De gallos y galleras

De gallos y galleras

Recuerdo en El Bagre los hermosos gallos canagüays, cenizos, pintos, colorados, chinos, giros, jabaos, blancos, gallinos, faisán y toda suerte de razas

Por: Carmelo Antonio Rodríguez Payares
noviembre 24, 2023
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De gallos y galleras

Decían que era el dueño de una cuerda compuesta por más de mil y pico de gallos de todas las razas y de todos los colores agrupados en unos galpones dispuestos de uno en uno.- Y a pesar de que a toda hora y por cualquier motivo hacían de aquel sitio el más ruidoso y ensordecedor como producto de sus cantos alegres, jamás vieron descompuesto a su único dueño, incluso ni cuando alguno de los suyos era declarado perdedor el domingo en la gallera “Pico de Oro”, que así se llamaba el escenario en donde le rendían pleitesía a estos animales que, armados de unas espuelas que eran verdaderos puñales, se enfrentaban cara a cara, en una lucha noble, sincera y franca, donde ganaba, no el más tramposo ni el traicionero, sino el que le hacía honores a su raza, como lo dijo el reconocido estandarte de esta actividad, Adolfo Pacheco Anillo.-

Movido por la curiosidad, ayer domingo y bajo el patrocinio de un amigo de nombre Harold, le pregunté a un personaje lo que sabía de gallos y me dijo con la experiencia heredada de su padre y de su abuelo y más de cinco generaciones atrás, que lo primero que hace el gallero a las cinco de la mañana es acercarse de la manera más cariñosa a su animal para tomarlo en las manos y acariciarlo durante un buen rato.-

Luego le da unas cuantas buchadas de agua en sus alas y en todo el cuerpo para que entienda que eso es el baño matinal.- En cuanto a la comida, me dice que debe ser la mejor y consiste en una cantidad proporcional de maíz amarillo y pedacitos de hígado o corazón de ganado, cebolla y huevos duros - según el tiempo del cuido - una sola vez al día y casi siempre a eso de las cuatro de la tarde. Eso sí, hay que tener cuidado con la comida porque no se trata de engordar al animal porque esto hace que se le disminuyan su potencia y su coraje a la hora de la pelea.

San Miguel, el último templo de las peleas de gallos en Bogotá

Dice que cuando los gallos están gordos se ahogan en la pelea y abandonan la lucha echándose en el ruedo.- Es por esta razón que el dueño lo vigila y lo pesa a cada rato; y si nota que ha engordado demasiado, entonces lo somete a un tratamiento para que rebaje de peso con una dieta que puede estar entre los ocho y los diez días con tragos de agua después de la comida diaria.- Pero no solo es la comida la que hace de estos animales unos bravos y peleoneros ciento por ciento, sino que durante este período de cuidado el gallero lo entrena para la pelea con ejercicios gimnásticos especiales inventados por los más veteranos en estas cuestiones.-

Recuerdo que en El Bagre, un pueblo que no ha sido de tradición gallística, pero que en sus buenos tiempos fue escenario de estos espectáculos en un sitio aledaño a la caseta de la Acción Comunal de Bijao, con peleas casadas entre galleros de la región que le daban rienda suelta a esta costumbre, con unas riñas que comenzaban un poco más allá de las tres de la tarde y siempre los domingos, con la presencia de los hermosos gallos canagüays, cenizos, pintos, colorados, chinos, giros, jabaos, blancos, gallinos, faisán y toda suerte de razas, cuyos dueños cogieron la rutina de calzarlos en un alar de la casa donde me críe a orillas del río Nechí.- Y para calzarlos se tenía su maña, porque no cualquiera calza un gallo; es decir, ponerle las espuelas de tal manera que cuando alce el vuelo frente al otro no salga lastimado y, por el contrario, le pueda hacer todo el daño al contrario.- Así eran las cosas, qué le vamos a hacer.-

José David Ruiz, nuestro personaje nació en Clemencia, un remoto pueblo del departamento de Bolívar y me explica que es un municipio que limita al norte y al occidente con la capital Cartagena de Indias, al norte y al oriente con Santa Catalina y al sur con los municipios de Santa Rosa y Villanueva y agrega que allá las peleas de gallos se dan desde el mes de diciembre hasta bien entrado el mes de mayo porque en estos meses los gallos están con las plumas secas porque ya han mudado de plumaje y, además, tienen un buen aspecto que le da su plenitud del vigor físico.-

Ponerlos a pelear en otras condiciones, dice, es casi exponerlos a una derrota porque muchos de ellos se chupan, es decir, no hacen cara, en el lenguaje un tanto extraño de los conocedores de estas artes.- Y para darle más fuerza al argumento señala que por esas regiones la muda de sus plumas va desde junio hasta octubre y durante esa etapa es cuando se encañonan y esa etapa los debilita y por ello no están en condiciones de salir a una gallera.- Es más, hasta las gallinas padecen también en este período de muda porque ni huevos ponen y si lo hacen son las más pollonas, esto es, las de seis meses de edad, y esto porque aún no han encañonado.-  

