Carlos Slim, el viudo enamorado que sigue haciendo plata

Carlos Slim, el viudo enamorado que sigue haciendo plata

Construyó un mausoleo en honor a su Soumaya y la nostalgia de su muerte hace más de 20 años la canalizó en los negocios: está en el Top 10 de los ricos del mundo

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febrero 21, 2023
Carlos Slim, el viudo enamorado que sigue haciendo plata

La inauguración del gran museo Soumaya resultó apoteósica: los distinguidos invitados, encabezados por un ya desorientado por la enfermedad del olvido, Gabriel García Márquez, el periodista Larry King, la escritora Guadalupe Loaeza, miraban maravillados este homenaje que le hacía un hombre poderoso a la mujer que amó en vida. Era el  29 de marzo del 2011, había pasado más de una década desde su temprana muerte.  Un lugar en el barrio donde Carlos Slim se enamoró de Soumaya Domit en la década del sesenta, una colección cercana a 70 mil obras de arte entre las que se cuentan a monstruos como el Greco, Tintoretto, Renoir, Zurbarán, Diego Rivera y Siqueiros. Cada obra significaba algo para el hoy séptimo hombre más rico del mundo.

Este hito de  17 mil metros cuadrados, 28 columnas de acero cuadrado, una altura de 46 metros es muy reciente y la historia es algo que sólo se distingue con la distancia. Pero el Soumaya tiene la proporción de otro monumento que un rey le hizo a su esposa fallecida. En 1654, en la ciudad de Agra, en la India, el emperador musulmán Shah Jahan terminó de construir un mausoleo para el que necesitó 20 mil obreros y que ocupa 17 hectáreas, el Taj Mahal. El Soumaya lleva cerca de 1 millón de personas al año, cerca de 7 millones menos de los que lleva la maravilla de la India. No es tan descomunal como aquella pero en el mundo moderno este monumento al amor no deja de maravillar.

Veintisiete años después de su muerte Soumaya sigue siendo una presencia constante para este hombre que con una fortuna de 81 mil millones de dólares entró al Top 10 de los millonarios del mundo. Su imperio empresarial y financiero lleva el nombre de Carso, una unió entre las iniciales de ambos –Carlos y Soraya-.

Carlos es hijo de Julián Slim y Linda Helú, dos inmigrantes libaneses que llegaron a México en 1910 huyendo de la opresión del imperio Otomano. Julian, junto con sus hermanos, crearon una sociedad mercantil llamada La estrella del oriente. Ubicada en el corazón de la Ciudad de México  a los 10 años de haber sido fundada ya tenía un valor superior a los 100 mil dólares y ya había comprado 11 locales que rodeaban su negocio. En plata de ahora ese monto se elevaría a los 28 millones de dólares. Carlos nació el 28 de enero de 1940 y, a pesar de la fortuna familiar, a Carlos le enseñaron a trabajar desde pequeño.

Según cuenta la leyenda arrancó su carrera a los catorce años, vendiendo dulces debajo de las escaleras de su casa, a pocos metros del Parque Lincoln, en plena colonia Polanco, de donde también eran vecinos los Domit Gemayel, quienes a su vez eran íntimos de los Slim Helú. En una de esas visitas, en 1955, Carlos conoció a Soumaya y arrancó una historia de amor que duró más de treinta años y que el éxito no deformó.

Soumaya fue una especie de oráculo en la que Slim se dejó llevar por cada uno de sus consejos desde que el controvertido sacerdorte Marciar Maciel, creador del Opus Dei, los casó en 1966. Ella fue quien le dijo que se metiera a estudiar ingeniería civil en una universidad pública como la UNAM, ella le ayudó a escribir su tesis, Aplicaciones de la Programación Lineal en Ingeniería Civil. Fue Soumaya quien le aconsejó hacer inversiones muy fuertes en el país, a comienzos de la década del ochenta, en medio de una crisis de fuga de capitales. Esas inversiones cuadruplicarían su fortuna. También su esposa estuvo detrás de la inversión que lo dispararía al adquirir acciones en Apple justo antes de la explosión que causó el lanzamiento que hizo Steve Jobs de la Imac.

La diva y el magnate durante el lanzamiento de las memorias de la Loren financiada por Carlos Slim

Y, en todo momento, Soumaya era sacudida por el dolor, por la enfermedad. A los 30 años recibió un trasplante de hígado. Su mamá misma se lo dio. Pero en 1999 la enfermedad la derrumbó. Slim decidió no casarse y consagrarse a sus seis hijos, Carlos Jr, Marco Antonio, Patrick, Soumaya, Vanesa y Johana. Sus seis nietos manejan varias de sus empresas. Pocas veces Slim se animó a salir con otras mujeres. Algunas fueron rutilantes, como Sophia Loren. Durante el festival de cine de Acapulco se conocieron y tejieron una profunda amistad. La admiración que sentía el magnate por la diva lo llevó a encontrarse con ella dos veces en Ginebra, Suiza. Incluso fue su invitada de honor cuando cumplió los 80 años. Fue tal el interés de Slim por la diva que Carso, su grupo económico, fue quien decidió meter el dinero que necesita la publicación y distribución de las memorias de la diva italiana. Ella ha dicho sobre él lo siguiente: "Es un gran hombre, muy sensible. Es un gran amigo y tiene muy buenos modales. Él no se parece a nadie, es único".

En los últimos meses ha aparecido otro nombre en la vida de Slim, se trata de la poderosa viuda mexicana Mercedes Sanchez Navarro, quien, según el Mundo de Madrid es “La principal accionista del grupo Modelo, el gigante cervecero que exporta la cerveza Coronita, además de otras marcas como Modelo y Pacífico. Fue vendida en 2013 por 20.000 millones de dólares al grupo Anheuser Busch, aunque Mercedes y sus hermanos conservan acciones de la compañía. Juan, también pionero de la publicidad, desempeñó importantes cargos como el de presidente del club de banqueros y fundó el Partido Acción Nacional. También se encargó de rehabilitar el apellido Sánchez Navarro, que en época colonial poseía millones de hectáreas, pero el revolucionario Benito Juárez despojó a su bisabuelo Carlos de todas sus tierras. El empresario se casó con María Teresa Redo, hija del gobernador de Sinaola, y tuvieron cuatro hijos: Miguel, Eduardo, Beatriz y Mercedes, la "novia" de Slim”

En el gran premio de México de Formula 1 del año pasado se vio al millonario con la viuda tomados de la mano como se ve en esta foto:

Nada se confirma mientras tanto y, a los 83 años, Slim intentará conseguir la paz en el recuerdo de su amor perdido. La vida es demasiado corta para volver a empezar.

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