El profe a quien el pueblo de Garzón, Huila, quieren expulsar por ateo

El profe a quien el pueblo de Garzón, Huila, quieren expulsar por ateo

Miguel Trujillo tiene aterrados a los padres de familia del colegio Bolívar y al párroco porque habla en sus clases del Bing-Bang y la evolución

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abril 27, 2016
El profe a quien el pueblo de Garzón, Huila, quieren expulsar por ateo

En Garzón, Huila, sus 43 mil habitantes sólo hablan del  profesor ateo loco que llegó a su pueblo a pervertir las mentes de los niños. Miguel Lorenzo Trujillo se integró al Instituto Bolívar en junio del 2015 a dar la clase de Religión, ética y espistemología a los cursos de noveno, décimo y once. Nacido en Guadalupe, un pequeño municipio del Huila, se fue a Bogotá a los 17 años a estudiar en la Universidad San Buenaventura de Bogotá filosofía. Una vez se graduó regresó a su departamento motivado por cambiar la mentalidad de los muchachos. En la segunda década del siglo XXI ya hay países como Islandia con una generación cien por ciento atea y en Holanda las iglesias se están transformando en bibliotecas.

No la tenía fácil. Desde su fundación en 1783, Garzón ha sido un reducto inexpugnable de la iglesia católica. Era tanto el poder de la Iglesia que, hasta mediados del siglo XX, era capaz de escoger a alcaldes y secretarios políticos. La tradición no se ha perdido.

Empezaron a circular rumores que Trujillo adoraba al diablo. Decían que en cada clase les pedía a sus alumnos que quemaran biblias y que dejaran los crucifijos que colgaban sobre sus pechos afuera porque la presencia del hijo de Dios lo perturbaba. Por eso, cuando los estudiantes llegaban a sus casas con fotocopias de libros de Nietzsche y de Carl Sagan, preguntándose si alguna vez había existido Adán y Eva, si el universo se creó a partir de una explosión, si Cristo era el verdadero hijo de Dios, los papás no sólo no tuvieron respuestas sino que estallaron en una queja histérica.

El detonante ocurrió en la última reunión de padres de familia que convocó el colegio por las constantes quejas. Un grupo de ellos empezó a increpar al profesor. Le reprochaban no tener valores y no ir a misa cada domingo. Un hombre de verdad no sólo era capaz de formar una familia sino que tenía que temerle a Dios. Trujillo dio sus razones, los papás estaban obligados a responder los cuestionamientos de los niños cuando ellos decidieran abrir su mente. Los argumentos del profesor, lejos de calar en los padres de familia, los enfureció más.

Una vez terminó la charla Miguel se acercó a un padre de familia, le extendió la mano pero el hombre no respondió el saludo. De un momento a otro el hombre empezó a insultarlo: . “Uno trata de educar a sus hijos en la fe cristiana, formarlos, pero usted los pone a pensar maricadas. Yo no sé por qué a un hijo de puta como usted lo dejan trabajar en un colegio, yo no sé por qué llega una persona como usted al colegio” Fue tan airado el reclamo que Trujillo tuvo que ir a la inspección de policía a interponer una denuncia.

Es que ya son muy pocas personas las que lo saludan en el pueblo. El colegio tampoco lo respalda y ya amenaza con sancionarlo. Desde el púlpito de la Iglesia Nazareth el sacerdote Jorge Quintero le echaba más sal a la herida; en su homilía señaló al profesor Trujillo con su dedo inquisidor: “Los padres de familia tienen que ser pastores y las ovejitas que Dios les ha encomendado son sus hijos y deben darse cuenta de qué se están alimentando estas ovejitas, cuál es el alimento, y si van a recibir un alimento que los contamina, que los daña, que los hiere, los lastima, hay que tener cuidado…”.

El profesor Miguel Lorenzo Trujillo no quiere renunciar. Le ha puesto el pecho a la brisa y quiere pelear. Sabe que las cosas tienen que cambiar. Que un sacerdote intervenga en la manera en como él da las clases es regresar a la edad media. Habló con el obispo de Neiva y le expresó su preocupación. En el pueblo no se habla de otra cosa. En Dinámica estéreo, la única emisora de Garzón, se hacen debates públicos. La mayoría de ellos condena al profesor. Sin tener miedo de perder su puesto, ni de la agresividad que le manifiesta el pueblo, Miguel Lorenzo Trujillo sigue siendo consecuente con lo que cree: la educación no está hecha para obedecer dogmas sino para abrir mentes y eso es lo que seguirá haciendo, así lo quemen en una hoguera.

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