Colombia se ha definido como un país esencialmente de religión cristiana, siendo el catolicismo la variante más común entre los colombianos. Sin embargo, el país está sufriendo un proceso de diversificación religiosa y secularización a la par que se ha ido urbanizando.
Poco después de la independencia, la ciudad de Bogotá tenía veinticinco mil habitantes, los cuales, en su mayoría, asistían a diario a misa, en las treinta iglesias y capillas de la capital. Dos siglos después, la asistencia a los oficios religiosos es una actividad de culto que es practicada en mayor parte por los adultos, mientras más son los ciudadanos que dedican el domingo al ocio, el deporte y al descanso. En la actualidad solo el 43% afirma asistir a misas o cultos una vez a la semana.
Entre los ciudadanos que asisten a los oficios religiosos, no son solo las iglesias católicas las que son visitadas, pues un ramillete de denominaciones tiene sucursales en los diferentes barrios, pueblos y ciudades, con variantes doctrinarias que van desde las que aceptan la Trinidad, las que solo aceptan a una persona divina: a Jesús, hasta las que las que consideran que Jesús fue la primera creación de Dios, pero no un ser divino. Unas denominaciones predican un segundo regreso de Cristo, mientras que otras dicen que solo habrá un juicio tras la muerte. Unas ordenan homosexuales y muchas otras han hecho de la lucha contra sus derechos civiles un arma de batalla política. Algunas pocas guardan el sábado, la mayoría el domingo. En unas bautizan niños pequeños, otras solo adultos, y en una (el mormonismo) es posible bautizarse por los antepasados. Unas pocas logran asimilar los descubrimientos de la ciencia respecto a la evolución y el Big Bang, mientras que otras se aferran a una interpretación rígida de la Biblia. Las variantes son mayores y parecen ir en aumento.
En términos generales, en Colombia cerca de un 97% cree en un Dios y un 93% cree que Jesús es el hijo de Dios. Un 74% se define como católico, mientras que un 16% conforma el diverso grupo de las diferentes denominaciones protestantes. Esto según un estudio de Cifras y Conceptos revelado en noviembre de 2017.
En otro estudio adelantado por el sociólogo William Beltrán en el 2011 se reveló que las mujeres son mucho más religiosas que los hombres. Repartiéndose las respuestas de que la religión es “muy importante” en sus vidas en un 55,4% entre el sexo femenino, y tan solo un 36,8% entre los varones.
Los libros sagrados para los colombianos no son solo la Biblia. Algunos creen como sagrado en el libro de Mormón, el Corán, la Torá, los escritos de la señora Elena G. White, Ciencia y salud con clave en las escrituras de Mary Baker Eddy, el Bhagavad Gita, el Srimad Bhagavatam, y varios más.
Tan grande es la diversidad religiosa en el país que se calcula que cada día, en promedio, una iglesia cristiana no católica recibe su personería jurídica especial por parte del Ministerio del Interior. Menos frecuente es el registro de religiones no cristianas, pero estas se siguen registrando. Uno de los casos más recientes es el de la Iglesia de la Cienciología, famosa por tener en sus filas a Tom Cruise, acusada de ser una secta y estar prohibida en Francia.
El crecimiento de los sectores evangélico, pentecostal y de otros segmentos cristianos como adventistas, mormones y testigos de Jehová se ha hecho a expensas del catolicismo. Incluso el judaísmo y el islam han tenido conversiones de colombianos que antes profesaban el catolicismo.
Según estudios de Latinobarómetro, en Colombia el catolicismo perdió un 12% de sus feligreses entre 1996 y 2013. Esta tendencia a la pérdida no es exclusiva de este país, sino que es una constante en toda América Latina. De hecho, el Vaticano prevé que su futuro bastión de creyentes será África subsahariana, porque Europa se seculariza rápidamente, mientras que América Latina se vuelve más diversa.
De hecho, muchos de los ciudadanos que se dicen católicos, no asisten a misas, no conocen ni comprenden los dogmas de la religión católica. Perfectamente pueden tener sexo prematrimonial y usar condones cuando es algo prohibido por el catecismo. Muchos de los que se dicen católicos están de acuerdo con la posibilidad de divorcio, y nunca va en un festivo religioso a misa, ni conoce el motivo de esa fiesta. Incluso, un estudio de Beltrán en el 2011, encontró que un 32,9% de los que se identificaron como católicos creían en la reencarnación. Una creencia más asociada con religiones orientales como el hinduismo, budismo y taoísmo. Para muchas personas quizás es más cómodo decir que son “católicos” frente a una encuesta o en una conversación informal, porque evita tener que dar demasiadas explicaciones sobre sus creencias. Así pues, el número de católicos culturales es mayor y el de católicos practicantes y conocedores de sus dogmas es menor.
Por otra parte, los estudios realizados por diferentes estudiosos muestran que las generaciones más jóvenes son menos religiosas, y que la asistencia al culto es menos frecuente que en las generaciones más adultas.
