Algo en lo que todos concordamos es que el Estado tiene la responsabilidad de proveer la infraestructura.
Diferimos en que algunos creemos que es mucho más eficiente si ello se hace con el concurso de los operadores privados, bajo la planeación, regulación y supervisión estatal, y algunos más piensan que debe ser directa y exclusivamente una función pública.
Esa infraestructura, que es responsabilidad gubernamental, comprende las vías y el transporte en todas sus modalidades, las instalaciones para salud y educación, los servicios públicos como agua, saneamiento básico, energía y comunicaciones y ahora, me atrevería yo a creer, internet.
La provisión de infraestructura es absolutamente necesaria para el desarrollo económico del país y de cada uno de los colombianos. En ausencia de una adecuada provisión, nunca seremos suficientemente competitivos a nivel mundial, se mantendrán niveles de pobreza bochornosos, nuestros productos no accederán a los mercados en donde deben venderse, las diferencias sociales se acentuarán y las inequidades y el aislamiento regional interno seguirán siendo caldo de cultivo para hampones y motivo de violencia.
Contar con suficiente infraestructura, de la mejor calidad posible, nos acerca a todos y reduce las diferencias sociales. Si todos los colombianos tenemos acceso a la infraestructura de salud y educación somos más iguales; si cada emprendedor puede usar las facilidades comunes, las vías de acceso a mercados, los puertos y aeropuertos, la competencia se da en condiciones de igualdad de oportunidades; cuando todos, sin importar los ingresos o la zona del país, gocemos de servicios públicos y comunicaciones idénticos, será menos relevante la diferencia en ingresos. Cuando los bebés de todos puedan ir a salacunas tan fenomenales como las de Bogotá y gozar de los edificios de la felicidad, y hacer deporte en canchas y piscinas, tendremos una sociedad más justa.
Las violencias que han torturado a nuestro país han surgido siempre en las mismas zonas. Lo que hoy conocemos como los municipios PDET, que quedan alejados, son muy dispersos y se aíslan por gigantescas montañas, ríos inmensos y selvas muy tupidas, lo que permite que los hampones tomen control del territorio. Nada es tan poderoso contra esos malandros, en esas condiciones, como la infraestructura. Lo que aleja definitivamente a esas organizaciones son las vías y el internet y las comunicaciones. Esos dos factores de infraestructura impiden que los malandros se hagan los amos.
Para lograr todo eso, en nuestra Constitución Política se previó que, si bien es un deber del Estado proveer la infraestructura, su prestación se haría con el concurso de los privados.
Le corresponde, sí, al Gobierno, seguir las directrices del Congreso de la República en materia normativa y presupuestal, fijar las planeaciones de largo plazo, establecer las políticas y ejercer la inspección, vigilancia y control. Y le debemos mucho a esa Constitución de 1991.
Ahora, ya es buen momento, sin embargo, para hacer un balance, recoger experiencias y alistarnos para los siguientes pasos. Entre otras cosas, deberíamos:
Contar con un instrumento de planeación de largo plazo. Ese documento, en la forma de un Super Conpes, precisaría ver el sector en su integridad, visualizar Colombia a 25 años, tener los énfasis que describí antes, ser vinculante para los cinco gobiernos siguientes y condicionar los presupuestos de ese mismo período.
Crear una instancia de política interinstitucional que, dirigida por el Presidente, imparta los lineamientos de políticas macro para todos los sectores ministeriales, de manera que no haya incoherencias ni roces entre carteras.
Unificar, para todos los temas de infraestructura, las entidades ejecutoras y los modelos de contratación, así como los instrumentos de vinculación de los privados.
Priorizar, para la FEN, el Grupo Financiero Estatal Bicentenario y las otras entidades de apoyo, la estructuración y financiación coherente de los proyectos de infraestructura pensados en el Super Conpes.
Unificar, como lo propusimos hace tanto, en un mismo techo, con la autonomía que se precise, las comisiones de regulación y los organismos de supervisión que se ocupan de estos temas.
Ya nos llega mayo y, con la época del mundial, no solo podemos soñar con la selección Colombia, sino que, en manos de un nuevo Congreso y otro presidente, el futuro de la infraestructura nos sonreirá.
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