¡Malditos culpables de nuestra eliminación!
Opinión

¡Malditos culpables de nuestra eliminación!

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julio 14, 2014
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En el 2001 se realizó en Colombia la Copa América de fútbol sin la presencia de Argentina y Canadá.
Fue un año convulso para el país. Las Farc perpetraron actos terroristas luego del sorteo y las federaciones de Argentina y Canadá declinaron su participación en el evento.

"La falta de seguridad existente en Colombia fue el criterio que se impuso para ratificar la posición inicial", explicaron los dirigentes argentinos una vez confirmaron su cancelación.

Pero lo que recuerdo escuchar en la radio, en los corrillos, en las conversaciones, era otra cosa: complot de los argentinos porque le tenían rabia a Colombia, ignorancia de los canadienses, miedo a la derrota. Cualquier argumento, menos el que correspondía: en Colombia había atentados terroristas y a la gente no le gusta ir a un lugar donde puede ser víctima de una bomba.

Esa evasión de la realidad con su aparejada búsqueda de culpables para cada frustración, es una de las características más tristes e irritantes de la sociedad colombiana.

Si en el exterior nos ven hoy como el país de Pablo Escobar, la culpa es de Caracol Televisión y su serie El patrón del mal, pero nunca de la sociedad colombiana que convirtió la serie en un éxito descomunal reventando todas las mediciones de sintonía.

Si la corrupción campea en los entes gubernamentales, la culpa es de los políticos sinvergüenzas que se aprovechan de sus puestos, pero nunca de la sociedad que elige esos personajes, que asiste pasiva y apática a su elección o que, conociendo los casos, no los denuncia.

Si en un aeropuerto extranjero el equipo de aduanas revisa exhaustivamente un vuelo proveniente de Colombia, la causa, mientras no se demuestre lo contrario, es xenofobia y colombofobia. ¡Jamás consideramos en primera instancia la posibilidad de que eso se deba a que somos un país que envía drogas al exterior en vuelos comerciales!

No se por qué extraña razón la primera ruta para explicar nuestras frustraciones jamás está en el reconocimiento o de nuestras limitantes o de los méritos de los adversarios.

¡Si la Señorita Colombia no ha podido coronarse Miss Universo la culpa la tienen los jurados que prefieren a las venezolanas. ¡Nada tiene que ver la aceitada industria de la belleza que ha cultivado ese país por años!
¡Si a Medellín no le otorgaron la sede de los Olímpicos de la Juventud es porque Buenos Aires sobornó a los jueces!
Así, frustración tras frustración: siempre buscando un responsable y evadiendo la elemental y sana aceptación de la derrota.

Y el último episodio, a mi modo ver, es de los más deprimentes, porque no se escenifica en medio de un fracaso sino de una alegría.

Yo, como todos, vi la eliminación de Colombia ante Brasil en el Mundial.
Y vi un partido de fútbol más bien malo, donde Brasil jugó menos mal que Colombia en la mayoría del tiempo, donde el árbitro pitó pésimamente y perdonó tarjetas y expulsiones para ambos bandos.
Sí. A veces perjudicó a uno y a veces al otro. ¡Pero así es el fútbol desde que lo conocemos!
Claro que grité, que me comí las uñas, que me sentí frustrado, triste, iracundo.

Pero una vez terminó el partido lo que se hacía evidente es que estaba asistiendo a una hazaña impensada, al ejemplo de unos deportistas, millonarios todos ellos, pero que por unos cuantos días volvieron a jugar como niños, como lo hacían en sus barrios de pequeños, con pasión, solo por el amor a una camiseta.

¡Y pensé que las redes sociales se iban a llenar de eso y solo de eso! De felicitaciones, de celebración, de reconocimiento.

Pero lo que vi fue muy diferente.

Insultos a Brasil, insultos al árbitro, insultos a la Fifa, insultos a Dilma Rousseff. Insultos y más insultos para los "culpables" de nuestra eliminación. Para esa mafia que evidentemente tenía comprado el mundial para los anfitriones. (¡Tan comprado que a la semana siguiente Alemania les hizo lo que les hizo!).

¡Qué poco sabemos de digerir nuestras frustraciones!
¡Qué absurda necesidad de buscar culpables, incluso en medio de los triunfos!
¡Qué diferentes nos haría aprender a perder con dignidad!
¡Qué ganadores nos haría eso!

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