Vamos a la calzada del gallo, que es para verdaderos expertos, tanto que muchos de ellos le asignan la mayor parte del éxito a un buen calzador, porque al principio todo los gallos peleaban con sus espuelas naturales hasta que alguien se le dio por inventar unas postizas con el fin, cruel y maligno por cierto, de que los gallos se hicieran más daño.-

Entonces lo primero que se hace es ablandar las conchas de las espuelas del gallo, ya sea con un sebo especial o con otro aditamento que cumpla con ese requisito.- Luego las endereza y les da la forma que quiere y las tiempla poniéndolas con cocciones de tanino.- Eso sí, los galleros de más experiencia tienen el mayor cuidado en recortar y arreglar la parte de la espuela que le queda al gallo después de sacada la concha, a fin de que le venga bien la espuela preparada para la lucha.-

Una vez pegada le colocan una cinta con un hilo muy fuerte para asegurar que la espuela no se tuerza durante la lucha y poco antes de comenzar la riña los dueños de los gallos casan la pelea por determinadas sumas y recogen ese dinero entre sus amigos y el público.-

Eso es todo un ritual que bien vale la pena traerlo al recuerdo, aquí con el amigo William Ortega, cuyo padre, don Azarías, que era uno de los más animadores de estos eventos junto con otros personajes como Cristo Navarro, que fue por él que se construyó la gallera con gradas y todo de acuerdo a las normas, así como Julio Calderín, Aníbal Uribe y Miguel Rojas, por mencionar los más reconocidos.-

“No veía la hora de que comenzaran a calzar los gallos para ir a ver cómo era esa vaina”, dice William y señala que los galleros tenían sus mañas para todo esto y se hablaba hasta de secretos en las espuelas, pero siempre dentro del reglamento.- Eso sí, por esos lados nunca supimos de una muerte violenta a causa de enredos en apuestas o en la misma riña porque una vez llevaban los gallos al ruedo y ya cuando el público, la mayoría apostadores, se encontraban en sus sitios, el juez daba inicio a la pelea y cronometraba la riña que no podía pasar de los cuarenta minutos.- Hago un pare aquí y recuerdo que ese reloj era un despertador sin dueño – al menos eso creía yo – que tenía un gallo en actitud de comer maíz a cada segundo que marcaba la máquina.-

La riña, como ya se dijo, era presidida por un juez que daba el inicio de la pelea con una campana cuyas decisiones eran inapelables, pero si los gallos se postraban y quedaban, por ejemplo, ciegos y se apartaban durante dos minutos y no se atacaban, entonces el juez ordenaba 10 minutos de careo y durante el primer minuto de este intervalo el gallero cogía su gallo, lo limpiaba y lo refrescaba para que saliera a pelear con más ganas.-

Ahora bien, si el gallo después de este intervalo, picaba cinco veces consecutivas y el otro no le atacaba, el juez daba la pelea ganada por el gallo que hizo la intención de luchar.-  Pero, en cambio, si en estos 10 minutos ninguno de los dos se atacaba, entonces el juez decidía que la pelea quedaba en tablas, es decir que no había vencedor.- Y qué pasa cuando hay un ganador? Pues que todo el que apostó sale a cobrar lo suyo, ya sea que lo haya hecho a través de una bolsa común que recogen los dueños de los gallos en contienda – una suma que es acordada, como se dijo, antes de la confrontación – pero también entre quienes lo hicieron de manera particular en el mismo desarrollo de la pelea que es cuando cunde la gritería de “voy mil a cien” “quién dijo pago”, “vamos gallo papujo” y otros recursos más, que en todo caso una vez aceptada la apuesta, no había reversa.-

Alguna vez, por los lados de Arboletes, me tocó presenciar una pelea entre un gallo giro y un chino, cuya dueña era una mujer de mucho talante que no se paraba en mientes para discutir de tú a tú con los demás galleros, eso sí, con el mayor de los respetos porque en ese gremio lo que se siente es el respeto entre los rivales, así sus gallos tengan que matar al otro de quien minutos antes le había brindado un trago de whisky o de aguardiente o de ron, qué carajo, de lo que sea.- Todavía me acuerdo de ella: 1 metro 73 centímetros de altura, cejas negras, ojos grises tirando a café, cabello negro como la brea, y un largo etcétera que bueno, era tan bonita esta mujer que la mía me dijo que a mí quizá me gustaba era otro tipo de gallo y me pidió el favor de desalojar la gallera.- Fue en un diciembre, por cierto.-

