Breve (y necesaria) historia de la criminalización contra la izquierda en Colombia

Breve (y necesaria) historia de la criminalización contra la izquierda en Colombia

Sigan delirando medios de comunicación, sigan haciendo trampa. Quienes nos adherimos a las doctrinas progresistas, volveremos a derrotarlos en 2026...

Por: César Augusto Patiño Trujillo
mayo 23, 2024
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Breve (y necesaria) historia de la criminalización contra la izquierda en Colombia

Deliran, actúan cada vez con mayor desespero, aúllan a la luna y viven atribulados por la derrota en las elecciones presidenciales de 2022. Sienten nostalgia por no detentar a su capricho el poder absoluto. Se mantienen expectantes ante cualquier hecho que ocurra dentro del corazón del gobierno para caer encima como los buitres carroñeros que son; andan muy observadores para magnificar errores, hacen ruido y en asonada se mangualan los medios de las élites, políticos y opositores mediocres, muchas veces gratuitos e ignaros con el objetivo único de atravesarse en el camino para azuzar a la erosión del gobierno progresista.

Esa es la tarea. Son los ejércitos de una parte de la sociedad colombiana que aún beben de las ideas más retardatarias de la nada deseable Regeneración, sus tretas dantescas no dejan respirar y quien ejerce el gobierno, en últimas, carece del poder.

Ejércitos que se sienten orgullosos de sus posturas discriminatorias, excluyentes, racistas, homófobas y sobre todo aporófobas y clasistas, donde los apellidos siguen sobreponiéndose sobre la humanidad de los declarados “Nadie” de don Eduardo Galeano; son unas filas guerreristas que consideran que llamar a alguien comunista (o neocomunista) y marxista es equivalente a una acusación delictiva que debe llevar a una demanda penal.

Estuve buscando en el código penal  colombiano,  delitos calificados de comunismo y marxismo, y no los encontré, por razones, apenas obvias; en algún momento de la historia de Colombia, estos adjetivos hoy usados de manera peyorativa por las derechas más ultras, fueron delitos bajo el apelativo oficializado como “amenaza bolchevique” en la Ley 69 de 1928 o de Defensa Social, conocida paradójicamente como Ley Heroica, denominada así, porque, consideraban que el gobierno Méndez y el Congreso de la República eran unos héroes “que habían salvado la patria de los peligros del comunismo” (Cajas-Sarria, 2018, p. 11); dicha Ley, por odiosa y antidemocrática que fuera, se originó en el primer semestre de 1928 por medio del ministro de guerra, el caleño Ignacio Rengifo, la idea era poner una barrera que no permitiera la reproducción en este territorio de las ideas de la Revolución Rusa.

Una idea que, siendo popular, tuvo un apoyo eficiente, y donde el gobierno y los conservadores, haciendo uso del Estado de Opinión, avalaron, ya que dicha ley era un “proyecto salvador” que nacía para hacer frente a “los enemigos del proyecto cristiano” (Cajas-Sarria, 2018).

La satanización de dichas ideas no es, pues, de la cuerda creativa y de la lucidez excepcional  de una María Fernanda Cabal o un Miguel Polo Polo, son más bien restos, sedimentos emergidos de esas estrategias iniciadas para erosionar la imagen de un necesario enemigo interno  al que se debía enfrentar con todas las armas posible que la cristiana nación pudiera utilizar gritando sin asomo de vergüenza y sí con mucho orgullo un “¡Viva Cristo Rey!” mientras se masacraban infieles comunistas e hijos del pecado. Dios sabrá poner a cada hijo Suyo una condecoración celestial por luchar, abortar al malvado en esta tierra y morir por la Santa Religión.

