De la chifladura humana y otras rarezas

De la chifladura humana y otras rarezas

Sin los raros aún seguiríamos en las cavernas. Esta comprobado que sus diferencias han sido un valor que ha impulsado el motor de la historia

Por: Ismael Suárez Córdoba.
marzo 15, 2019
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De la chifladura humana y otras rarezas

Todos somos raros de alguna manera, ya que el individuo considerado como normal no es más que un supuesto modelo diseñado con los rasgos más habituales. Pero como nadie puede estar dentro de todos los valores mayoritarios, la necesidad de lograr una gloriosa chifladura forma parte de la vida, ya que la curiosidad, el amor al reto, la necesidad de lograr algo distinto, forman parte de la condición humana.

Sin los raros, aún seguiríamos en las cavernas. Desviaciones que nos definen de tal manera, que precisamente sirven —por ejemplo— para encontrar a alguien con quien compartir nuestras rarezas. Diferencias que son también un valor, en que la diversidad contribuye a mejorar la capacidad de adaptación y donde la gente rara, en un amplio arco que va desde lo más estrafalario hasta lo más sublime, ha sido el motor de la historia. Puesto que ningún invento, ni siquiera el más grande conocimiento es capaz de eliminar lo propiamente humano, que es la certeza permanente de equivocarse una y otra vez sin importar los motivos.

"Resabio o manía" que si no presenta trastornos del estado de ánimo, como distorsión en el pensamiento, en la percepción, en las emociones, o en la pérdida de contacto con la realidad, no deben preocuparnos. El resto es poner etiquetas a diferencias que construyen la peculiar identidad de cada cual, existentes entre todos los humanos, seres que por consiguiente somos cada uno únicos e irrepetibles. (Resabio, mala costumbre adquirida por alguna circunstancia y que es difícil de eliminar.  Manía, costumbre o comportamiento raro).

¿Cuáles eran los resabios mas extraños de los personajes que cambiaron el rumbo de la humanidad? Coprofagia (del griego, κόπρος copros (heces) y φαγειν phagein comer), desnudez en público, exorcismos y otras manías sorprendentes que integran una larga la lista. Estos son algunos de los casos históricos recientes más notables:

Henry Cavendish. Fí­sico y quí­mico británico, es especialmente conocido por sus investigaciones en la quí­mica del agua y del aire y por realizar importantes investigaciones sobre la corriente eléctrica.De gran fortuna, sin esposa ni hijos, excéntrico, tí­mido e introvertido, no tuvo trato cercano con casi nadie. Las sirvientas de su casa tenían orden expresa de no cruzarse con él bajo amenaza de despido, de manera que se comunicaba con ellas mediante notas.

Nikola Tessla. Hombre con una curiosidad y un genio científico insaciable, el legado de Tesla está casi en cada objeto que utilizamos en la cotidianidad y hace poco se empezó a reconocer su trabajo como figura central de las invenciones tecnológicas de las que disfrutamos actualmente. Tesla sufría de trastorno obsesivo-compulsivo, reflejado en su desarrollada misofobia que le impedía tocar muchas cosas que consideraba sucias sin guantes ni lavarse las manos decenas de veces al día. Además, tenía una fijación por el número tres que regulaba cada aspecto de su vida.

Jean-Jacques Rousseau. La Revolución francesa se llevó a cabo con una poderosa influencia de este filósofo liberal. Más adelantado que sus coetáneos en cuanto a sus conclusiones sobre la naturaleza del hombre, el autor de "El Contrato Social" y "Emilio", su tratado sobre la educación, era un obsesivo con las nalgadas. Rousseau bajaba sus pantalones en la calle, persiguiendo a las mujeres que encontraba a su paso, suplicando para que le dieran una nalgada.

Isaac Newton. El hombre que revolucionó la física para siempre al describir los movimientos planetarios que rigen al universo con la ley de gravitación universal en su famoso "Principia", era un entusiasta de la alquimia, como la mayoría de personas de su tiempo. Newton buscó durante muchos años con esmerado esfuerzo en cada hoja de la Biblia algún mensaje secreto que llevara a la localización de la piedra filosofal, que entre otras cosas, se creía que tenía el poder de convertir otros elementos en oro y conceder la inmortalidad humana.

Miguel Ángel Buonarroti. Maestro de maestros, piedra angular del arte occidental, el florentino destacó en cada una de las disciplinas artísticas que cultivó. "El David", "La Piedad" y la fastuosa bóveda de la Capilla Sixtina son piezas vivas que dan cuenta de la genialidad del artista renacentista. La perfección en su producción artística ha hecho a los historiadores investigar seriamente sobre la posible condición autista de Miguel Ángel sin resultados concluyentes; sin embargo, es conocido su extraño hábito de dejarse las botas puestas todo el tiempo. Uno de sus asistentes reveló que no se las quitaba por semanas y cuando lo hacía, algunas partes de su piel se desprendían junto con la bota, como si de piel de víbora se tratara.

Salvador Dalí. Uno de los máximos representantes del Surrealismo; el excéntrico pintor catalán pasó a la historia por pintar la realidad onírica a la que se sometía a través del automatismo psíquico puro. Las peculiaridades de Dalí son bien conocidas: se autonombraba divino y monárquico, utilizaba joyería escandalosa e incluso tuvo de mascota a un oso hormiguero y un ocelote, pero sin duda su imaginación llegó a una cumbre cuando en 1947, cuando el artista estuvo completamente convencido de que estaba poseído por el demonio, recurriendo a una exorcista, a quien regaló un crucifijo tallado por él mismo en señal de agradecimiento.

Lord Byron. La figura más grande del romanticismo inglés se mantiene con total vigencia y es comúnmente reconocido como uno de los mejores poetas de la historia, pero Byron tenía un hábito de lo más extraño: es bien sabido que era un enamoradizo recurrente, inspiración vital para su producción artística. El inglés atesoraba vellos púbicos de cada uno de sus amantes, guardándolos en un sitio bajo llave.

Pancho Villa. Contrario a la mayoría de hombres de su época, a Villa le desagradaba sobremanera el alcohol. A lo largo de su trayectoria en la División del Norte, cuando triunfaba en batalla y tomaba alguna ciudad, lo primero que ordenaba era cerrar las cantinas y tirar todo el alcohol. Condenó a muerte a distintos oficiales y soldados por estar borrachos, prefería las malteadas de fresa o un elite baseball: helado de vainilla cubierto con chocolate.

Winston Churchill. El famoso estadista es recordado en el Reino Unido especialmente por su gestión durante la Segunda Guerra Mundial. Su hábil oratoria y capacidad de negociación le dieron el reconocimiento del mundo entero. El que fuera algún día Primer Ministro británico, tenía una particularidad que demostraba en su oficina a colaboradores por igual: a Churchill le gustaba mucho andar en su despacho completamente desnudo, tan sólo con su clásico cigarro mientras deambulaba por el salón para dictar una carta o charlar con su asistente personal.

Martín Lutero. El cura alemán impulsor de la Reforma protestante y el luteranismo, tenía una obsesión tan extraña como desagradable: era coprófago. Cada vez que terminaba de expulsar sus heces fecales, Lutero apartaba una cucharada de entre ellas para engullirla, práctica que realizaba por lo menos una vez al día.

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