La historia de Satena no empezó en un aeropuerto sino en un mapa. En uno de esos mapas de los años sesenta donde Colombia parecía un país partido en dos: el de las carreteras, los puertos y las capitales visibles, y el otro, inmenso, silencioso, sin líneas ni rutas claras. Para unir ese territorio que no cabía en los planes de desarrollo tradicionales, el Estado decidió inventarse una aerolínea. No para competir, sino para llegar. Así nació Satena, una empresa concebida más como una política pública que como un negocio, y que seis décadas después cierra 2025 con más de 172 rutas activas y una flota profundamente renovada.
La idea tomó forma en 1962, cuando el entonces presidente Alberto Lleras Camargo firmó el decreto que dio vida al Servicio Aéreo a Territorios Nacionales. El país estaba saliendo de una etapa de violencia política y el reto era integrar regiones que, en la práctica, estaban desconectadas del Estado. La autorización vino desde la Casa de Nariño, pero la operación quedó bajo el control de la Fuerza Aérea Colombiana, una decisión que marcó el ADN de la compañía: disciplina militar, vocación pública y un mandato claro de llegar a donde no había caminos.
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Los primeros vuelos no fueron épicos ni multitudinarios. Fueron funcionales. Aviones robustos, pensados para pistas cortas y climas extremos, comenzaron a unir Bogotá con la Amazonía profunda. Leticia, Tarapacá, El Encanto y Puerto Leguízamo se convirtieron en nombres habituales en los planes de vuelo. La flota inicial de Satena estaba compuesta por aeronaves de hélice, algunas de ella que habian sido donadas por agencias internacionales, que respondían más a la necesidad que a la estética. Satena no nació para gustar, sino para servir.
Con el paso de los años, la aerolínea fue creciendo al ritmo del país. En 1968, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, una nueva ley le dio estatus de establecimiento público, patrimonio propio y una adscripción directa al Ministerio de Defensa. Ese cambio administrativo le permitió planear a largo plazo. En los años setenta llegaron los primeros turbohélices, que ampliaron la capacidad de pasajeros y mejoraron la regularidad en las rutas. Una década después, en los años 80´s, se incorporaron aviones jet y eso marcó un salto tecnológico que puso a Satena a la par de otras aerolíneas nacionales, sin que perdiera su vocación regional.
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A lo largo de su historia, la empresa no solo transportó pasajeros. En emergencias naturales, conflictos armados y crisis humanitarias, sus aviones funcionaron como ambulancias, puentes aéreos y líneas de vida. El terremoto de 1994 en el suroccidente del país es uno de los episodios que todavía se recuerdan internamente como prueba de su razón de ser: volar cuando nadie más puede hacerlo.
En los años noventa y comienzos de los dos mil, Satena inició un proceso de modernización que incluyó nueva flota, renovación de imagen y una mayor participación en el mercado aéreo nacional. Llegó a transportar más de un millón de pasajeros al año y se consolidó como la aerolínea con mayor cobertura territorial del país. La expansión también trajo tensiones financieras. Hacia 2010, la empresa enfrentó una gran crisis. Las deudas significativas y pérdidas acumuladas fueron noticia. El Estado evaluó capitalización e hasta la venta parcial de la compañía, pero finalmente Satena se mantuvo como una empresa cien por ciento pública.
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El traslado de sus operaciones al Puente Aéreo de Bogotá en 2018 fue un gesto simbólico y práctico: facilitar el acceso de los pasajeros regionales y reafirmar su lugar dentro del sistema aeroportuario nacional. Para entonces, Satena ya era algo más que una aerolínea estatal. Era una marca querida, asociada a territorios olvidados, a vuelos donde casi todos se conocen y a la sensación de que alguien, desde el aire, sigue conectando al país.
El crecimiento más acelerado llegó en los últimos cuatro años. Durante el gobierno de la Colombia Humana, de Gustavo Petro, la aerolínea asumió un papel central dentro de la política de integración territorial. Entre 2022 y 2025 llegaron decenas de nuevas conexiones que ampliaron la cobertura a regiones históricamente marginadas. La flota se diversificó con aeronaves adaptadas a pistas cortas y condiciones complejas. Se consolidó una operación que hoy alcanza más de 170 rutas, con la meta de llegar a 200 en el corto plazo.
El cierre de 2025 encuentra a Satena, liderada por el general Óscar Zuluaga, operando rutas inéditas, como su llegada a La Guajira, y estrenando aviones de última generación que permiten transportar más pasajeros con mayor eficiencia. La aerolínea también fortaleció su capacidad de mantenimiento en Medellín, reduciendo dependencia externa y apostándole al conocimiento técnico local. La mayoría de sus pasajeros viajan en rutas sociales, donde el avión no es un lujo sino una necesidad básica.
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