La prohibición de manifestaciones y lanzamiento de arengas que pusieran en peligro la estabilidad del Estado colombiano, la prohibición de “fomentar la lucha de clases” y el desconocimiento tácito de la promoción de paros y huelgas,  y el permiso explícito de reprimir cualquier idea enemiga emparentada con la violación de las anteriores barreras de luchas laborales,  se vio materializado por órdenes del mismo Rengifo con la matanza que se dio en la zona de las bananeras los días 5 y 6 de noviembre de 1928; para las fuerzas del Estado, las exigencias de los trabajadores bananeros, que estaban orientadas a mínimas conquistas para reparar su  dignidad aplastada por la empresa norteamericana, eran una afrenta contra la democracia colombiana y atentaba contra el sacrosanto statu quo.

Las consecuencias fueron nefastas, no se hace necesario recordarlas. Claro está que Cajas-Sarria (2018), logra establecer que: “si bien [La mal denominada Ley Heroica] fue un instrumento jurídico para la represión, que logró golpear a las organizaciones socialistas y desvertebrar los intentos de insurrección, a la larga fortaleció a la izquierda política y en últimas contribuyó a deslegitimar al régimen conservador” (P. 12).

Bajo la era liberal de 1930 a 1946, las fuerzas de izquierda crecieron, los liberales, quienes veían en ellas a enemigos electorales potenciales, se adscribieron a algunas de sus ideas para contrarrestar las ideas socialistas y comunistas; la “Revolución en Marcha” de López Pumarejo fue un claro ejemplo, y la adhesión de los comunistas a la candidatura de Gabriel Turbay en 1946, también fue otro intento de los liberales de mantener el poder a costa de esos apoyos ideológicos.

Para los años 50, la vuelta a una segunda hegemonía conservadora, iniciada por Ospina en 1946, llevó a una nueva criminalización de las izquierdas, inclusive, las élites liberal-conservadoras colombianas y el Consejo de Estado de los EE. UU. apuntaron contra un posible autor intelectual del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán sin tener ninguna prueba, más allá de la especulación: el Comunismo Internacional; y por supuesto, la prohibición del Comunismo bajo el gobierno de Rojas Pinilla con el espurio argumento de que, dicho movimiento internacional prosoviético, podía desestabilizar su gobierno, fue implacable en su persecución contra los  adictos a los rojos del Este; desprestigio, en este caso, es la palabra mágica de las derechas más radicales.

Con el Frente Nacional aparecieron grupos guerrilleros representantes de las  izquierdas armadas de todo tipo, conllevando con ello a múltiples abusos de los gobiernos de extrema derecha como los de Turbay y su perverso Estatuto de Seguridad y la guerra contra el “terrorismo” guerrillero en el gobierno de Uribe, bajo el pretexto de luchar contra el mal; es una muestra contundente de que, lo que hoy hacen estos políticos banales y vacíos de las derechas, no es más que, una repetición constante de mañas y vicios criminales heredados de sus antepasados políticos.

¡Ni modo!, estos hijos y nietos no logran superar la visión excluyente de sus padres y abuelos, y por obvias razones, todo lo que huela a ideologías donde la democracia y la justicia social e inclusión sean las bases de un programa político, no es más que una muestra de que el comunismo y la subversión siguen gozando de muy buena salud, y por ende, debe seguir siendo perseguido si bien, ya, no legalmente como delito o actitud penalizada en los códigos, sí, como una cosmovisión propia de viciosos, malandros, violentos y hasta “Primeras Líneas Terroristas” que hay que enfrentar con toda la fuerza de las armas del Estado, para no permitir la destrucción de la “Patria” y la juventud hija de la “gente bien”, en otras palabras, se hace lo que sea para hacerle ver a la conservadora sociedad colombiana, que es un error no declarar delito el comunismo, el socialismo, el anarquismo en su significado más pueril y burdo,  a quienes relacionan con la lucha armada de extrema izquierda.

