Ese cierto gesto afectado en la cinematografía de 'Amparo'

 Ese cierto gesto afectado en la cinematografía de 'Amparo'

"Amparo es una película muy rara", admite Simón Mesa, cuando le hacemos notar varios detalles de la película. Entrevista sobre su ópera prima

Por: William Francisco Zapata Montoya
mayo 03, 2022
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 Ese cierto gesto afectado en la cinematografía de 'Amparo'

Advertencia: hay algunos spoilers acá, pero nunca impedirán el disfrute de la cinta.

Amparo es una película muy rara, admite Simón Mesa, cuando le hacemos notar varios detalles que él parece pasar por inadvertidos, como por ejemplo la coloratura azul verdosa de su dirección de arte, "El que vea los primeros 15 minutos de cinta, creerá que Medellín es como Suiza, con calles silenciosas y colores fríos".

  • Es una película oscura, si se quiere. En efecto quedó con un sonido ambiente muy silencioso. Lo que pasa es que el sonidista era de Suecia y vino y grabó un montón de sonidos bulliciosos que a mí me parecía que no funcionaban. De modo que en el montaje fuimos quitándoselos de a poquito hasta que obtuvimos este resultado.

Estamos parados en medio de uno de los patios del Colombo, Medellín, lugar acondicionado para el coctel de inauguración de esta ópera prima. A nuestro alrededor, el equipo técnico luce como un kínder en pleno recreo. "Estamos impresionados con la Juventud de tu crew, ¿hay algún adulto responsable acompañando a esta infancia?", "No somos tan chiquis en realidad", dice Simón. Al lado, un par de cordiales bartenders, del Instituto del Coctel, despachan las últimas existencias de grogs los cuales parecen no tener fondo, así como las gargantas de todos estos párvulos: todos desconocidos para nosotros.

Nadie de la vieja guardia del cine local se dignó a mostrarse por aquí. Nos parece saludable este relevo generacional y se lo expresamos a los dos Simones del crew. Ellos lo celebran, director y coordinador de prensa, por igual.

- La primera escena, Simón, ¿es una suerte de homenaje a los rushes de Angélitos Empantanados mezclados con el test de los 400 Golpes, la iluminación neorrealista, el encuadre y esas cosas?

- No sé de qué rushes de Angelitos me estás hablando. Tal vez sí iba a haber un guiño a los 400 Golpes, pero esa escena no quedó en el montaje final. Pero nada que ver con el test de la primera escena.

Simón, como todo genio creativo, manifiesta a veces ciertas características autistas traducidas en cierta incapacidad para mantenerse en la superficie. Es un hombre de grandes introspecciones.

- Tengo la cabeza vuelta nada por estos días (dice) la información que me sale y me entra, sobre le peli, la tengo toda agolpada aquí. Nunca leo esas reseñas de esos críticos internacionales que vos decís. Ni siquiera leo a los nacionales. Ni las malas ni las buenas críticas. Yo solo sé que tratamos de mantener el control de cada uno de los detalles del montaje, el look y el diseño sonoro y demás. Tal vez esta Medellín que mostramos, es una Medellín muy personal, es una Medellín muy mía, quizás.

- Eso pensamos en el conversatorio cuando dijiste que habías decidido ir quitando los elementos bulliciosos del sonido ambiente, como los vendedores de aguacates, los equipos de sonido a todo taco con la música de Olímpica Estéro y el sonido de los motores viejos, la contaminación auditiva en general. Pensamos que esa Medellín silenciosa era una Medellín del personaje: de Amparo. Lo mismo con la frase de Se me hizo tarde. Nosotros nunca decimos ´Se me hace tarde´ en Medellín, nosotros decimos Me cogió la tarde. Tal vez lo hiciste por hacer el lenguaje más universal...

- No sé de qué me estás hablando. Tal vez yo siempre digo 'Se me hace tarde'.