¿Qué si los gallos sufren? Por supuesto, me dice el entrevistado y acude a una especie de vademécum, pero esta vez con los nombres de las heridas y no de los remedios que se aplican y comienza por la más peligrosa, que es aquella ocasionada en el centro del pescuezo del gallo, que en la jerga de ellos se llama morcillera o mondongona; la otra es la causada al gallo junto a la mejilla llamada gollete y la producida junto al buche y sobre la base del pescuezo que llaman la buchisangre.- Hay otras heridas más o menos graves, tales como el golpe de vista y sentido, el cual le produce de manera inmediata la ceguera al gallo y un dolor tan intenso que el gallo cacarea del sufrimiento y se vuelve como loco; la pasadera, que es causada encima de los ojos y cerca del nervio óptico; el golpe mortal recibido debajo de las alas en la parte blanda, el cual hace arrojar al gallo abundante cantidad de sangre por la boca causándole la muerte casi de manera instantánea.- Después agrega que otra de las malas heridas es cuando la espuela les atraviesa un pulmón y es cuando el gallo queda, como dicen siempre, pulmoniao.-

Una noche ocurrió un hecho que me hizo entender muchas cosas de la vida y es que a veces cuando uno escribe cosas inventadas es posible que las crean; pero la realidad se sale con la suya cuando nos pone a presenciar cosas que jamás nos atreveríamos a contar con la fe puesta en la veracidad, pero sucedió y me toca contarlo ahora que todavía una de la principal testigo sigue en este mundo y me refiero a mi mamá.-

Resulta y acontece que mi papá tenía unos amigos galleros que le hacían el favor de regalarle el gallo una vez se sabía que estaba muerto, pero bien muerto, y fue gracias a esos sancochos con los que pude terminar el bachillerato.- Ocurrió que mi papá le entregó el gallo muerto a mi mamá quien procedió a calentar el agua que servía para quitarle las plumas al ave en decadencia y una vez pudo constatar que el agua estaba en su punto, procedió a meter el gallo con todo y sus plumas a la olla para sorpresa que cuando el bravo animal sintió el agua pegó un alarido brutal y con unos ánimos de quién sabe qué, saltó como pudo de lo que iba a ser su triste final y fue a dar a la sala como cualquier resucitado.- No habiendo más, me mandaron a la gallera a contarle a mi papá el suceso y él, todavía enfrascado en otra de las tantas peleas casadas esa noche y en sus tresquince aguardienteros, me dijo que no le creyera a mi mamá que quizá era para no hacer la tarea, hasta cuando pudo constatar de manera personal y en el sitio de los hechos con el propio compadre Castilla, que el gallo había resucitado como el ave fénix y que servía para cogerle cría y por eso creo que hay que reconocerle algo a estos animales y es la pasmosa condición que muestran hasta el último segundo que les queda de vida.-

Y la música no se podía quedar sola sin hacerle canciones como esta que se llama El Cordobés de autoría de Adolfo Pacheco Anillo que dice así:

Ya está listo el pollo de la cuerda sabanera

 para el año entrante cuando haya concentración

porque ya Nabo me mandó, un pinto blanco del costeña
de los que ensucian las espuelas cuando pican al contendor

 Tiene bella estampa, brioso pico estirador
como son los gallos y pollos de Cereté

 y yo lo puse "El Cordobés" Nabo Cogollo bien lo sabe
que cuando pica a un pata suave,
sangre en la valla ven correr

  Canta pinto blanco y hazle honores a tu raza
y que te acompañe el Nazareno de la Cruz
y pelea como sabes tú...¡Haz de tu pata una metralla!
para que sepan en la valla cómo pelean los del Sinú…

 Otro pedazo de letra es la que cantan los Zuleta que se llama El gallo fino que dice:

Hoy que se han dado cuenta como fue el problema,

se han acabado un poco las habladurías,

a mí no me interesa esa actitud grosera
porque al final de cuentas sigo siendo el mismo,

que no me han destruido como ellos querían,

porque yo me sostengo como el gallo fino,

 que ya se está muriendo pero en la agonía

 le mete el pico al otro y lo deja tendido.-

Y qué tal el final de esa inolvidable novela – o cuento largo que se llama El coronel no tiene quien le escriba, cuyos apartes finales dice así:

 Qué se puede hacer si no se puede vender nada —repitió la mujer.
—Entonces ya será veinte de enero —dijo el coronel, perfectamente consciente—. El veinte por ciento lo pagan esa misma tarde.
—Si el gallo gana —dijo la mujer—. Pero si pierde. No se te ha ocurrido que el gallo pueda perder.
—Es un gallo que no puede perder. — Pero suponte que pierda. —Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso —dijo el coronel. La mujer se desesperó. «Y mientras tanto qué comemos», preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.
—Dime, qué comemos. El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: —Mierda.

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