No se les escapa ni una, utilizan las trampas argumentativas que sean necesarias para demoler cualquier idea sana y bien estructurada, no es necesario numerar ejemplos, a diario se evidencias en los medios. El espíritu de Laureano Gómez Castro se pavonea sin ningún límite por la mentalidad criminal de estas rancias y muy reaccionarias oligarquías. Enrique Gómez el nieto de Laureano lo representa muy bien, inclusive invitando a punta de tuiterazos a deponer por la fuerza el gobierno de Gustavo Petro.

Pero estos ataques no son propios del s. XX y XXI, en el s. XIX, Manuel Murillo Toro era atacado por liberales moderados y conservadores por ser el reproductor del comunismo, que apenas gateaba por el mundo, a pesar de esto, logró probar dos veces la presidencia de la república.

Por ejemplo, el gobierno del general López, al igual que el actual de Petro, fue atacado de manera irreflexiva y violenta por Caro y Ospina, los padres del esclavista, ultracatólico y tradicionalista partido conservador. En el diario La Civilización, Caro atacaba visceralmente a ese gobierno, en el que actuaba como ministro de Hacienda, el ya citado Murillo Toro, escribía este godos de rakamandaka que las acciones de López en su gobierno: “eran semejantes a los de una pandilla de bandidos empeñados en destruir la religión cristiana, establecer el comunismo y propalar la desmoralización de las buenas costumbres” y el doctor Torres Almeyda (1984), describió de manera acertada la manera en como el líder radical, ministro de López, el señor Murillo Toro, era atacado con una agresividad, que, apenas, hoy con Gustavo Petro se ha vuelto a repetir con  el mismo, o incluso, mayor grado de intolerancia; dicha descripción pareciera hecha para Petro, pero, repito, fue hecha para Murillo Toro.

Vale la pena citarla: “Por su pasión por el cambio social, Murillo Toro fue el político más vejado y calumniado de su época” (P. 84) y continúa Torres: “el tono agresivo e incoherente de la oposición derechista contra el reformador llegó a la insania” (P. 84), desencadenando “los más rudos y violentos ataques sin precedentes en nuestra historia política.” (P. 84)

En la actualidad el maniqueísmo político se mantiene al día, políticos puristas y periodistas que dividen al pueblo entre los buenos y los malos, siguen, como “bicentenariamente” ha venido ocurriendo, por medio de sus mendacidades; en el diario La Patria de Manizales, por ejemplo, un columnista irresponsable y fanático como ha sido, es y será el godo Jorge Enrique Pava, se atreve a titular su columna del 17 de mayo: “Colombia está en guerra”: “Una guerra que desató el presidente Petro cuando declaró como enemigos a quienes no comulgamos con sus desafueros, ilegalidades, desastres y perversidades” es el inicio de su columna, y se atreve, sin ninguna vergüenza a salvarse él y a  los que en dicha columna califica de “buenos”, o sea, a los que piensan como él en relación con el actual gobierno,  y a los seguidores del presidente los tachona de “malos”; en otras palabras, está enrumbado en la estrategia del enemigo interno, utilizando un vasto arsenal de mentiras en contra de los seguidores del presidente, con el objetivo e satanizar y mantener vigente ese  enemigo tan necesario para esas rancias élites.

Hasta ahora, su propaganda guebeliana no ha dado resultados, el presidente Petro en su visita a Manizales el 9 de mayo pasado saludando a las autoridades departamentales y de la capital caldense, se refirió así al muy carismático y respetado gobernador de Caldas: “Gobernador del departamento de Caldas, Henry Gutiérrez Ángel, que lo acusaban mucho de ser petrista allá en la campaña electoral…y ganó […]las cosas van cambiando”.

No sobra decir que Pava fue un irascible y violento detractor de la campaña de Henry a la gobernación. Las vísceras se alborotaban al leer tan degradante columna pagada para mentir en contra del reconocido y querido médico de La Enea, elegido a pesar de la guerra mediática tan vulgar que se desarrolló en su contra.

