Ganarse la vida matando: testimonio de un mercenario colombiano

Ganarse la vida matando: testimonio de un mercenario colombiano

Dante Hincapié se retiró de la Armada en 2014 y se fue pagado al Medio Oriente para entrenar soldados árabes y combatir piratas somalíes. Esta es su historia

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agosto 18, 2021
Ganarse la vida matando: testimonio de un mercenario colombiano

Era tan duro como despertarse en la mañana, a las 4:00, antes de que el sol inundara el desierto. En Emiratos Árabes no había conflicto armado con nadie pero había que sudarla. Todos los días en la madrugada arrancaba el entrenamiento. Era un grupo de 30 soldados, la mitad eran colombianos. Dante Homérico Millos Hincapié era uno de ellos. Muchas veces encabezaba el pelotón, veinte kilómetros al día trotando, más de siete horas, con 15 kilos encima. El principal inconveniente de trotar en el desierto eran las botas, que se entierran en la arena y sacarlas de ahí, con el sol quemando la nuca y un calor asfixiante de 40 grados, es demoledor. Uno a uno los soldados de Yemen, Arabia Saudita y los propios emiratíes sucumbían ante la inclemencia del ejercicio y los únicos capaces de completarlo eran los colombianos. Para eso fueron contratados, para eso estaban ahí.

En Medio Oriente la Primavera Árabe amenazaba con destronar a todos los gobernantes y reyes. Corría el 2013 y en Túnez y Egipto las protestas masivas ya habían logrado tumbar a sus presidentes, atornillados en el poder por más de 20 años. En los Emiratos Árabes el emir y presidente Jalifa bin Zayed Al Nahayan no quería correr la misma suerte. Su estrategia era sencilla: fortalecer el ejército árabe, y para ello nadie mejor que los soldados colombianos.

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El mayestático nombre de Dante Hincapié se lo puso su papá, hincha de Millonarios y admirador del delantero argentino Dante Américo Lugo, estrella del club embajador en 1976. Nacido en Villavicencio, bachiller del colegio INEM de la capital del llano, Dante ingresó a la Escuela Naval de Barranquilla soñando con llegar a lo más alto dentro de la Armada. Se graduó en 1994 como suboficial experto en telecomunicaciones y radares y fue parte de batallones fluviales que navegaban en el río Orteguaza en el Caquetá combatiendo a las FARC a principios de este siglo, cuando la guerra arreciaba en Colombia. Sin embargo, con el tiempo Dante Hincapié supo que su carrera militar no tenía gran futuro. Sus conocimientos en todo tipo de armas como la 5.56 capaz de romper la coraza de un tanque de guerra, y sus ambiciones por tener una buena vida, hicieron que los dos millones y medio que recibía mensualmente por parte del Ejército le supieran a poco.

Poco antes de salir del servicio activo en 2014, fue trasladado a la dirección general del comando general de las fuerzas militares. En los pasillos de la institución había un tema del que se hablaba con insistencia: prestar los servicios después del retiro en un país de Medio Oriente. Había una empresa de seguridad, Global, que hacía la selección. Dante, por debajo de cuerda al ser un tema vedado para los generales, se presentó ante uno de los tres traductores árabes que lo atendieron a él y a decenas de sus compañeros que aspiraban a ser contratados. El proceso de selección era arduo. Había que pasar tres exigentes pruebas físicas que se hicieron en el Parque Simón Bolívar de Bogotá. Con alegría, a comienzos del 2015, Dante recibió la noticia: había pasado el examen. Se iba a Emiratos Árabes Unidos y ahora se convertía en uno de los 10 mil soldados colombianos que prestaban sus fuerzas a una nación extranjera.

El soldado colombiano, por su ADN guerrero, aprendido en más de 50 años de lucha contrainsurgente, es uno de los más preparados y aguerridos del mundo, por eso, empresas cazatalentos como Global los contratan. Dante lo sabía perfectamente y estaba dispuesto a enfrentarse a las situaciones más sangrientas posibles. Pasar de ganar dos millones y medio mensuales a tres mil dólares completamente libres, ya que recibía vivienda y alimentación, era más que suficiente.

Fueron varios años de intensos entrenamientos y misiones militares de las que habla poco. Su mayor motivación siempre fue su familia: su esposa y su hijo, a los que veía después de viajar a Colombia durante sus 45 días de vacaciones.

En 2018, tentado por un salario aún más alto, Dante viajó a Yemen, a la frontera con Somalia, en donde se enfrentó a una experiencia mucho más dura. Tuvo que enfrentarse con los temibles piratas somalíes, famosos por sus asaltos en alta mar y en medio de una crisis migratoria de refugiados que escapan acosados por la hambruna perpetua que padece el Cuerno de África. Dos años duró prestando servicios en Yemen, hasta que regresó a Colombia en 2020 con casi 100 millones de pesos ahorrados.

En diálogo con Las2orillas, Dante decidió dar la cara para defender el honor de su profesión: “ser un mercenario no es ser un sicario”.

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