De espaldas al Pacífico

De espaldas al Pacífico

Esta zona ha sido constantemente ignorada por gran parte de los colombianos, quienes solo voltean a verla cuando algo extraordinario ocurre

Por: omar orlando tovar troches
febrero 09, 2021
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
De espaldas al Pacífico
Foto: Iijjccoo - CC BY-SA 3.0

Con tristeza, no de opinador, sino de colombiano, tengo que decir, que me apena, reitero, no por mi ego, sino por las comunidades afectadas, tener que reiterarme en un mismo tema: la horrible crisis que afrontan las buenas personas que habitan el litoral pacífico colombiano.

Después de algo más de tres años, es deplorable tener que retomar una columna sobre la misma tragedia: el olvido, el racismo, la exclusión, la manipulación, el saqueo y la corrupción que se han tomado a sangre y fuego la vida de chocoanos, vallunos, caucanos y nariñenses.

En mis líneas de 2017, me atrevía a tomar palabras de algún pensador pacífico, quien dijo alguna vez sobre el departamento del Chocó, que este era un territorio de cara al océano pacífico y con la espalda de Colombia a sus espaldas, o algo así, como diría el Chapulín Colorado.

Cuatro años más tarde, me toca, con desconsuelo, pero con la misma indignación, apropiarme de las palabras de un líder social de Buenaventura, para señalar el desconocimiento, el olvido, la exclusión, o el desprecio, con el que algunos personajes de la otra Colombia, miran a las personas del pacífico, cuando al contestarle a una periodista de un medio afín al poder, Leonard Rentería dijo: “A ustedes les debería dar vergüenza decir eso que están diciendo, les debería dar vergüenza que cómo vamos a perjudicar a 50 millones de colombianos, cuando los 50 millones de colombianos no piensan en nosotros, que somos los que hacemos posible que a ustedes les llegue la mercancía y les llegue todo lo que les llega a su casa. Debería darles vergüenza y deberían sentir empatía por un pueblo que le ha dado tanto a este país y este país no ha hecho más que desconocerlo, que comportarse de forma racista y tratarnos como nos tratan”.

Casi que decir o escribir algo más sobra. Lástima que no es así.

A pesar de la inmensa solidaridad que despertó en las redes sociales la digna respuesta de Leonard Rentería, uno de los tantos bonaverenses cansados de su tragedia, la verdad es que todavía persiste en buena parte de la opinión pública de Colombia esa cierta indiferencia y esa cierta incomodidad por la protesta de las personas del pacífico colombiano, debida quizás a la constante estigmatización racista y política, con la que un gran sector de la élite centralista de Colombia se refiere a esta zona del país, que es esa misma pseudoaristocracia criolla, representada por periodistas como Paola Ochoa, Ricardo Ospina y demás congéneres de su casa periodística, que hacen eco de una minoría que cree que el ombligo del mundo está en Bogotá, cuando no, a los pies del poder.

En ese triste orden de ideas, se hace necesario recordarle a esa otra Colombia, la que está de espaldas al pacífico, que la posibilidad de otro paro en Buenaventura o incluso la reactivación de la minga social del suroccidente colombiana está más que justificada. Cuatro años después de los paros del Chocó, de la minga y de Buenaventura misma; la tragedia social que los originó sigue siendo la misma, solo que ahora con los ilegales patrullando, amenazando y asesinando a la vista de todos, incluso la de los agentes del estado, encargados de defender la vida, honra y bienes de sus paisanos.

La respuesta de este gobierno, al igual que la de sus predecesores de derecha y de extremo centro, ha sido la misma, más consejos de seguridad, más anuncios de recompensas, de inversiones y más pie de fuerza. Hace cuatro años, hace veinte años, hace cien años, las exigencias del pacífico a ese centro blanco de Colombia, enriquecido a costillas del pacífico indio y negro eran y son las mismas: techo, pan, salud, educación, trabajo, paz y vida, nada más, pero nada menos, así lo constatan los historiadores al hacer mención en sus trabajos acerca del pacífico: “Las regiones del litoral pacífico experimentaron efectivamente un desarrollo al margen del país (…) Los asentamientos, casi exclusivamente negros, están distribuidos en caseríos y pueblos pequeños o veredas alineados a lo largo de los ríos y constituidos por parentelas, y dieron lugar a una organización cultural, social y política original alejada de los esquemas elaborados por las sociedades coloniales —y después independientes— del centro del país” (Hoffman, 2007, pág.21)*.

Pareciera ser que, salvo en periodos de elecciones, a los que resultan ser elegidos, no en representación de los indios, negros y mestizos campesinos del pacífico, sino de los poderosos gremios de la producción, lo único que les interesa de estas gentes es su apoyo, sus votos y su aquiescencia para acabar de saquear las riquezas de los erarios municipales y departamentales, pero sobre todo; para autorizarles a sus jefes de Bogotá, Miami, Washington y Europa, la explotación de las riquezas naturales de este incómodo, pero abundante pacífico y claro, ¿cómo no?; la autorización para entrar por el moderno puerto de Buenaventura, dirigida al centro blanco, aristocrático o de clase media que se cree igual; las mercaderías que les permiten vivir bien y criticar la haraganería de los revoltosos del pacífico.

Cuatro años y lo único que le interesa a algunos líderes y lideresas de opinión es que puedan entrar al país el calzado, la ropa, los electrodomésticos, la comida y los demás chécheres que les permita reafirmarse como gente bien, así sus tarjetas de crédito permanezcan en aterrador saldo rojo, del mismo color de los trapos de la pobrecía, a la que esas exportaciones ha dejado sin trabajo, los mismos trapos rojos de hambre de los campesinos que salen a regalar sus productos a la carretera, el mismo rojo de la sangre de los jóvenes del pacífico, que no han encontrado otro camino que el de matar o ser víctimas de esos nuevos-viejos patrones y matronas del mal, que encuentran en su enriquecimiento, la justificación suficiente para mantener a 50 millones de colombianos y colombianas de espaldas al pacífico.

* Hoffman, Odile. Comunidades negras en el pacífico colombiano, innovaciones y dinámicas étnicas. 2007. Conacyt (México). Ediciones Abya-Yala. Quito, Ecuador. ISBN 978-9978-22-694-0.

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
Nota Ciudadana
Las EPS, ¿homicidas por omisión?

Las EPS, ¿homicidas por omisión?

Nota Ciudadana
Escribo poemas para trascender el tiempo

Escribo poemas para trascender el tiempo

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--