Yo siempre he sostenido que existen buenos y malos en la política, siempre he creído que los enemigos de los derechos de los ciudadanos, que los detentadores del poder de las armas, y  aquellos que quieren mantener en alto sus privilegios con el sudor del trabajo los más pobres, y además de  los politiqueros que cooptan la bella política para robar el erario de los ciudadanos no se pueden ubicar dentro del grupo de los buenos, sin embargo, Pava considera malos a los petristas, por el solo hecho de ser petristas y buenos, ellos, por el solo hecho de ser enemigos de dicha facción política, en ese sentido el violento Pava escribe en el diario manizaleño que en este país hay una: “ guerra entre buenos -que es el pueblo trabajador, honesto, emprendedor, luchador y orgulloso de su patria-, y los malos -que son esas hordas de criminales que se sienten por encima de la ley y la Constitución, y están asolando a Colombia aupados desde la propia Presidencia.” (La Patria, 17 de mayo, 2024). ¡Tan pacífico y demócrata el muy católico columnista!

Pava hace ver a los millones de seguidores del presidente, como “hordas de criminales”, en otras palabras, todo aquel que se declare seguidor del actual gobierno es en esencia malvado y delincuente, se es culpable por ser petrista, un prejuicio lleno de violencia discriminatoria   dictó sentencia de este bochornoso mal colombiano; y ello es nada menos que un acto de deshumanización y de satanización del otro, y ya sabemos cuáles han sido en este país las consecuencias de dichas estrategias.

 Cuando cosifico y deterioro moralmente al otro que el mismo columnista califica de manera directa en su apología a la violencia de “enemigo”, sencillamente se puede leer como una declaratoria de guerra a muerte, pues, al enemigo no se le vence con los argumentos, se le elimina.

El lío mayúsculo es que, para justificar su “guerra”, Pava no solo procede al deterioro moral, sino, que, se victimiza para esconder su verdadera esencia, la de los cobardes que aprovechan las tribunas para aupar a la violencia política que tanta sangre ha dejado vertida a lo largo y ancho de este país.

Mucho hay que decir de esto, sin embargo, esta breve, pero decidida reseña, debe servir para invitar a la prensa a regular las opiniones que traspasen un límite que se puede terminar definiendo dentro de lo que se denomina el delito de odio.

Los defensores de las políticas de Colombia como Potencia Mundial de la Vida debemos denunciar, señalar, de-velar todo intento de saboteo de la democracia y ello, hoy es muy fácil, porque la palabra absoluta ya no la poseen esos desvergonzados responsables de la guerra. Desescalar la violencia por medio de la palabra escrita y denunciarlos para ponerlos en evidencia, es responsabilidad de todos, al fin y al cabo, esta nación no le pertenece a esos autodenominados “buenos” (la gente bien) sino, a todos y cada uno de los colombianos que amamos la paz y la justicia social. A nuestro Murillo Toro del s. XXI una sola frase: luchar hasta que se recupere en Colombia la dignidad y se establezca por fin la paz.

Sigan delirando miles de Pavas de los medios de comunicación nacionales y regionales del país, sigan haciendo trampa y sigan desesperados, con ello, le hacen la tarea al gobierno y quienes nos adherimos a las doctrinas progresistas, seguimos esperando con paciencia, para volverlos a derrotar en 2026, porque al final del día, la vida, la paz y la justicia social prevalecerán sobre los que lanzan vítores a la guerra, a la muerte y a la pobreza. No pasarán.

REFERENCIAS

Cajas-Sarria, Mario Alberto. (2020). El derecho contra el comunismo en Colombia, 1920-1956. Izquierdas, 49, 1. Epub 15 de enero de 2020.https://dx.doi.org/10.4067/S0718-50492020000100201

Pava, J. (17 de mayo 2017). Colombia está en guerra. Artículo diario La Patria.

Torres, J. (1984). Manuel Murillo Toro, caudillo radical y reformador social. El Tiempo.

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