- Oíste, Simón, y esa película ¿se mostró en relación de aspecto 4: 3 en todas partes? Casi ningún cineasta de este siglo, en sus cabales, se atrevería a lanzar su pelí´ en ese formato …

- Así fue. Así la hicimos. Ese es el formato de la película, cuadrado. Pero no porque la historia se desarrollara en los 90, ni porque en esa época no existiera el 16:9, nada de esas cosas que te dijo Blandón.

- Nos encantan ese tipo de riesgos tipo Xavier Doylan quien hizo un largometraje con el rectángulo vertical  del celular, una peli´ que quedó como 3:9 o algo así . También nos encantó ese asunto de que todo lo macabro y lo antagónico del guión quedara fuera de cuadro, pero que se pudiera escuchar. Como una voz en off en tiempo real, en caliente. Tal vez por ello es que tantas mujeres dijeran que sintieron a Amparo como una película que "se siente en el cuerpo", como una película corpórea. Porque la película insiste mucho, quizás demasiado, en el punto de vista de Amparo. Porque toda la carga emocional está en el primer plano de ella mirando hacia fuera de cuadro, con esa mirada de sentimientos tan contenidos. Con razón Cannes se le arrodilló a la película con el premio del público.

- Tampoco es que Cannes se nos haya arrodillado. Para mí quizás fue más importante lo que pasó aquí.

Y es que sí.

Simón Mesa mostró su primer Largo en Medellín, su ciudad, nuestra ciudad. Y la cosa fue emotiva. Dos funciones simultáneas abarrotadas de público. Ovación de pie para los actores. El sueño dorado de todo director de cine paisa: triunfar afuera y luego volver al Colombo Americano de Medellín y ser recibido con laureles en la 2, esa sala (la #2) donde vimos, aprendimos y nos enamoramos durante 3 décadas. Nos enamoramos de las compañeras de la U y del cine en 35 mm, y de las conferencias, y de Bergman, de los ciclos temáticos, algo que nunca nos pasó en la sala 1. Es la sala 2, aquella del segundo piso, donde sentimos algo parecido a un calor de hogar a pesar de que su aire acondicionado sigue helando hasta los huesos.

Y allí vuelve esta noche Mesa y hay coctel por lo alto y un dj, y "una iluminación como para Amparo" y suena Marvin Gave, y los cócteles no son de mentiras como antes (dizque porque Mincultura no permitía licores con alcohol). Simón la hizo: fue a Cannes por segunda vez consecutiva y tal vez ello explique por qué ninguno de los trabajadores de la "industria", aquella vetusta old school, no asomaron sus narices esta noche por aquí. Porque éramos ruines y ahora somos viejos y la novelería solo nos dio para noveliar a nosotros, quizás. Los demás dinosaurios respetaron eso de que estábamos para ser llamados una suerte de célula que explota. Y explotamos, explotaron.

Luego tratamos de entrar a otros temas, a la médula de la película, el asunto militar, pero fracasamos. Nunca supimos de qué era lo que estaba hablando Mesa cuando preguntó:

  • ¿A vos te tocaron los testículos en el examen del ejército?
  • Mirá, Saimon, es mejor que no nos metamos ahí. Si me preguntas, a propósito del debate que se formó en el conversatorio, para mí Amparo tiene un final triste, pero no por las razones que quiso insinuar Elizabeth (Giraldo: la moderadora del conversatorio). Sino porque estoy de acuerdo con que todo el mundo preste servicio militar. Yo no pagué servicio, porque era hijo único y me bajaron del bus a última hora, como en tu película y como en tu película también hubo regocijo, pero debo decirte que las mejores personas que conozco pagaron servicio militar y también las peores personas que conozco nunca fueron al ejército. Supongo que vos, de entrada, querías establecer un alegato contra el ejército militar y eso está bien. Eso se te respeta y hasta se te valida, entendemos tu punto.
  • Yo no estoy de acuerdo para nada con los ejércitos. Yo creo que ningún país necesita para nada un cuerpo militar y mucho menos como el de Colombia.
  • Válido. Completamente válido. Uno se tiene que casar con algunas ideas a la hora de escribir y respetamos tu premisa. Pero no puedo dejar de aceptar que el empeño de Amparo durante toda la película, era un empeño que me sacó de quicio. Más de una vez estuve de acuerdo en los personajes masculinos que le decían a Amparo que dejara de consentir a ese niño, que él ya estaba grandecito. Tal vez lo pensaba por mí. Tal vez yo sí me quería ir para el ejército y me identifiqué a la inversa con tu personaje. Creí, por otro lado, que la película iba a terminar en que al muchacho se lo llevaban para el Caquetá y que iba a rodar un texto por la pantalla, al final de la película, en que se decía que había muerto en un combate o algo así. Pensé que la película iría a terminar con una sobredosis de realidad bien berraca, que al joven se lo devolvían a su madre en ataúd o por el estilo, picado en una bolsa, que sé yo. Tal vez ahí tu denuncia sí hubiera tenido más potencia, pero entendemos que el guión no era exactamente para denunciar sino para hablar de una madre, de una mujer. Ahí se hubiera corrido el foco de interés y no hubieran ido a Cannes.
  • Sí, como dije en el conversatorio, esa fue otra de las 78 decisiones que me tocó tomar (Risas). Al final no supe cuál fue el tipo de película que hice, pero la hice. El caso es que Amparo tenía que ser un homenaje a mi madre con cierta evocación de cuando a mi hermano se lo llevaron para el ejército.
  • En efecto una de tus chicas del crew, esa que trabajó dizque en la última película de Scorsese, nos acaba de contar que fue en serio eso de las 78 decisiones posibles.

El otro Simón "coordinador de prensa", uno al que Mesa nombra como su manager (en forma de chiste), pregunta cuál es la chica que trabajó con Scorsese en su última película. Simón, el director, la señala con el dedo índice hasta el fondo del recinto y se pone a explicarle que fue un cargo menor: "Allá (en USA) los asistentes son los asistentes de los asistentes de los asistentes de…"

Y entonces es cuando vemos a Simón sonreír, por segunda vez en la noche, con un gesto que en algo se parece a una risa de chiste. Parece que los shots hacen efecto. El director de Leidi y de Amparo se relaja.  Desaparece la pose, esa pose de director responsable (y muy serio, pose de intelectual interesante y medio genial) con la que apareció en la revista Semana y en otro pilar de publicaciones nacionales e internacionales.

Ahora el desenfado de Simón Mesa es el mismo desenfado que le conocimos en el viaje a cierto Festival de Cine de Jericó, unos 5 años atrás, (Mesa es un generador de bullying impresionante, una vez entrado en confianza y cuando te toca compartir un asiento de bus intermunicipal con él: es bastante montadorcito, el carnal). Su desenfado ahora es el desenfado del muchacho de Robledo, Medellín, ese mismo que una vez conocimos en el cuerpo docente de cierto proyecto en la Universidad de Antioquia, el mismo Simón Mesa que ahora lleva camiseta, tenis, bluyines y un morral a sus espaldas como la primera vez que hablé con él y con sus parceros en la cafetería de la Facultad de Artes de la U. de A.

Mientras el resto del personal que hizo a Amparo van vestidos de gala, yo me despido de ese Simón bacaniao de siempre, el man con bigoticos, barbas y hongo tipo Dalí. Me llevo ese triunfo como un trofeo, el triunfo de otro ego cinematográfico cuya coraza no le impide que su verdadera esencia brille de vez en cuando. "Gracias por la pregunta en el conversatorio", dice cual Martín de Francisco agradeciendo por cuanta pregunta le hacen.  Me despido de ese director de cine, autor con mayúsculas, que había tratado de mirarme por encima del hombro en el ascensor del Colombo, cuatro horas antes. Y que ahora sonríe por tercera vez al chocarnos los puños y al escuchar que yo le digo: Nos pillamos, familia.

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