Melania Trump, la campesina eslovaca que llegó a la Casa Blanca

Melania Trump, la campesina eslovaca que llegó a la Casa Blanca

La esposa de Donald Trump empieza a asumir su rol de primera dama sin dejar los lujos de la Trump Tower en Nueva York

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diciembre 12, 2016
Melania Trump, la campesina eslovaca que llegó a la Casa Blanca

Durante la campaña presidencial de Estados Unidos, las fotos de Melania  Trump desnuda fueron un escándalo. En una de éstas sobre una cama abrazando a otra mujer con el pecho al descubierto. En otras está posando en vestido de baño frente a un jet. La más escandalosa fue una donde protege su intimidad con la mano. Luce un par de tacones, una pulsera y nada más. Todos tomadas en la década de los 90 cuando la bella eslovena llegó a modelar a Nueva York. Pero si por ella fuera las quemaría, porque todas forma parte de un pasado quisiera borrar porque ahora quiere marcar su estilo en la Casa Blanca como lo hizo  Jacqueline Kennedy, Laura Bush o Nancy Reagan.

La realidad es que las imágenes dicen poco o nada sobre la personalidad de su protagonista. Melania Trump es la esposa ideal para cualquier político conservador. Su naturaleza está muy lejos de la imagen de mujer libertina y promiscua que los opositores de Trump quisieron difundir durante la campaña.

Para empezar se trata de una mujer que no toma, ni fuma, ni trasnocha. Prefiere salir los viernes por la noche a un restaurante en lugar de una discoteca. Nunca está por fuera de casa más allá de la una de la noche. En su natal Sevnica, un pequeño pueblo de 5.000 habitantes a una hora de la capital de Eslovenia aun la recuerdan por su juicio y su belleza, especialmente por sus ojos. A diferencia de los muchachos de la época, Melanija –como entonces se llamaba- parecía ser más madura; iba un paso delante de todos. Era la única que iba a la escuela impecablemente arreglada y maquillada. La recuerdan también, porque decía que su pueblo y su país se quedaban pequeños para sus sueños. Desde entonces tenía intenciones de volar alto.

Siempre ha sido tímida y de pocos amigos. No le interesa ser protagonista de nada ni le gustan las cámaras. La única forma de que Melania se sienta tranquila ante una cámara es modelando. Por lo demás, prefiere quedarse tras bambalinas y las evita. Los asesores de su esposo la prefieren así. Para ellos es mejor que no hable, que se quede callada. Las veces que lo ha hecho no ha sido para bien. Así sucedió en la convención republicana cuando su discurso fue objeto de burlas por el plagio a Michelle Obama. Si hubiese sido por Melania, nunca se habría parado en público a dar un discurso.

Se estrenó en público en la Convención Republicana cuando además empezó en falso al plagiar un discurso de Michelle Obama 

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De hecho, si fuera por ella, a lo mejor no sería primera dama. Cuenta el mismo Trump que lo primero que le dijo su esposa cuando le contó su idea de aspirar a la presidencia fue “¿Para qué quieres hacer esto si ya tenemos una gran vida?”.

A diferencia de otras primeras damas, que sabían que iban a ser esposas de un político cuando se casaron, a Melania nunca le interesó serlo. Mucho menos se lo imaginó cuando conoció a Donald Trump. Fue durante una semana de la moda de Nueva York en 1998, en el Kit Kat Club de Manhattan. Melania estaba ahí para complacer a su manager Paolo Zampolli, un italiano que organizaba fiestas con el objetivo de relacionar a sus modelos con millonarios de la Gran Manzana. Donald Trump estaba recién divorciado de Marla Maples, su segunda esposa. A la fiesta no fue solo pero dejó a su acompañante una vez vio a Melania. Poco importaron los 24 años de diferencia entre ambos. Ella tenía 28 y él 52.

No es de extrañar su personalidad conservadora. Hija de un chofer y una costurera, la primera dama del país más capitalista nació en 1970 cuando Eslovenia era parte de la Yugoslavia comunista. Su padre, de quien comentan los que lo conocen que guarda un gran parecido con Donald Trump, fue militante activo del socialismo. El gusto por la moda le viene gracias al oficio que tenía su madre. No en vano sus primeros desfiles a los siete años fueron con las prendas que ella le confeccionaba en la fábrica textil donde trabajaba. Hoy padre y madre viven en un apartamento adyacente al de su hija en la lujosa Trump Tower.

 

Creció en Eslovenia, la antigua Yugoeslavia comunista y su belleza le abrió las puertas al mundo de Nueva York a donde llegó a los 25 años

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En la Gran Manzana tiene asistentes personales, estilista, manicurista y chef privado. Todo un ejército de sirvientes está a su disposición. Aun así, no tiene una sola niñera que le ayude a cuidar a su hijo Barron Trump, de 10 años. Considera que la crianza de los hijos es responsabilidad única de su madre. El niño sabe hablar inglés y esloveno. Le enseñó su idioma natal para que se comunicara con sus abuelos.

Según predicen observadores, Melania será una primera dama distante. Se hará a un lado y no tendrá problema en que Ivanka Trump, la hija mayor de Trump, ocupe su lugar. Así sucedió durante toda la campaña presidencial, donde fue ésta quien asumió la voz de las mujeres en favor del republicano. Ivanka ya anunció su mudanza a Washington para acompañar de cerca la presidencia de su padre. Por su parte, Melania no llegará a la casa blanca el 20 de enero junto al presidente electo. Prefirió quedarse hasta mitad de año viviendo en su apartamento en la Trump Tower de Nueva York, como venía haciendo hasta el momento. El argumento: no quiere cambiar a su hijo de escuela sin que termine el año académico.

 

Melania sabrá hacerse a un lado para que brille al lado de su padre Ivanka, quien muy seguramente tendrá todo el protagonismo.

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Melania lleva 11 años de matrimonio con Trump, pero 17 a su lado. Ninguna de las dos esposas anteriores le había aguantado tanto al magnate. Ivanna Zelnizek resistió 13 años y Marla Maples 5. Ambas se aburrieron de sus infidelidades. Melania en cambio es la esposa ideal porque aunque sabe de las andanzas de su marido, se hace la de la vista gorda. Por eso el éxito de su tercer matrimonio. Cuentan los allegados a la pareja que solo una mujer con la personalidad de Melania podría tolerar las aventuras de Trump. Ella no tiene problema en quedarse durmiendo en casa o cuidando a su hijo mientras su esposo se divierte en los clubes nocturnos de la Gran Manzana.

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