Adiós a la eternidad (Fernando Botero 1932-2023)
Opinión

Adiós a la eternidad (Fernando Botero 1932-2023)

Recuerdo que en Hanoi compré una copia de los Bailarines y se la di como regalo. “¡No puede ser!”, me dijo. "Sí, maestro, hasta en Vietnam lo compran y lo copian"

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septiembre 16, 2023
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Cómo puedo decirle "adiós, amigo" si el reconocimiento lo hace el mundo entero, porque él es universal y seguirá siendo eterno.  

Fernando Botero creó un lenguaje que conquistó el interés de todos. Recuerdo caminando por Hanoi donde compré en la calle una copia de los Bailarines y se la llevé como regalo. “¡No puede ser!”, me dijo asombrado… sí, maestro, hasta en Vietnam lo compran y lo copian.

Es un universal colombiano y antioqueño. Paisa hasta para hablar todos los idiomas con acento. Rápido mentalmente, rápido para hablar, rápido para decidir sin vuelta atrás. Autosuficiente. Exacto en sus negocios. Exigente y riguroso hasta en sus propios horarios. Seguro, para él el placer de pintar fue siempre su mejor mundo.

Vivió su vida y su fama. A donde iba a haber una exposición siempre decidida por él, íbamos a acompañarlo a celebrarla en una gran fiesta en un lugar maravilloso donde los galeristas de cada país organizaron una historia para agrandarlo. Pero como no le gustaban las sorpresas, él y Sofía tenían todo bajo control.  

Mi maestro, siempre generoso, nos invitaba a celebrar su éxito, aunque por detrás siempre había un trabajo de titanes. Yo lo viví en Washington cuando organicé su exposición de esculturas en la avenida Constitution. Los permisos de cualquier alcaldía tienen sus mil intermediarios de empleados burocráticos y sus secretarias ineficientes.


Recuerdo que en Hanoi compré una copia de los Bailarines y se la di como regalo. “¡No puede ser!”, me dijo. "Sí, maestro, hasta en Vietnam lo compran y lo copian"


Y los dineros de sus mundos inalcanzables fueron problemáticos… los Gaviria me ayudaron. Hasta tuve que enfrentar al FBI y sus restricciones porque dejé a Adán y Eva frente a la Casa Blanca en la maravillosa época de Clinton. Aunque éramos nuevos en el escenario artístico, a la inauguración llegaron más de 5 mil personas.

Muchos no pudieron entrar porque la enorme estructura del edificio de la OEA no permitía más asistentes. Washington cambió. Todos los días había gente tomándose fotos en todos momentos y hasta ellos mismos pospusieron los permisos del Departamento del Interior y de la alcaldía para que las 19 esculturas monumentales se quedaran tres meses más.

Fueron seis meses de fiesta y también sintieron su partida porque las esculturas llegaban para quedarse. Y así lo vi siempre en todas las ciudades del mundo. Solo él conquistaba las almas sin nada a cambio. La felicidad de una foto. La emoción de sentirlo sin estar cerca. Creo que es la fama universal.

Lo acompañé 30 años. Escribí dos libros y muchos catálogos para sus exposiciones y realizamos el sueño de su vida: las donaciones para los colombianos.

En su último chat de la semana pasada me llamó “matrona” y yo le contesté que no me creía tan gorda y tan vieja y él me contestó: “Bueno, entonces partera, porque hiciste que pudieran nacer las donaciones”.

Y sí, lo hicimos juntos.  O como decía mi hermana Ángela: dar y recibir son actos iguales. Aunque a nosotros nos costó algún tiempo. Gracias a los cómplices. Y adiós, mi amigo del alma.

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