Andrés Hurtado, el primer ambientalista en caminar los parques de Colombia

Andrés Hurtado, el primer ambientalista en caminar los parques de Colombia

De su aventura a pie quedaron miles de fotografías y textos que revelan una riqueza natural aún intacta que el estado tiene que preservar

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diciembre 16, 2020
Andrés Hurtado, el primer ambientalista en caminar los parques de Colombia

Andrés Hurtado ha dado clases toda su vida sin nunca abandonar el asombro por la naturaleza que lo ha llevado a recorrer palmo a palmo Colombia.  Su primer viaje fue a los 4 años, cuando se perdió durante cinco días buscando el origen del río Quindío. Fue la última vez que saldría de viaje sin una cámara de fotografía colgada en el pecho. Y v siempre con una cámara

En la búsqueda de la imagen perfecta Hurtado ha tenido innumerables accidentes. La primera vez que se cayó a un abismo, el 20 de junio de 1982, fue en el volcán Nevado del Ruiz. A pesar de su experiencia de más de tres décadas escalando, cometió un error de principiante: no iba encordado. Pensó que lo peor había pasado, que la nieve que trepaba no era un hueco sino piedra. Setenta metros cayó dentro de la montaña. Se partió la pierna en tres partes. Sin perder la calma le gritó a su acompañante que fuera a buscar ayuda. El compañero caminó, lo más rápido que pudo, hasta Manizales. Dentro de la grieta Andrés trataba de encontrar consuelo en el silencio. Recordó las historias que le contaba su madre cuando era niño.

Doña Emilce le decía que el arco iris se tragaba a las personas que tocaba. Y él le creyó. Desafiante, en las tardes de lluvia y sol, el pequeño Andrés lo perseguía en los campos y las colinas del Quindío. Al fracasar en su búsqueda, regresaba a la casa desconsolado. Su mamá lo calmaba recordándole que las cosas más importantes de la vida siempre están más lejos. En la búsqueda del arcoíris se hizo aventurero.

Hurtado ha sido profesor de Literatura y Español en el Colegio Champagnat de Bogotá por varias décadas

El dolor en la pierna difuminaba sus recuerdos. Trataba de no impacientarse. Los 25 grados bajo cero de la noche le llegaban hasta el hueso. Pensó que la ayuda llegaría, a más tardar, en un día. Andrés no contó con que la nevada había cubierto el hueco de la grieta. Afuera, los rescatistas se perdieron entre la inconmensurable blancura. Hurtado gritó hasta la locura. Tres días después la expedición escuchó su voz ronca. Cavaron, le mandaron una cuerda y lo salvaron. Pensaron que la experiencia traumática le quitaría las ganas de seguir descubriendo ríos, selvas, valles. A los tres meses, cuando las heridas se sanaron, Hurtado continuó su eterna expedición.

Nacido hace 79 años en Armenia, se formó al lado de los hermanos maristas y sus gustos van desde la literatura, de la que se hizo doctor en 1976 con una tesis sobre la obra de Gustavo Álvarez Gardazeabal, la fotografía y el periodismo cuyos artículos ha publicado siempre en El Tiempo y lo llevaron a ganarse en 1991 el Premio Simón Bolívar. Por su afán de caminante ha conocido 134 países en el mundo. Fue el primer colombiano en subir el Himalaya, y fue el hombre que documentó por primera vez, a finales de la década del ochenta las maravillas de Caño Cristales en La Macarena a donde llegó cuando un campesino le mostró la ruta para encontrar el río más hermoso del mundo.

Antes que ser caminante y fotógrafo Andrés Hurtado es un activista al que no le da miedo denunciar los crímenes que del estado contras sus ecosistemas. Por su tenacidad se frenó la construcción de una carretera en pleno parque de los Nevados y ha sido uno de los más enconados enemigos que ha tenido el proyecto minero que busca explotar el páramo de Santurbán en Santander Este talante le ha granjeado enemigos y dos atentados contra su vida.

Su peor experiencia, la que le mostró de frente el rostro de la muerte, fue mientras subía el alto del Naranjo de Bulnes en España. Perdió el equilibrio y rodó durante trescientos metros por un abismo. Su madre, que, según él, tenía la capacidad de desdoblarse, lo acompañó y le dio consuelo, mientras recibía los golpes de los peñascos. Cualquier otra persona hubiera muerto, pero Andrés, que es indestructible, tan sólo le quedó una insensibilidad en sus nalgas.

Cada vez que puede se escapa a los parajes alejados donde lo único que nunca falta es su cámara

Sus travesías buscando la magia salvaje de un país desconocido para sus propios habitantes, le han llevado a encontrar siete aviones perdidos, como el del nevado del Tolima que encontró después de seis meses de estar desaparecido. Allí estaban aún los hermanos Zemura. Todavía recuerda lo intacto que estaban los cadáveres de los japoneses gracias a la nieve.

Las montañas han hecho que el cuerpo del escalador se mantenga ágil. Cada vez que puede se escapa a los parajes alejados y solitarios en donde ha visto a un tapir partirle las patas a un jaguar, ha comido serpiente o ha dormido, en el cráter de un volcán, junto a al caminante Carlos Avellaneda, discípulo y alumno del colegio Champagnat de Bogotá.

Para este hermano marista la casa que más le gusta es una carpa, con el cielo como techo y de patio los nevados.  Su única aspiración es un día no volver a bajar de los riscos que frecuenta, quedarse quieto viendo como el sol, lentamente, se va metiendo entre las montañas, dejándolo solo con el frío de la noche y el silencio.

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