salvajes que defienden sin reparo el vacío postulado de que “el pobre es pobre porque quiere” por ello fueron los colegios los primeros llamados a convertirse en superaulas de educación híbrida en las que se debía incorporar la virtualidad sin conexión y resignificar la educación a la tan anhelada manera finlandesa con infraestructura del tercer mundo.

Desafortunadamente la exministra de las TIC tan involucrada en la educación no tuvo tiempo de explicarnos cómo hacerlo ya que se ocupó tratando de recuperar el dinero que al final se esfumó y que de paso se llevó las esperanzas de digitalización de los centros despoblados.

Sin duda, la pandemia tuvo un impacto económico inmenso, por lo que muchos estudiantes del sector privado se vieron obligados a migrar a los colegios públicos, aquellos hijos de los “acaudalados” que vivían del día a día, se convirtieron en la gota que rebasó el cupo de las ya sobrepobladas aulas, entonces, ya tendríamos una tarea mayor, transformar la educación, sin la conexión que se robaron, con los mismos precarios recursos, con menos material humano, pero con muchos más estudiantes.

Lo anterior sumado al impacto en la salud mental que nos deja el Covid, que según cifras del ministerio de salud, los jóvenes presentaron un mayor deterioro durante el periodo de cuarentena en comparación con los adultos mayores, lo que ocasiona que hayan llegado con los ánimos exacerbados, tendencias de angustia y ansiedad que dificultan en gran medida su adaptación a la escuela y por ende su proceso de formación, esto supone un nuevo y gigantesco reto, enfrentar el flagelo de salud mental de los jóvenes sin descuidar el propio.

El eterno problema del PAE con la precarización de la alimentación escolar y una lista interminable de situaciones adversas en la educación pública no son suficientes para que haya una consideración para con los maestros, sino que por el contrario terminan aumentando su desprestigio en un país en el que es “subversivo” denunciar, de “mamertos” quejarse y de “mediocres” pedir garantías al Estado, pues el pensamiento popular indica que debemos vencer las barreras de la desigualdad por exorbitantes que estas sean, con los ojos cerrados ante las injusticias y la voz silenciada ante la creciente corrupción.

En un reciente informe de la OCDE se ratifica lo que es de conocimiento general, los hijos de los pobres están condenados a la pobreza, pues necesitan once generaciones para superar sus dificultades.

Esta deshonrosa situación que viene creciendo año tras año bajo los mismos gobiernos con distintas caras, no se ha podido revertir y deja bajo la guillotina la cabeza de los mismos de siempre; los docentes, mientras los verdaderos responsables siguen en su cómodo escritorio analizando como incrementar su patrimonio y su poder en detrimento de la educación pública.

No pretendo escribir un muro de los lamentos sino hacer un llamado a la cordura por parte de la sociedad, manifestar que los actores educativos estamos de pie, sumando esfuerzos para cambiar esta maltrecha sociedad, además, invitar de manera vehemente a la colaboración de las familias, a la solidaridad de la comunidad y al espabilar del Estado.

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