El trabajo de Beltrán revela que los creyentes no practicantes alcanzan un 46,5% entre los jóvenes, un 36,4% entre los adultos jóvenes, baja a un 26,8% entre los adultos, y es más bajo, solo el 18,3% en la tercera edad.
Otro segmento de ciudadanos, que se encuentra en crecimiento, expresa que “creen en Dios, pero no en las religiones”, una reacción que va acompañada por el abandono de los lugares de culto, quizás como resultado de los cada vez más frecuentes escándalos por abuso sexual por parte de sacerdotes, o escándalos por enriquecimiento de los muchos pastores evangélicos a costa de diezmos y ofrendas. Este segmento debe incluirse en los futuros estudios, que de hecho, son pocos en nuestro país.
Muchos sociólogos clasifican a muchos de estos creyentes no practicantes como “no afiliados” y en lugares como los Estados Unidos, ya constituyen el segundo segmento más grande dentro de los creyentes.
Por último, tenemos el sector no religioso, que incluye a los ateos y agnósticos (la diferencia entre ateos y agnósticos es que los primeros rechazan la hipótesis de Dios, mientras que los agnósticos consideran que no hay suficientes pruebas para aceptarla o rechazarla). Este segmento, que diferentes estudios ubican entre un 3 a un 5%, lo conforman principalmente jóvenes y personas con estudios universitarios y de posgrado.
En el estudio de Beltrán se muestra que solo un 0,9% de las personas con básica primaria son ateos o agnósticos, el porcentaje aumenta a un 3,5% entre quienes solo tienen bachillerato, asciende a un 6,7% entre quienes tienen estudios universitarios y alcanza al 16,20% entre aquellos que alcanzan estudios de postgrados.
Países que fueron casi totalmente católicos como España y Chile muestran el camino que puede seguir Colombia. A medida que los procesos de urbanización y aumento de los niveles de educación se acentúan, el número de no creyentes (ateos + agnósticos) crecerá hasta alcanzar los dos dígitos, a la par también crecerá el porcentaje de “no afiliados”, siendo ambos segmentos reflejo de la secularización de la sociedad.
Por ejemplo, el porcentaje actual de creyentes en España es del 69,5%, aunque solo el 26,6% se declara practicante. En 1980, los que no creían eran apenas eran un 8,5%, hoy son ya el 30,5%. Sin embargo, el futuro del cristianismo organizado allí se prevé a la baja. En la franja de los jóvenes de 18-24 años el porcentaje de no creyentes ya superó levemente al de creyentes. 48,9 versus 48,5%.
Sociólogos como el ya citado William Mauricio Beltrán Cely, especialista en el tema de sociología de la religión, prevén que en Colombia el aumento de sectores con visiones más liberales entrará en choque con sectores minoritarios, pero bien organizados como los pentecostales y evangélicos, que con su activismo están reclamando cuotas de poder político. “Estamos siendo testigos de un cambio cultural en ciernes”, afirmó el investigador.
Esta fractura cultural ya se está manifestando en el esfuerzo gigantesco que pastores evangélicos han desplegado contra los derechos civiles de ciudadanos LGBTI, el aborto y la eutanasia, además de reclamar parte del erario para promover conciertos góspel y celebraciones como el Día de la Biblia en diferentes municipios. Todas ellas acciones contrarias a la laicidad estatal.
Sin duda, en unos 20 o 50 años Colombia será un país muy diferente al actual en cuanto a pluralidad religiosa. Seguirá habiendo ciudadanos que suban a Monserrate para pedir favores, pero serán menos. Habrá más iglesias que acepten y hasta casen homosexuales. Habrá menos ciudadanos que crean en la Biblia o que Jesús es Dios; más personas seguirán religiones diferentes al cristianismo; y aumentarán quienes afirmen ser ateos o agnósticos en el otrora país del Sagrado Corazón de Jesús.
En una sociedad con un creciente pluralismo religioso y no religioso, cabe recordar que la historia ha mostrado como mejor modelo para la convivencia el Estado laico que implica la neutralidad del Estado frente a toda confesión, sin entrar a favorecer a alguna o algunas de ellas, quedando la religión como un asunto personal y de particulares.
El periodista Gastón Pardo explicaba así la laicidad: el laicismo es, así, un instrumento que somete la aspiración hegemónica de cada credo a ser asumido como el verdadero y único, y para hacer valer los intereses de la nación en conjunto sobre intereses particulares incluyendo a los religiosos.
En el presente y en los años venideros será importante hacer valer el carácter laico del Estado para garantizar la convivencia en este país.
Estudios consultados para este artículo:
Descripción cuantitativa de la pluralización religiosa en Colombia. William Mauricio Beltrán, 2011.
Las religiones en tiempos del Papa Francisco. Latinobarómetro, 2014
Polimétrica de religión en Colombia. Cifras y conceptos, 2017.