El único lugar

El único lugar

Mauro González es un ingeniero que trabaja como jefe de zona, en una importante hidroeléctrica de la región

Por: Héctor Arturo Gómez
noviembre 05, 2015
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El único lugar
Foto: tomada de elcolombiano.com

En el desempeño de sus funciones, el destacado profesional se ve abocado en innumerables ocasiones a interrumpir cualquiera de las actividades personales a efectos de una llamada proveniente de la central por la cual le comunican un sobrecalentamiento en las máquinas, una fuga de aceite, una alarma en los medidores, o quizá una creciente fluvial que amenaza la estabilidad de la represa; en fin, cantidad de factores de tipo técnico, disciplinario o familiar que mantienen filoso el estado de alerta, situación nunca agradable cuando interrumpe drásticamente el sueño, la siesta meridiana vuelta así una esquiva añoranza, o la oportuna compañía de una mujer, venida desde lejos.

Pero existe en la casa que ocupa el ingeniero un sitio donde no llega ni la intranquilidad del repicar telefónico, ni la molestia del trabajador que lleva quejas sobre la cantaleta de su esposa ni el acoso de una tempestad que amenaza un cataclismo total, que desdibuja un paisaje normalmente salido de la silvestre acuarela del artista eterno.

En ese lugar solitario, íntimo, casi metafísico, cualquier visitante puede encontrar -además de los adminículos propios que podrán deducirse- una buena cantidad de revistas, folletos y libracos esparcidos por el suelo, o cabalgando con cariño a manera de seña en la última página leída de forma graciosa e ineludible, sobre el lomo del sitial que desde la última vez Mauro había ocupado.

El espacio donde González escapa a la rutina para sentirse partícipe del mundo, incorporado en la lectura del periódico, las cursilerías de una revista quincenal, y los libros que acrecientan la serenidad de pensamiento que lo caracterizan…, es el baño, pues sus calidades de particular y excluyente, lo constituyen en uno de los más funcionales y creativos del lugar.

Analicemos como ejemplos, casos en los que la estadía de una persona desencadena diferentes reacciones en las gentes que indagan por aquella.

En el caso de mi amigo, si el teléfono repica sin recibir contestación, a pesar de que el celador constata su ingreso a la vivienda, la respuesta concluyente es: "Está en el baño", con la que se posterga la llamada por urgente que sea, sin sospechar el ritual que allá adentro se está desarrollando.

Usted lector, sintiéndose acosado, no recurre muchas veces a la frase contundente de: "Está en el baño", libradora de cobradores y visitantes inoportunos, que deben, sin remedio, volver sobre sus pasos, sin maliciar una mentira de apuro como ocurriría al decir: "No se encuentra en el momento", cuando su auto está parqueado frente a la vivienda, o "sí está pero no puede atenderlo", que genera un urgente manifiesto de amenaza e inconformidad por su falta de presencia, y el escapismo imaginado por los visitantes para no darles la cara?

Del baño han salido con cara de tranquilidad y suficiencia autores de versos, pensamientos brillantes, inventos revolucionarios, soluciones matemáticas, conclusiones a múltiples problemas personales y sociales, y aún el arreglo de la licuadora descompuesta cuando la hora del almuerzo se aproxima, se maduró en el privadísimo lugar.

También un día perdido en la memoria acogió con seguridad al niño que devoraba el pan sustraído en la despensa; al mocoso librado oportunamente de los azotes del enfurecido padre, maniatado así frente a la puerta asegurada por dentro; a la jovencita escandalizada por su paso inesperado a una madurez, de la que nadie, antes, por ignorancia o por pudor le habían hablado; a la empleada de mirada lánguida ante la foto de su amado ausente; y en fin, al gobernante que en horas dolorosas, escapó al atentado que acabaría con su vida.

Cuando de niño pasaba frente a mi madre, armado de los periódicos que papá conseguía diariamente, la deducción se producía con certeza, pues en el baño devoraba noticias, pie de fotos, y tiras cómicas que llenaban de entusiasmo, y sólo finalizaba la lectura, cuando los golpes desesperados de algún hermano en apuros, me sacaban del mágico mundo destruido por la indelegable necesidad de la naturaleza humana.

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